Con puntualidad, tres horas antes del inicio del partido entre el Real Madrid y el Barcelona, comenzaron los cacheos y los controles establecidos en los alrededores del estadio Santiago Bernabéu, convertido en un búnker para alejar cualquier amenaza tras los atentados terroristas que sufrió París hace ocho días. La exhaustividad en los registros provocó colas en los accesos al estadio, pese a que la mayoría del público siguió la recomendación policial de acudir pronto.
Por fortuna, la operación se desarrolló con normalidad y no hubo incidentes antes del encuentro.
El estadio madridista y sus alrededores se convirtieron en un fortín que parecía inexpugnable. El dispositivo de seguridad, el más amplio jamás montado en España para un encuentro de fútbol, echó a andar para los primeros aficionados que, obedientes a las recomendaciones de las fuerzas de seguridad, comenzaron a pasar con mucha antelación los primeros controles policiales situados en las calles cercanas al recinto deportivo.
Los 1.100 policías (que incluyen Tedax, caballería, helicópteros, una unidad de subsuelo y perros rastreadores), registraron con meticulosidad a todas las personas que intentaban acercarse al estadio blanco.
En el primer anillo de protección, al final de la calle Concha Espina, un par de policías nacionales revisó bultos y pasó un detector de metales a cualquiera que se dirigiera hacia el estadio.
El segundo anillo, ya en la calle Padre Damián y alrededores, se abrió a las 16.15, a dos horas del inicio del partido, cuando pudieron acceder los espectadores al estadio Santiago Bernabéu, un búnker antes del pitido inicial. El tercero, en los tornos del estadio, ceró el círculo de seguridad del Santiago Bernabéu.
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