Immelman, campeón contra el cáncer

  • El flamante campeón del Masters de Augusta fue operado en diciembre de un tumor.
  • Tuvo suerte de cogerlo a tiempo: "Entonces me dí cuenta de que el golf no era lo más importante".
  • Se ha recuperado en un tiempo récord después de sufrir mucho.
Trevor Immelman. campeón del Masters de Augusta de golf (EFE).
Trevor Immelman. campeón del Masters de Augusta de golf (EFE).
Matt Campbell / EFE
Trevor Immelman. campeón del Masters de Augusta de golf (EFE).

Cuando el domingo Trevor Immelman, 28 años, se enfundó la chaqueta verde que le acredita como vencedor del Masters de Augusta, estableció nuevas marcas: es el primer sudafricano en ganar en Augusta desde 1978; el jugador más joven en hacerlo desde 1997 y el primero desde 1976 que lidera la clasificación desde el primer día hasta el último.

Pero su triunfo tiene un valor añadido, que va más allá de los méritos deportivos. De ellos da fe una cicatriz que tiene la longitud de un putt, se extiende desde un costado hasta el centro de su espalda y le recuerda permanentemente su lucha contra el cáncer, al que Immelman derrotó hace apenas cuatro meses tras una operación.

Y es que no es fácil ganar en Augusta, y mucho menos después de salir de un cáncer. Hace un año Immelman se arrastró por el campo de Augusta, vomitando casi sin parar, producto de un virus estomacal que le hizo perder 11 kilos en tres semanas. Apenas ocho meses después, a principios de diciembre pasado, su médico en Sudáfrica le recomendó que visitara a un especialista: tenía otro problema.

La peor noticia

Un jueves le hicieron una resonancia magnética y el peor diagnóstico se confirmó: tenía un tumor en el tórax. El martes siguiente entró en el quirófano para hacerle una biópsea. Pasaron dos días hasta que llegaron los resultados. Fueron los más largos de su vida. El resultado fue positivo: el tumor había sido extirpado en su totalidad.

Era el 18 de diciembre de 2007. Y ese día empezó a cimentarse su triunfo en Augusta. Cuando la morfina perdió su efecto, Immelman se dio cuenta de varias cosas: una, que había tenido mucha suerte de coger a tiempo su enfermedad; y dos, que el golf no lo era todo en su vida.

Pero decidió esforzarse, recuperar las fuerzas para poder volver a caminar, ir poco a poco. Después de eso pasaron seis semanas hasta que empezó con unos pequeños golpes y putts. No le fue bien. Regresó a casa y le dijo a su mujer: "No sé qué es lo que pasa". Pero siguió trabajando y llegó a Augusta libre de angustias, de buen humor, relajado. Sin nada que perder porque ya lo había ganado todo. Y sin enfermedades ni presiones, Immelman pudo sacar a relucir todo su talento.

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