La pesadilla de Morata: una misteriosa lesión, ansiedad e insultos por la calle

Morata, con el Chelsea.
Morata, con el Chelsea.
EFE
Morata, con el Chelsea.

Álvaro Morata dejó el Real Madrid en dirección al Chelsea por una millonada. Su marcha fue bien acogida por algunos sectores del madridismo y muy criticada por otros, que veían cómo perdían un delantero nato en favor de un Karim Benzema cada vez más criticado. Tras empezar bien con el equipo londinense, poco a poco se ha ido hundiendo, especialmente después de una lesión que le ha sumido en un estado de ansiedad constante y que ha jugado en su contra.

Él mismo relata cómo comenzó todo, en una entrevista en 'Marca': "Todo empezó de manera preciosa. Todo el mundo me quería, metía goles, pero ahora es distinto. La gente me dice cosas por la calle y no saben lo que he pasado. La que lo sabe es mi mujer, que es la que vive conmigo, mi familia. Prefería haberme roto un músculo y estar tres meses fuera a no saber muy bien lo que tenía. Quería jugar, seguir marcando goles, pero no podía. No sabía lo que tenía. El médico del Chelsea sí que lo sabía, pero fuimos a ver a dos doctores en Inglaterra y no daban con ello. Fuimos a Alemania y lo que pasó allí fue muy difícil para mí".

La dolencia de Morata le obligó a decidir: o parar y apostar por un tratamiento de reposo, o jugársela con uno más agresivo para seguir jugando. Decidió esto último, aunque implicase viajar a Alemania a recibir unos dolorosos pinchazos en la espalda. "Dolía mucho y tenía que regresar a Londres para entrenarme al día siguiente. Creo que me equivoqué. Tenía que haber parado. Cuando se está lesionado, se está y punto. Puedes jugar un partido, pero no puedes arrastrarlo un mes y encima no tuve suerte durante ese tiempo. Si en algún partido de esos hubiera marcado, algo habría cambiado. La cabeza es la que manda, la que pilota todo...", se lamenta ahora, meses después.

La noticia de su próxima paternidad le llenó de ilusión, pero también de ganas de demostrar que podía reivindicarse... y todo se precipitó. "El día anterior a jugar contra el West Ham, me dijeron que iba a ser padre. Quería jugar, pero en el calentamiento no podía ni moverme. Le dije al médico que me pinchara porque tenía que jugar. Me hacía ilusión dedicar un gol a los que serán mis hijos y, a partir de ahí, entré en una dinámica en la que no quería parar por querer demostrar. Todo fue mal", rememora.

El dolor era tal que no sólo no podía jugar, sino que no podía hacer vida normal. "Llegaba a casa de los partidos y de los entrenamientos y me tenía que pinchar un par de veces porque no aguantaba el dolor. (...) Estaba cenando o conduciendo y, de repente, me daba un pinchazo y tenía que parar. No podía ni conducir", recuerda, y confiesa que se lo guardaba para él, los suyos y el médico.

Toda esta situación le ha acabado pasando factura. Morata ahora mismo está con un pie fuera de los planes inmediatos de la Selección española para el Mundial de Rusia, con Iago Aspas, Rodrigo o Diego Costa muy por delante de él en las apuestas.

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