La novia pizpireta del portero blanco o la amante estentórea del centrocampista rojiblanco me importaron siempre un comino.Me consta que así ocurría, y continúa ocurriendo, con la mayoría de mis compañeros. Quiza, la nuestra, sea una especie en vías de extinción. Viene la cosa a cuento por el interés que últimamente muestra la prensa del corazón por la vida privada de los deportistas. El último asalto ha sido a la yugular de ese crío, 19 abriles, llamado Rafa Nadal. Un pipiolo que está saliendo del cascarón y que lo que menos precisa, ahora, es que cada vez que le atice un besito con rosca a una vecina, haya un bujarrón, armado de teleobjetivo, espiando. Ésa es la mejor manera de convertir a l rapaz en un gilipollas.
Asalto a un joven corazón
En todos estos años ejerciendo esta hermosa profesión, periodismo deportivo, nunca, jamás, se me ocurrió interesarme por otra cosa que no fuera el poderoso remate de aquel delantero, la extraordinaria gambeta del 7 azulgrana, el revés de ese zurdo o el sprint de Induráin.
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