James, bajo la lupa

El centrocampista colombiano del Real Madrid James Rodríguez y el árbitro José Luis González González, durante el partido contra el Villarreal.
El centrocampista colombiano del Real Madrid James Rodríguez y el árbitro José Luis González González, durante el partido contra el Villarreal.
JuanJo Martín / EFE
El centrocampista colombiano del Real Madrid James Rodríguez y el árbitro José Luis González González, durante el partido contra el Villarreal.

No es un problema de James, o no lo es estrictamente. El problema, en primer lugar, es el irrefrenable deseo de novedad que siente el Real Madrid, club y aficionados. Siempre tiene que aparecer una cara nueva. Así lo estableció Florentino Pérez cuando accedió a la presidencia en el año 2000: cada verano, una estrella. Figo, Zidane, Ronaldo, Beckham, Cristiano, Kaká, Benzema, Bale, James... El mejor del torneo reciente, el último niño prodigio o algún fenómeno mediático.

El resultado de esa política, más atenta al marketing que a los criterios deportivos, ha sido un excedente de jugadores ofensivos, generalmente mediapuntas y en muchos casos cromos repetidos, a los que se ha buscado sitio en posiciones que no les resultan naturales. Se dice, y no cuesta creerlo, que en los tiempos del Real Madrid galáctico hubo alguna proposición 'institucional' para que Zidane se ubicara de defensa libre y Beckham de lateral derecho (de largo recorrido, eso sí). La intención era hacer hueco a nuevos fichajes. Más madera.

El desequilibrio alcanza a la plantilla actual. James, Isco y Marco Asensio son mediapuntas de funcionalidades muy similares. ¿Qué ocurre entonces? Pues que prevalece la novedad de Asensio. Así sucedió, al menos, durante la pretemporada, cuando el chico de 20 años encandiló a los aficionados madridistas. Al mismo tiempo, y casi como un acto reflejo, se especulaba con la salida de James e Isco. Mientras se barajaban futuros destinos (Juve, United...) se filtraban rumores perniciosos: mala actitud, correrías nocturnas, ambiciones económicas... El proceso se repite cada vez. Los clubes son empresas que necesitan una justificación moral (o mediática) para prescindir de un buen futbolista.

Que James siga en pie después de haber sido arrastrado por esa ola dice mucho de su fortaleza anímica y de sus condiciones deportivas. Isco, cada vez más opacado, no puede presumir de lo mismo; el talento de Asensio sigue siendo demasiado nuevo.

Durante el partido contra el Villarreal, Michael Laudrup, ahora comentarista de BeIn Sports, afirmó: "James está haciendo más que mucho para entrar en el equipo". Y Laudrup no es un cualquiera. Hablamos del único futbolista que puede discutirle a Zidane la condición de jugador más elegante sobre un terreno de juego. El danés valoraba la capacidad de James para reciclarse como un centrocampista de trabajo, sacrificado en defensa a costa de su propio lucimiento.

Ese es uno de los muchos prejuicios contra los que ha debido luchar James Rodríguez. No es una estrella perezosa, aunque la pereza (el desmayo) sea una condición típica en los jugadores de mucho talento y pienso concretamente en los zurdos (nadie tiene más talento que un zurdo, sobre esto no discutiremos). Así eran Guti y Özil (desvanecidos a ratos), y así nunca fue Di María, quizá por tener menos ingenio que los anteriores.

Mi impresión personal es que si James corre más ahora no es por necesidad, sino por orgullo. Está dispuesto a demostrar que lo han juzgado mal, dentro y fuera del campo. En la defensa de su alegato, está penalizado por la timidez, o tal vez por la buena educación, la proverbial prudencia colombiana. A cambio, le sobra el fútbol. En seis partidos (dos como titular), ha marcado un gol y ha dado tres asistencias. Contra el Villarreal añadió siete recuperaciones, un tiro a puerta y un 92'3% de efectividad en los pases. Si tuviera confianza y continuidad no le costaría repetir los 17 goles y 17 asistencias de su primera temporada en el Real Madrid (46 partidos). La última estadística es la más simple y la más impresionante. James tiene 25 años, demasiado joven para ser viejo.

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