Feliciano derrota a Del Potro y pone el empate a uno en la final de la Copa Davis

Feliciano, en su partido ante Del Potro (Agencias).
Feliciano, en su partido ante Del Potro (Agencias).
Feliciano, en su partido ante Del Potro (Agencias).

Un gran Feliciano López, que se sobrepuso a un ambiente adverso y que venció a Juan Martín del Potro, mantiene a España en el límite de sus aspiraciones de lograr por tercera vez la Copa Davis, al dejar la primera jornada de la final contra Argentina en Mar del Plata con empate 1-1.

En una atmósfera puramente futbolística, con 9.400 incansables aficionados gritando a favor de Argentina, frente a unos 400 españoles, David Nalbandian adelantó primero a su equipo al demoler a David Ferrer por 6-3, 6-2 y 6-3 en una hora y 59 minutos, y luego Feliciano López restableció la igualdad al superar a Del Potro, por 4-6, 7-6 (2), 7-6 (4), 6-3, en tres horas y 19 minutos.

La jornada comenzó con tintes patrióticos, con la cantante Soledad Pastorutti entonando el himno nacional argentino en la pista del Polideportivo Islas Malvinas, donde la banda del Área Naval Atlántica, dirigida por suboficial mayor Matías Raúl mostró sus impolutos uniformes blancos.

Tres glorias argentinas, en la grada

Mientras, en la grada principal, tres de las glorias más importantes del tenis argentino, Guillermo Vilas, Gabriela Sabatini y Gastón Gaudio, todos ellos ganadores de títulos de Grand Slam, se aprestaban al inicio de una contienda en la que Argentina tiene la primera oportunidad de ganar el trofeo en casa, después de dos intentonas fallidas como visitante.

Alejandro Lissavetzky, secretario de Estado Para el Deporte, presenció los dos encuentros y como el resto del público terminó por rendirse al gran juego desplegado por Feliciano, elegido por el capitán Emilio Sánchez Vicario para ser el número dos del equipo español.

Vamos, Vamos Argentina, El que no salte no es español, cánticos en las gradas

Y el toledano no defraudó a su capitán, a pesar de los 24 saques directos de "Delpo", uno de ellos a 228 kilómetros por hora. "Feli", que acabó con 17, falló en el primer set cuando vio su saque quebrado en el quinto juego (3-2) pero tuvo la sangre fría de aguantar el empuje de "Delpo", apoyarse en su saque y volea como nunca, fiel a su típico esquema de juego, y dibujar con el revés cortado ángulos y más ángulos para desequilibrar los 198 centímetros de su rival.

Fue en los dos desempates donde Feliciano basó su victoria. El primero lo dominó con gran autoridad, y en el segundo superó una desventaja de 2-4 para alzarse con 7-5. "Delpo", ya con dos sets a uno abajo, siguió corriendo, pero su tremendo esfuerzo este año, con cuatro títulos y su participación en la Copa Masters de Shanghai como premio, le pasó factura después.

Del Potro, con problemas en el abductor

Acababa de recuperar un saque perdido cuando el jugador de Tandil sufrió un tirón en el abductor derecho al comienzo del sexto juego del cuarto parcial, un serio aviso, en un momento crítico. Parecía que iba a retirarse pero tras ser tratado en la pista decidió continuar, mermado eso sí, y ya en las garras de Feliciano que no desaprovechó la oportunidad.

Ferrer no tuvo opción

Antes, la inconsistencia con su servicio, y en general con todo su juego, hundió a David Ferrer en menos de dos horas, tiempo en el número doce del mundo no supo encontrar respuesta, ni siquiera imponer algo más de ritmo ante Nalbandian.

Ferrer se encontró con el público más caliente del Estadio. Algo lógico porque adelantar a uno de los dos países era vital, y tuvo que soportar un coro de voces, gritos y jolgorio, que aunque no le incomodaron en exceso, pudo con él.

"Vamos, Vamos Argentina", "El que no salte no es español", "A esos putos les vamos a ganar", o más adentrado el encuentro, "Se cagó Rafa, se cagó" en broma por la ausencia de Rafael Nadal, los 9.500 aficionados argentinos ahogaron con su aliento a los 200 españoles que se atrevían a levantar su voz e intentar que Ferrer se animase.

Pero el de Jávea no tuvo su día. Acogotado con su servicio, fallón con la derecha, sin rumbo, patoso como él mismo se describió, en un estado de ansiedad que se percibe, y que él mismo admite, se hundió irremisiblemente, con sus conocidos enfados y discusiones consigo mismo.

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