Carolina Marín, la reina del bádminton mundial que sufría 'bullying' de pequeña

Carolina Marín muerde la medalla de campeona del mundo al estilo de su ídolo Rafa Nadal.
Carolina Marín muerde la medalla de campeona del mundo al estilo de su ídolo Rafa Nadal.
EFE
Carolina Marín muerde la medalla de campeona del mundo al estilo de su ídolo Rafa Nadal.

Carolina Marín no tiene techo. Después de convertirse en la primera mujer en conquistar cuatro títulos europeos de bádminton, también ha sido la primera en ganar tres Mundiales. Su victoria sobre Pusarla Sindhu, una de sus mejores amigas en el circuito pero también una de sus archirivales, fue toda una demostración de su inquebrantable voluntad y de su innegable filosofía: "Puedo porque pienso que puedo".

Lo logrado en Nanjing, además, la coloca en lo más alto de la historia de este deporte que, hace no tanto, sólo conocían en Asia. Ser una pionera en España ha supuesto mucho sacrificio para ella, tanto ahora como de pequeña, cuando llegaba del colegio llorando porque se metían con ella.

Sin embargo, nunca se rindió. Sabía que con trabajo y sacrificio podía llegar a ser una gran deportista, y cuando lo fue, subió un escalón más, y otro, y otro... Hasta ser la mejor de la historia. No ha sido un camino nada fácil. Ella misma es consciente de que ha atravesado un momento muy duro, un 2017 en el que el esfuerzo de Rio 2016 le pasó factura y en el que cayó en la final del Mundial. La cita de este año sabía a venganza, y vaya si se la tomó.

Su mayor referente, como el de muchos, es Rafa Nadal. Su capacidad de sacrificio, su innegable garra y carácter y la condición irrenunciable a no rendirse nunca son sólo algunos factores comunes que les unen.

Como su ídolo, la onubense también quiere convertirse en la punta de lanza de este deporte. El crecimiento del bádminton en España es lento, pero firme. Y lleva un incofundible sello femenino.

Según datos oficiales del Consejo Superior de Deportes, el número de licencias españolas en 2016 era de 7.565, de las cuales 3.136 son de mujeres, algo más de un 41%. Diez años antes, en 2006, había 5.687 licencias, de las que 2.458 (43%, una proporción similar) eran mujeres. 2.000 licencias más en una década, en plena ebullición de Carolina Marín, ¿es suficiente, vistos los éxitos que lleva consigo una mujer que si en España ya empieza a ser reconocida, en Indonesia o India es toda una celebridad?

Su enfrentamiento con la Federación

Igual que Carolina Marín es consciente de su importancia como deportista nacional, también lo es como punta de lanza del bádminton. Se ha puesto a sí misma la losa de intentar llevar a lo más alto el bádminton español y convertirlo en un fenómeno de masas. Por eso, no duda en criticar pública y privadamente a la Federación Española de Bádminton, si así lo necesita.

A David Cabello, el presidente del organismo, ya le ha tocado tragar saliva en más de un acto público ante las críticas que le ha realizado Marín. Una de las últimas fue en la recepción que hubo en el Consejo Superior de Deportes tras el Europeo por Equipos, en el que las féminas se colgaron el bronce.

"Me hubiera gustado conseguir un oro o una plata mínimo. Hemos logrado una de bronce y no nos conformamos. Os incito a que en dos años podamos luchar por la medalla de oro. A nivel de selección no sé si se ha hecho todo lo que se podía hacer en cuanto a planificación porque conozco el potencial que hay en el bádminton español y no tengo duda de que el rendimiento puede ser más de lo que hay a día de hoy", pidió, con la mirada fija en Cabello.

El bádminton español goza de buena salud, pero no es suficiente. Carolina Marín quiere conseguir más, no sólo de manera individual, sino colectiva: España puede porque tiene que pensar que puede. La pelota, o más bien el volante, está ahora en el tejado de las autoridades.

Mientras llega ese salto de calidad que pide, Carolina Marín sigue aumentando su palmarés: tres veces campeona del mundo, cuatro veces campeona de Europa, número 1 del ránking BWF en varias ocasiones y campeona olímpica en Rio 2016. A sus 25 años, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 no son un objetivo: son una obligación.

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