
"Aquí le pegas una patada a una piedra y salen 20 velocistas", dicen por tierras de Bob Marley. Toda la razón. Desde hace...pónganle cinco años, Jamaica se ha comido al coloso yanqui a la hora de producir balas humanas. Frente a la constante sospecha exterior, no se llega a los guiñoles pero casi, allí buscan razones naturales para explicar la fórmula del éxito: la alimentación, los genes...Usain Bolt (Jamaica, 21 de agosto de 1986), el relámpago, añadiría una más: los nuggets de pollo. Se los zampa por docenas.
A Usain, leyenda viva del atletismo mundial por derecho propio, hombre milagro en Pekín, hombre milagro en Berlín (carrera-récord, carrera-récord), le ha salido un grano que atiende al nombre de Yohan Blake (Jamaica, 26 de diciembre de 1989). Es jamaicano como su viejo rival Asafa Powell; es amigo como su viejo rival Asafa Powell, pero a este no puede controlarle en las grandes carreras. Blake cree que puede ganarle, y le gana.
Usain y Yohan protagonizarán en los próximos Juegos de Londres uno de los grandes duelos. Al igual que Valentino Rossi con Lorenzo, Bolt aplaudió y elogió los avances de su compañero hasta que este comenzó a adelantarle por la derecha. Primero sucedió en los Mundiales de Daegu, donde Bolt, orgulloso de no haber cometido una sola salida falsa en su vida, la fue a pifiar en la gran final y fue descalificado, show mediante. Blake, un trueno, voló hacia el oro sin dificultad, mientras desde la distancia, el lesionado Asafa Powell vaticinaba en El País un cambio de roles: "Veremos si la amistad entre ellos se mantiene ahora igual".
Desde entonces, uno y otro corren hacia el mismo punto pero por caminos diferentes. Glenn Mills, el fabricante de velocistas, mantiene a sus galgos separados hasta la cita olímpica. Ardua tarea la de Mills, velocista frustrado que a los 14 años ya supo que lo suyo no sería correr, sino ayudar a volar. Tanto Usain como Yohan lo ven como un segundo padre: a Bolt le sacó de la discoteca y evitó que se convirtiera en un nuevo Ronaldinho –descomunal talento desperdiciado-, a Blake le modeló hasta convertirlo en lo que es, un diamante ya pulido. Mills calla cuando le preguntan a quién quiere más.
El favorito en Londres, porque se lo ha ganado, es Bolt. 196 centímetros contemplan a este bólido amante de los flashes cuya frecuencia de zancada es inalcanzable: 41 necesitó en Pekín para sellar la medalla de oro y destrozar el récord mundial, bajándolo a 9.69. A cada paso, avanzó 2,44 metros. Dix, bronce en aquella maravillosa noche en El Nido, necesitó 44. Solo un año después, idénticos parámetros y 9.58 para Usain Bolt en los Mundiales de Berlín. "Creo puedo correr en 9.40 y pico", ha dicho. Y si lo dice, hay que creerle.
Blake es un armario de músculos (1,81 y 80 kilos), de la vieja escuela: enorme culo, bajo torso y piernas como propulsores. Bolt no se fía, y hace bien. "Me quedan unas semanas aún y mi preparador me ha dicho que todo va bien, así que estoy tranquilo", debió justificar el pasado 29 de junio, cuando Blake le barrió en los 100 y 200 metros de los trials jamaicanos. En el hectómetro Blake firmó la cuarta mejor marca de la historia, 9,75, razón suficiente para dudar. En Londres ¿llegará antes el trueno o el relámpago?
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