Alemania vive un día de fiesta y patriotismo

Alemania desborda ya patriotismo desde el arranque del Mundial 2006, un torneo asumido como "empresa nacional" por el anfitrión, que con la victoria inaugural por 4-2 ante Costa Rica quedó sumergido por la ola futbolística colectiva.
Uno de los momentos que ofreció la fiesta de inauguración del Mundial 2006
Uno de los momentos que ofreció la fiesta de inauguración del Mundial 2006
Efe
Uno de los momentos que ofreció la fiesta de inauguración del Mundial 2006
La inauguración fue un derroche de "alemanidad", desde el retumbar de tambores bávaros y el discurso del presidente del país,
Horst Koehler, único orador de la gala. El partido ante
Costa Rica remató la labor.

El primer tanto del Mundial saltó a los cinco minutos y fue a favor del marcador de Alemania, por obra Philipp Lahm. Un regalo para el anfitrión ansioso de lucirse, al que siguió el jarro de agua fría, en el minuto doce, Paolo Wanchope.

Miroslav Klose puso el mundo en orden, con dos goles. Costa Rica siguió luchando y Wanchope marcó su segundo gol, pero no evitó la victoria alemana, agrandada aún con un cuarto gol de Torsten Frings. Con el silbato final saltó la inmensa ola colectiva, desde el estadio de Múnich y con impacto en todo el país.

Alemania es "sólo" el país organizador y la FIFA el auténtico dueño del Mundial, pero el torneo tiene aires de catarsis nacional.

Koehler, al margen de dar la bienvenida en cuatro idiomas -alemán, inglés, francés y español-, sólo habló en su lengua.

Luego, tras saludar a los "aficionados de todo el mundo" y recordar el lema del Mundial -"El mundo, entre amigos"-, dio "explícitamente las gracias" al presidente del comité organizador, Franz Beckenbauer, y se limitó a estrechar la mano del "mandamás" de la FIFA, Joseph Blatter.

Al "kaiser" Beckenbauer se debe, como saben Koehler y resto de compatriotas, que Alemania sea el país anfitrión. La espera se hizo larga, pero el Mundial "empezó por fin", dijo Koehler, quien con su discurso dio por inauguradas "cuatro semanas de fútbol, fútbol, fútbol", para el mundo entero y desde Alemania.

La inauguración estuvo marcada por buen folklore bávaro, salpicado por incursiones al hip-hop. Lo más emotivo fue el desfile de los más de 150 campeones del mundo de fútbol, con Pelé como figura emblemática, portando con Claudia Schiffer la Copa del Mundo.

Fue una ceremonia corta, con parte del graderío vacío y con la canciller, Angela Merkel, compartiendo palco con el presidente de Costa Rica, Oscar Arias, y el de la Comisión Europea, Jose Manuel Durao Barroso.

Las inauguraciones no levantan pasiones, el fútbol sí. "Que el fútbol una el mundo", proclamó Koehler.

El país entero era ya, mucho antes del inicio del partido, un panorama de calles desiertas, mientras miles de almas tomaban posiciones debajo de cada una de las 400 pantallas gigantes repartidas por Alemania o ante el televisor de casa.

Que el fútbol una al mundo

El parque olímpico de Múnich quedó saturado con más de 35.000 aficionados ansiosos de seguir el partido desde ahí. La denominada "milla del aficionado" junto a la Puerta de Brandeburgo, en Berlín, estaba asimismo superpoblada desde primera hora de la tarde

Alemania, campeona del Mundo en 1954, 1974 y 1999, se siente invadida por un patriotismo inusitado en un país que, por su historia, aún expresa con cierta timidez sus pasiones nacionales.

Desde hace unos días, y seguramente mientras dure el Mundial -si la selección de Jürgen Klinsmann no cae eliminada-, el paisaje habitual se verá alterado no sólo por los aficionados de todo el mundo, sino también por la marea de banderas alemanas.

Que se recuerde, nunca hasta ahora se habían visto circular automóviles con la bandera nacional a todas horas desde días antes del primer partido.

Una excepción visible al derroche de patriotismo fue Lukas Podolski, quien en contra de las instrucciones del "0", que había pedido a los jugadores que entonasen el himno, quedó con los labios cerrados mientras el resto demostraba saberse el texto.

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