Daniel Rosal, jefe de marca de Speedo, creador del LZR, lo simplifica todo: "Es un bañador que ayuda a que se levante el culo".

Cuatro años ha tardado en salir del laboratorio el LZR, que cumple las normas impuestas por la Federación_Internacional de Natación (FINA) para su homologación: no cubre por encima del cuello, por debajo de los tobillos, las manos, no flota y todo el mundo tiene acceso a él, cuando en junio llegue a las tiendas por un precio cercano a las 500 euros.

Las críticas hacia el bañador se dirigen a los dos últimos puntos. "El bañador incumple la normativa FINA", declara el entrenador de natación Paul Wildeboer.

"Quién diga que flota, que lo tire al agua. El bañador no tiene flotabilidad, pero sí proporciona al nadador esa sensación", se defiende Rosal, que anuncia que "en los Juegos Olímpicos pondremos a disposición de todos los nadadores el acceso a estos bañadores gratis".

Repele el agua

Sí, parece mentira, pero el "bañador repele el agua", cuenta Rosal. Su fabricación con un tejido muy fino hace que no se moje apenas y que en cinco minutos esté seco.

Además, el bañador consta de una serie de paneles de poliuretano que comprimen el cuerpo y permiten que el nadador se canse un 5% menos.

Por el momento, no hay estudios científicos que prueben la mejora en tiempo que proporciona, pero está entre las dos décimas cada 50 metros.

Es por ello la abundancia de récords en pruebas cortas. Eso sí, "mejora en un 50% el esprín y los giros", cuenta la doble medallista europea Erika Villaécija.

El LZR será el arma que vestirá Michael Phelps en la búsqueda de la mayor hazaña olímpica: igualar o superar los siete oros de Spitz en Múnich. "Con él voy como una centella", ha dicho la máquina de nadar norteamericana.