Del perfume a la siderurgia

James celebra el gol del Madrid junto a Marcelo.
James celebra el gol del Madrid junto a Marcelo.
EFE
James celebra el gol del Madrid junto a Marcelo.

En una fiesta reciente, una de tantas fiestas populares que se celebran estos días, mis amigos y yo fabulábamos sobre las mujeres que tan sabiamente nos ignoraban. Al advertir que uno de los nuestros, algo afligido, se había apartado del grupo, me acerqué para que se integrara en la conversación. "¿Y a ti quién te gusta?", le pregunté. Sin dudarlo, y súbitamente animado, mi amigo contestó: "¡A mí me gusta Correa!".

Así son los aficionados del Atlético de Madrid, pensé; llevan las rayas por dentro. Mi amigo no sufría un ataque repentino de nostalgia familiar ni albergaba el más mínimo sentimiento de culpa por lo avanzado de la madrugada: intentaba encajar a Correa en el once inicial. De haber sabido entonces que Simeone tenía previsto acortar dos años su contrato, sus pensamientos se hubieran concentrado en el Cholo y su recuperación hubiera sido más dificultosa.

El futuro de Simeone es la única inquietud de la afición rojiblanca después de haber ganado al PSV, sudando tinta, y tras haber goleado al Sporting, exhalando perfume. Aunque ya hay algunos, más vanguardistas, que empiezan a temer por Griezmann. Cuando el Calderón corea los nombres de entrenador y delantero se le nota una pasión algo desgarrada; quién sabe si pronto empezarán a cantarles boleros.

Leganés, entretanto, se presentó al mundo como una ciudad entusiasta con un equipo valeroso. Durante el partido, y según caían los goles del Barça, se discutió si aquello era valentía o temeridad. En términos generales (consideremos lo del Alavés como un hecho prodigioso), cuando un equipo tan modesto juega contra el Barcelona no puede elegir cómo ganar, pero sí cómo perder. Y el Leganés decidió dar la cara y exponer la espalda. Siempre le quedará el consuelo de haber marcado el último gol, el que les habría convertido en ganadores si alguien hubiera solicitado el comodín del barrio: el que meta, gana.

Sobre Messi, Luis Suárez y Neymar hay poco que añadir. Se manejaron, una vez más, como si estuvieran en la playa, con esa misma despreocupación, como si aquello fuera un partido prebarbacoa. En el caso de Neymar asistimos a un reproche recurrente: el brasileño continuó con las florituras a pesar de la goleada. Quienes le defienden (ningún defensa central se sienta en esta bancada) aseguran que el chico es así, un tipo feliz, un Winnie Pooh del fútbol. Quienes le critican (Laudrup, el último) afirman que hay filigranas que son una falta de respeto hacia el rival goleado. Como tantas veces, el punto medio ofrece las posiciones más sensatas. Ni pésame al enemigo ni sombrero con tirabuzón.

El Madrid fue el último de los favoritos en salir a escena. Lo hizo sin Bale, renqueante, y sin Cristiano, que se lo perdió por un resfriado (imaginen lo que podrá hacer esa gripe voraz en nuestros cuerpos sin esculpir). El equipo echó de menos ese músculo porque el partido fue de soplete y martillazo, siderúrgico. Marcó James, más tímido que su zurda, sentenció Benzema y brilló Casilla, no hay como que te quieran.

Superada esta esquina, el Balón de Oro se irá colocando en el centro del debate. La novedad es que el propio premio ha sido el primero en tomar la palabra para comunicar que se desliga del amparo (control) de la FIFA. Se abandonará, por tanto, esa votación eurovisiva que incluía a seleccionadores y capitanes, todos más pendientes del protocolo que de los méritos de la temporada. A partir de ahora, y como sucedió durante 54 años, votarán solo los aviesos periodistas.

En Inglaterra, delegación británica del campeonato español, se abre la brecha entre Guardiola y Mourinho. El City sumó otra victoria y el United acumuló una nueva derrota, la tercera en ocho días. Ante semejante panorama, se espera que Mou arremeta en próximas fechas, y de manera sucesiva, contra los árbitros, la prensa, el calendario, el piperío, Casillas y Pedro León.

En la Fórmula 1 vivimos emoción hasta la última vuelta. Desde ese punto de vista resultó reconfortante la disputa Rosberg-Ricciardo en el Gran Premio de Singapur. Lo irritante es que siempre asistimos al guateque de otro. El detalle chusco lo protagonizó Verstappen (18 años) cuando en los entrenamientos dijo haber visto un 'dinosaurio gigante' cruzando la pista. Se entienden los nervios del joven piloto ante un varano de dos metros, pero la diferencia anatómica con relación a un Tyranosaurus Rex es considerable, gracias al cielo. Urge, no obstante, que el chico se empape de la saga Jurásica, Ice Age y otros filmes de culto prehistórico. Estas son las consecuencias de saltarse la infancia.

En la India, el tenis nos dio una alegría que debe ser moderada. España recupera su puesto en el Grupo Mundial; se agradece que las estrellas se impliquen de nuevo en la Copa Davis, pero nunca debimos transitar tan exóticas plazas.

En los Juegos Paralímpicos terminamos con 31 medallas, once menos que en Londres. La impresión, sin embargo, de que en esta ocasión estuvimos más atentos y más concienciados. Quedará para la historia que Teresa Perales alcanzó en Río las 26 medallas y la selección de baloncesto en silla de ruedas asustó al equipo de Estados Unidos.

Para finalizar, un apunte sobre la polémica de las esteladas. Lo malo no son las banderas; el problema son los palos.

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