Como homenaje a la tradición, Federer lució antes de los partidos una chaqueta color crema con tres raquetas bordadas, una por cada título que había logrado en Wimbledon. Ayer se cosió otra, la cuarta consecutiva, como Bjorn Borg y Pete Sampras, y situó su récord de victorias sobre hierba en 48.
Sin embargo, la espectacular progresión de Nadal, que en su segunda participación ha alcanzado la final, augura un futuro menos tranquilo para el helvético.
Federer saltó a la pista, ya repleta de calvas, avasallando. En el primer set, Nadal no pudo respirar, subió poco a la red y esperó demasiado en el fondo. Así, claro, no hubo respuesta ante un tenista que conoce todos los secretos de una superficie implacable.
Se quitó el manacorí los nervios en la siguiente manga, pero no remató un set que dejó escapar en la muerte súbita.
En el tercer parcial, Nadal confirmó su línea ascendente de juego y, esta vez sí, el desempate cayó de su lado. Pero Federer no pensó en sus fantasmas –esos que susurraban que sólo había ganado una vez a Nadal en siete partidos– y cerró el choque de forma implacable.
Nadal llegó ayer, 40 años después, donde sólo había estado un español. Manolo Santana jugó la final en 1966 y la ganó; Rafa no venció, pero comprobó que el hombre con chaqueta no es invencible en ninguna superficie.
Ruano, tampoco
La pareja formada por la española Virginia Ruano y la argentina Paola Suárez también perdió ayer, la final de dobles, ante las chinas Zi Yan y Jie Zheng (6-3, 3-6 y 6-2).
«No me he visto tan lejos de él, aunque todavía es mejor»
Rafa Nadal
«Ahora sí que me vuelve a gustar la rivalidad con Rafa Nadal»
Roger Federer
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