La Copa Confederaciones, el título oficial que nació de la iniciativa de los petrodólares

  • El Rey Fahd impulsó en Arabia Saudí allá por 1992 un nuevo torneo de fútbol en el que participaban los campeones continentales.
  • La FIFA, que inicialmente se mostró reticente, acabó apropiándose del proyecto saudí desde la tercera edición del torneo.
  • El máximo gobierno balompédico fue puliendo la competición, modificando las fechas y la periodicidad y dándole más notoriedad.
Estadio Mineirao, en Belo Horizonte, una de las
Estadio Mineirao, en Belo Horizonte, una de las
ANTONIO LACERDA / EFE
Estadio Mineirao, en Belo Horizonte, una de las

El chispazo llegó con cierta envidia sana. O tal vez por culpa de una euforia pasional. La afición al fútbol de un país sin el poderío deportivo necesario para asaltar un mundial pero con infinidad de recursos en lo económico para hacerse su propia versión. En una década Arabia Saudí ganó tres Copas de Asia (1984, 1988 y 1996) y debutó en el Mundial en 1994, alcanzando los octavos de final y siendo apeada por la Suecia de Thomas Brolin y Kennet Andersson.  El ego es el ego. Y al final, petrodólares al poder.

El Rey Fahd ideó un torneo, la King Fahd Cup, que se disputó entre el 15 y el 20 de octubre de 1992. Una pretemporada mediática unos días antes de defender el título en la Copa de Asia de Japón. Además del anfitrión, competían Argentina, Costa de Marfil y Estados Unidos. Los campeones de Asia, de Suramérica, de África y de la Copa de Oro de la Concacaf. Cuatro de las seis Confederaciones que se reparte el planeta fútbol reunidas en la Península Arábiga con todos los honores y lujos. El torneo, eso sí, no generó muchas simpatías en la FIFA.

Precedentes históricos e interés de la FIFA

La idea tampoco era cien por cien original. En 1985 se organizó un enfrentamiento entre el campeón de Suramérica y el campeón de Europa bautizado como Trofeo Artemio Franchi. Dos años antes, en 1983, el que era el presidente de la UEFA desde 1975 había muerto en un accidente de tráfico sin ver uno de sus grandes sueños: crear un enfrentamiento de carácter oficial, una especie de Intercontinental por países. Volvió a celebrarse en 1993. Después, algunos amistosos internacionales han recuperado ese espíritu. Pero simplemente su romanticismo. Franchi, eso sí, fue testigo en 1980 del Mundialito, un torneo que conmemoraba el 50 aniversario del nacimiento de los mundiales, que reunió a seis campeones mundiales (cinco, ya que Holanda, doble subcampeona, sustituyó la vacante dejada por Inglaterra).

Tres años después volvería a organizarse en la misma sede, aunque en enero, una segunda edición de la King Fahd Cup, pomposamente también bautizada como Intercontinental Champions Cup. Se sumaba Dinamarca como campeona europea desde 1992 y Arabia Saudí competía como organizador. Del formato de eliminatorias se pasaba al de dos grupos.  De cara a la tercera edición, en 1997, la FIFA superaba su frialdad inicial y se sumó al proyecto. Quizá había podido comprobar que la idea era buena y haberse asustado con su potencial como rival de los mundiales. Los campeonatos del mundo no dejaban de crecer en participantes, sedes y días. Y el formato saudí concentraba su esencia. Comenzó por cambiarle el nombre y conducirla hacia su denominación actual. De lo que muchos tildaban de torneo menor pasó a ser una prueba de prestigio creciente y carácter oficial, pero todavía demasiado insustancial. Tanto que Alemania (1997) o Francia (1999) declinaron su presencia y fueron reemplazados por los subcampeones. En el fondo no era más que una competición elitista. Un club con derecho de admisión. Para entrar había que portar títulos. Y recientes.

La FIFA pule los detalles

En 1997 la FIFA adelantó las fechas a diciembre y expandió la nómina de participantes a Oceanía y al campeón del mundo. Ocho equipos repartidos en dos grupos. Semifinales entre los dos primeros y final. Un Masters, pero en fútbol. Todavía tenía que asentarse algo más en el imaginario colectivo. Los cambios de fechas de las siguientes ediciones, y algunas decisiones, no ayudaron a limpiar esa pátina de bolo de selecciones. En México 1999 se jugó entre el 25 de julio y el 4 de agosto. En Japón y Corea del Sur 2001, entre mayo y junio. En Francia 2003 y Alemania 2005 ya se centró exclusivamente en junio. Las fechas habían cuajado. Pero la FIFA, en su esfuerzo por inculcarle seriedad y oficialidad al asunto, aún no había terminado de esculpir a la criatura. La cita germana fue considerada un ensayo del mundial del año siguiente. Crearía escuela. Nada como poner a prueba las instalaciones y el músculo organizativo.

Desde Alemania la Copa Confederaciones pasaría a disputarse cada cuatro años, durante una quincena del mes de junio, en la sede del organizador del siguiente mundial. Invitando a los campeones de las seis Confederaciones y al campeón mundial, pero teniendo en cuenta a los subcampeones ante posibles coincidencias. En Brasil 2013 Italia acude como subcampeona europea, ya que España acude con el peso de la estrella. Un mundial en miniatura, cuentan algunos. Un Mundialito. Y otra fuente de promoción y negocio para el máximo gobierno del balompié. Cuando debute Haití en Brasil 2013 habrán sido 30 los países que han disputado el torneo.  A la Copa Confederaciones no le falta ni su bota de oro, ni su guante de oro ni su Golden ball particular. Brasil domina varias parcelas en el palmarés. Eso sí, Ronaldinho comparte el pichichi histórico con el mexicano Cuauhtémoc Blanco: nueve goles. Lo que ha dado de sí el empeño del petrodolar. Y lo que dará.

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