Ramos, Messi y el escudo del Atleti

El defensa del Real Madrid Sergio Ramos (d) celebra su gol, el tercero de su equipo frente al Deportivo de La Coruña.
El defensa del Real Madrid Sergio Ramos (d) celebra su gol, el tercero de su equipo frente al Deportivo de La Coruña.
EFE
El defensa del Real Madrid Sergio Ramos (d) celebra su gol, el tercero de su equipo frente al Deportivo de La Coruña.

Observen la fina línea entre el éxito y el fracaso. Si Sergio Ramos no hubiera marcado en el minuto 92 ahora estaríamos hablando de la crisis del Real Madrid, de la desastrosa rotación de Zidane y de la fatal pifia de Casemiro. Pasados dos días seguiríamos diciendo que fue una temeridad la ausencia de Cristiano y afirmaríamos, con el mismo convencimiento, que los jóvenes no están preparados para sostener el peso de un equipo tan grande. Imaginen, con semejante ambiente, lo que hubiera sido el viaje de la plantilla a Japón: Tokio a diez mil kilómetros y el Barcelona a cuatro puntos.

Así era el mundo hasta el cabezazo de Ramos. Tan irreal como el que divisamos ahora. Tan interesadamente maquillado. Ya sabemos que el fútbol es un juego de exageraciones; el problema es exagerar y olvidar que formamos parte de un juego. El riesgo que corren los aficionados y los periodistas es exagerar a todas horas y tomarse las exageraciones como reflexiones profundas. Si no somos capaces de apreciar la diferencia entre la película y la vida real terminaremos como Johnny Weissmuller en su asilo de Beverly Hills: pidiendo la sacarina con el grito de Tarzán.

No hubiera sido justo cargar contra Zidane por planear rotaciones contra el Depor, en el Bernabéu y con siete puntos de ventaja, en vísperas de un traslado al Sol Naciente. Tampoco habría sido oportuno despedazar a Casemiro después de tantos servicios prestados a la causa. Además, el título honorífico de ‘Señor Lobo’ no es un diploma que se pueda obtener a los 24 años; se necesitan más cicatrices y más estofados de sesos.

Sobre Sergio Ramos hay poco que añadir. Ya no hay adjetivos para calificar sus proezas fuera de hora, como tampoco se encuentran para exaltar las de Messi a cada minuto. A estas alturas, cualquier elogio parece impostado o de segunda mano. A los amantes de primer año les sucede igual. Llega un momento en que hay que limitarse a amar sin verbalizar el amor para no incurrir en los diminutivos atroces que lo amenazan: “gordito”, “osito” y otros más lacerantes.

El asombro es una reacción más discreta. Y tan asombrosa es la resistencia de Sergio Ramos a rendirse, como la de Messi al aburrimiento. Cualquier persona habrá podido comprobar, dentro de sus posibilidades, que todo cansa cuando se sirve en abundancia y repetidamente, incluso los placeres más deseados: prueben con las gambas al ajillo o con el batido chocolate, por afrontar retos de menor presupuesto.

Bien, pues Messi no se cansa. Cuando el balón está en juego, el niño que fue se abre paso entre la fama, la gloria y el dinero para regatear a cuatro defensas y batir al portero. Así, montado a lomos de Messi, fue como ganó el Barcelona en Pamplona, que en tiempos fue una plaza de la que era imposible salir bien peinado.

Ganó el Sevilla en Balaídos y la Real se ensañó con un Valencia deprimido y dirigido con mando a distancia desde Singapur. Sin embargo, los arrebatos de Sergio Ramos impiden que la persecución del líder sea organizada, a relevos. Cada cual tiene objetivos que le distraen del primer puesto. El Atlético, que hoy visitará Villarreal, anunció la pasada semana que su nuevo estadio se llamará Wanda Metropolitano, un nombre comercial y un apellido sentimental que han caído mejor entre la afición de lo que encajarán en el himno.

Lo que ha molestado a los socios y simpatizantes es el retoque gráfico con el que se pretende actualizar el escudo. Como sucede con las inyecciones de bótox, el resultado añade tanta modernidad como desconcierto: el oso parece un samoyedo y el madroño, una encina. Por lo demás, el escudo resulta más aerodinámico que el anterior.

Este lunes también se conocerán los rivales de los equipos españoles en Champions y Europa League para los octavos y dieciseisavos de final. Aunque lo habitual es señalar a los ogros de cada bombo, y tocar madera, la verdad es que no hay equipos tan temibles como los españoles. El Manchester City de Guardiola, posible adversario del Atlético, viene de ser goleado ante el Leicester y repta por la Premier a siete puntos del Chelsea. Tampoco el PSG o el Bayern parecen en su mejor momento. De manera que el sorteo nos servirá como ilusionante anticipo de la próxima primavera y poco más.

Hasta entonces, nos entretendrá el Mundialito. El primer adversario del Real Madrid será el América mexicano, el jueves las 11:15. Lo normal es que el Atlético Nacional de Medellín sea el adversario de los madridistas en la gran final y el desenlace lógico no lo mencionaremos aquí para no desafiar a los espíritus. Son muchos quienes están convencidos de que el fútbol lleva la contraria a cualquier premonición que se haga en voz alta o por escrito, con dos únicas excepciones: gol de Messi en cualquier momento y cabezazo de Sergio Ramos en los últimos minutos.

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