Londres, tierra de ‘lords’, té, culturas y meridianos, pero también de tráfico caótico, hermetismo e indignados. Falta algo menos de nueve meses para que la mecha del pebetero prenda por tercera vez en la ciudad (1908 y 1948 fueron las otras dos ediciones) y se ceda el protagonismo a los aros, los himnos y las luces. El 27 de julio de 2012, la Edad Moderna estrenará sus XXX Juegos Olímpicos.

La ciudad mastica hormigón para adecentar su rostro, desafiando a la crisis que respira la economía mundial y buscando esa imagen de solvencia deseada. Bien sentido, bien parecido. Pero si va a Londres, no se desplace. Quédese quieto, respire, y ármese de paciencia contra el atasco: es muy sencillo invertir algo más de dos horas para realizar un trayecto de 25 o 30 minutos. Recorrido equivalente, por ejemplo, al que va desde el centro hasta el Parque Olímpico, situado al este de la ciudad, en Stratford (Newham).

La zona, tradicionalmente industrial, ha cultivado todos sus edificios olímpicos bajo las premisas del verde y de la tecnología. Una regeneración total del barrio a base de construcciones reciclables y adaptables, y cuya arteria principal, el río Lea, se encarga de dividir la ‘miniciudad’ olímpica de norte a sur. Parques, césped y oxígeno para adornar el bloque más grande de los tres que conforman el grueso de las instalaciones y que se encuentra ocupado por las últimas grúas y las más de 10.000 personas que trabajan a diario para transformar escombros en ágora.

De sus diez instalaciones, las seis más grandes están completamente terminadas (Estadio Olímpico, el Velódromo, Arena Balonmano, Arena Baloncesto, el centro Acuático y el Centro Internacional de Radiodifusión). O eso es lo que dicen, porque el ‘proteccionismo’ de la organización obliga al ojo humano a advertirlo a través de instantáneas. Los interiores aún no se pisan.

La originalidad y la rapidez se cebó con el Velódromo (albergará el mundial de ciclismo en pista en febrero), el estadio de baloncesto (con capacidad para 12.000 espectadores e inaugurado el pasado mes de agosto) y el pabellón de balonmano (acogerá también al pentatlón moderno). Mención especial merece el colosal Centro Acuático y su ola de 160 metros de longitud, construido por la iraní Zaha Hadid, que representa el movimiento del mar. En su interior, tres piscinas aguardan la aparición de Phelps o Thorpe.

Del pebetero aún no hay noticias, siendo una vez más el secreto mejor guardado. Mientras, la otra joya, la pista del Estadio Olímpico, luce ya de color rojo a la espera de que las piernas más rápidas de la historia ocupen sus calles.

Los otros dos bloques de instalaciones se reparten por la gran ciudad. El señorial All England Tennis Club, el nuevo Estadio de Wembley o las orillas del río Tamesis (cinco grandes instalaciones para judo, tenis de mesa o bádminton...) abanderan, junto al Hyde Park (triatlón), las múltiples sedes del centro de la urbe. Por último, los deportes de remo (Lee Valley White Water Centre) o mountain bike (Weald Country Park), entre otros, se distribuirán por los alrededores de la capital.

Habrá que esperar 266 días exactos para comprobar si el alumbramiento es sobresaliente o simplemente se queda en un Olimpo de clase media, salpicado por la crisis y las protestas. Incluso la prensa local ha recogido el temor a la posible saturación del transporte (diez líneas ferroviarias llegarán al Parque, lanzadera rápida incluida), la escasez del suministro y los posibles problemas de operatividad que puedan sufrir los autóctonos esas tres semanas. Vida real, vida olímpica.

Londres 2012 también será ecológica. La idea de la organización fue, desde un principio, reciclar el mayor número posible de edificios una vez concluidos los Juegos, por lo que muchos serán desmontados o se reutilizarán para otros eventos deportivos o de diferente índole. De hecho, el 97% del material a demoler puede ser reciclado. Un aperitivo, el Parque Olímpico pasará a llamarse Parque Olímpico de la reina Isabel II.

El caso más llamativo será el del Estadio Olímpico, cuyas 80.000 localidades se adecuarán para ser reutilizado por algún equipo de fútbol local y para eventos culturales o musicales, con una capacidad en torno a los 25.000 asientos (55.000 son desmontables).

El Velódromo absorberá el circuito BMX y se comportará como un parque de velocidad. El Balonmano Arena será reconvertido en pabellón multiusos y las viviendas de la Villa Olímpica (darán servicio a 17.000 personas entre deportistas y trabajadores) formarán parte del plan inmobiliario de la zona para venta y alquiler, a las que se sumarán otras 10.000 casas más. Una de las que no sobrevivirá al paso del tiempo será el Baloncesto Arena, que será desmantelado totalmente.

Para entonces, Stratford pasará a ser ya Stratford City. Vida olímpica, vida real.