Carolina Rodríguez: "La medalla es casi imposible en Londres"

Carolina, haciendo equilibrios en la Residencia Blume
Carolina, haciendo equilibrios en la Residencia Blume
JORGE PARIS
Carolina, haciendo equilibrios en la Residencia Blume

26 años y le llaman vieja. Cosas de un deporte en el que a los 8 años ya tienes que dar lo máximo de ti. Así lo hizo Carolina Rodríguez, nueve veces campeona de España, diploma olímpico en Atenas, y así lo hará en Londres, donde aspira a meterse entre las 10 mejores gimnastas del mundo, una misión no imposible, pero casi. Como todo reto que se le cruza por la vida, ya lleva unos cuantos y no todos fáciles de superar, esta leonesa lo afrontará con su espíritu guerrero y una sonrisa eterna.

Dos competiciones en las últimas semanas previas a los Juegos (Nacionales y torneo en Bielorrusia), ¿no es un poco arriesgado?

Por un parte sí lo es, depende de cómo te encuentres tú. Yo ahora estoy como un toro y me viene bien practicar mi nuevo ejercicio.

El noveno título de España no fue del todo dulce, ¿no?

Sí, porque en el último ejercicio fallé, no entré con la concentración necesaria y pasó lo que pasó. Me he comido la olla bastante por eso y soy muy pesada porque estoy varios días con eso en la cabeza. No salí contenta de esa competición.

¿Qué va a pasar en los Juegos?

Hace dos años ni los buscaba, soy una gimnasta veterana. Quiero llegar a esa final de las 10 mejores, aunque sé que es complicadísima. Los primeros puestos ya casi están ocupados, pero si hago la competición de mi vida es posible que lo consiga. De ilusiones también se vive.

¿La medalla es imposible?

Sí, hay que ser realista. O todas se caen, o la medalla no es posible. Rusia está en otra esfera, un nivel por delante.

¿Nunca se planteó entrenar allí?

No sé si realmente compensa irse allí y sacrificar tantas cosas de tu vida. Yo soy muy feliz como estoy ahora.

¿Cómo es un día en su vida?

Madrugo mucho. Empiezo el físico con el marido de mi entrenadora, luego entrenamiento hasta mediodía y por la tarde otra vez. Y muchísimo tratamiento con el fisio. Hago una media de unas seis horas diarias.

¿Le queda tiempo libre para algo?

Siempre queda si te organizas bien.

¿Son reales las leyendas sobre los durísimos entrenamientos de las gimnastas, su escasa alimentación...?

Creo que hay más índice de anorexia en las chicas normales de la calles de las gimnastas. Para practicar gimnasia ahora, hacer todos esos ejercicios tienes que estar muy bien alimentada, porque si no, a la mínima te rompes. Creo que el tema ese de la anorexia es más de la calle, de las modelos, de llevar una talla u otra.

¿La cabeza como la entrena?

Es importantísimo entrenarla. El mínimo desliz de cabeza te pasa factura. Yo cuanto estuve lesionada de ligamentos, fue mi cabeza la que dijo que iba a estar en el torneo como fuera, porque los médicos me dijeron que no. Y lo conseguí. La cabeza lo hace todo. Mi problema muchas veces es la cabeza, si ella quiere, el cuerpo quiere.

¿Nota que el cuerpo le pasa más factura que a amigas suyas de su edad que no son gimnastas?

En parte sí, pero es que hemos llevado vidas muy diferentes. Sí que hay veces que llega el fin de semana y me dicen que salga y yo, pues no me apetece mucho porque estoy cansada. Y me dicen que estoy apaisanada y soy una abuela. Pero cuando lo deje, estaré como una rosa.

¿Fastidia que le llamen veterana con 26 años?

No fastidia, pero es que aquí desde niña estás compitiendo. Es un deporte más corto pero más intenso. A mí esto me ha hecho madurar muy pronto.

¿Lo que más le costó sacrificar?

Pues quizás mi familia. Yo no lo tenía tan fácil como las otras niñas, porque mis padres son sordos y cuando me vine a Madrid, pues no podía hablar por teléfono con ellos como el resto. Lo hacíamos por mensajes y messenger.

Le escuché que para su deporte fue una ayuda que sus padres fueran sordos...

Sí, porque mi deporte es muy estético y yo tengo que transmitir mucho, y con mis padres siempre tuve que transmitirme por gestos desde pequeña. Hay pocas gimnastas en el mundo que puedan transmitir tanto.

¿Rompió algún crucifijo en la iglesia dónde entrenaba?

No, porque los habían quitado, menos mal, pero si hacía algo mal me tenía que ir a rezar dos Padrenuestros.

¿Me cuenta el ritual que sigue con su entrenadora antes de cada competición?

Rezamos una oración y al final de esa oración, me da tres besos, yo beso tres veces su crucifijo y nos decimos tres frases que ella empieza y yo termino en la última sílaba. 'Te quiero mu-CHO, eres mi niña boni-TA, tienes que hacer que se cague la pe-RRA'. Es todo tan religioso que el final impacta.

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