¿Ha tirado Reese Witherspoon su Oscar a la basura?

Desde que ganó su estatuilla, la actriz de 'Election' se ha especializado en roles olvidables y sin fuste. Con 'Esto es la guerra' a punto de llegar a las taquillas, nos preguntamos: ¿hicimos bien pensando que tenía talento? Por YAGO GARCÍA
¿Ha tirado Reese Witherspoon su Oscar a la basura?
¿Ha tirado Reese Witherspoon su Oscar a la basura?
¿Ha tirado Reese Witherspoon su Oscar a la basura?

Entre el torrente de estrenos que nos llega cada semana, Esto es la guerra no destacaría en exceso en circunstancias normales: una comedia romántica de gran estudio, que juega al cruce de géneros hibridándose con el cine de espías para redondear así su target. Por un lado, las chicas (según los estudios de mercado, ojo) se verán atraídas por el triángulo amoroso de la historia. Y, gracias a la promesa de tortazos y explosiones a tutiplén, los maromos no protestarán cuando ellas insistan en comprar su entrada. Un filme discretito, vamos, de esos que hacen su caja y desaparecen camino del videoclub o el streaming… Si no fuese por los nombres implicados.

Vamos a ver: por la parte masculina tenemos a Tom Hardy (tomándose un respiro tras El topo y antes de El caballero oscuro: la leyenda renace) y a Chris Pine, que con algo tendrá que entretenerse entre entrega y entrega de Star Trek. Y por la femenina, como vértice superior del triángulo… a Reese Witherspoon. ¡Un momento! ¿Estamos hablando de la misma Reese de Election? ¿La que se coronó como actriz mejor pagada de Hollywood en 2007? ¿La ganadora de un Oscar por En la cuerda floja? Entonces, ¿qué hace por aquí, si con esas credenciales debería estar cazando papelones como una una Kate Winslet de la vida? ¿Hicimos bien en pensar que era una gran actriz en potencia, y no una pija megapetarda? Ese es el enigma que trataremos de esclarecer.

Creíamos en ellareese_witherspoon_alexander_payne_election

La verdad, mentiríamos como bellacos si dijésemos que la Witherspoon entró en Hollywood por la puerta de lo chungo y lo arriesgado. Hija de un cirujano militar y una pediatra, ambos de familias ricas y con abolengo, esta sureña de Nueva Orleans pisó los platós por primera vez con Verano en Louisiana, filme que Reese rodó con 14 añitos. Pese a ser una historia de amor adolescente tirando a ñoña, Verano en Louisiana le ganó a Reese alabanzas del mismísimo Roger Ebert. Conforme se sucedían los años, nuestra heroína fue figurando en películas de escaso interés (como Pasión obsesiva, junto a un Mark Wahlberg maltratador) hasta que, ya con la pubertad concluida, nos dio pruebas de que ella no era sólo una naricilla respingona más.

Las pruebas de marras llegaron entre 1998 y 2000, y se titularon Pleasantville, Crueles intenciones, Election y American Psycho. El primero de estos filmes fue una encantadora pieza de culto, en el que también halló su plataforma un Tobey Maguire alevín. Crueles intenciones, un remake de Las amistades peligrosas pasado por el filtro teen, nos demostró que Reese tenía un registro oscuro muy aprovechable. De Election, poco cabe decir salvo que es una de las mejores obras de Alexander Payne, y que no sería tan divertida sin el trabajo de Witherspoon como la lideresa adolescente Tracy Flick (dándole la réplica a todo un Matthew Broderick). Y en American Psycho, uno de los primeros filmes de culto del nuevo milenio, probó de nuevo su versatilidad como la ‘novia-florero’ del mismísimo Christian Bale. Todo muy bonito… Pero algunos dirían que la cosa comenzó a torcerse justo entonces.

“Lo que diga la rubia”reese_whiterspoon_rubia_legal

A estas alturas, la Witherspoon tenía entre sus manos una reputación creciente, y uno de los mayores galardones a los que un actor de EE UU podía aspirar en los dosmiles: una intervención en Friends. Pero la razón de la discordia viene ahora, y su título (como habrás adivinado) es Una rubia muy legal. Vale, ella ya había dejado claro que Tracy Flick no era su papel favorito, y que sus miras estaban puestas en otro tipo de pelis, pero hay que ser muy adicto al cine petardo para adjudicar a Elle Woods (la abogada rosada de Beverly Hills) otro valor que no sea el del chiste.

Se ve que Reese es precisamente de esas, porque tras participar en La importancia de llamarse Ernesto, uno de esos pastiches a costa de Oscar Wilde que monta Oliver Parker (El retrato de Dorian Grey, Supercañeras), y en la olvidable Sweet Home Alabama, repitió en la indefendible Una rubia muy legal 2 (2003) y, para colmo, ejerció como productora en Unas rubias muy legales. Para saber más sobre dicho engendro, repasa nuestro informe sobre secuelas infames directas a vídeo.

“La sucesora de Meg Ryan”reese_witherspoon_joaquin_phoenix_cuerda_floja

Después de La feria de las vanidades, uno de esos filmes de época concebidos como vehículo de lucimiento (que, en este caso, salió mal), Witherspoon parecía condenada a arrastrar para siempre ese sambenito, que le fue colocado por el crítico John Harkness en 2002. Harkness, por cierto, remataba el comentario sentenciando: “Es una pena, porque su carrera anterior nos demuestra que podría haber sido mucho más”. Y nosotros estamos plenamente de acuerdo: su interpretación de June Carter en En la cuerda floja brillaba tanto por la complejidad del papel, y porque una actriz brilla más si tiene a Joaquin Phoenix (interpretando a Johnny Cash, nada menos) como partenaire. Pero desde que recibió la estatuilla, y desde que su caché se disparó hasta los 11 millones de euros por película, esta chica no nos ha dado más que disgustos.

Porque, ¿se puede pasar a la historia con ¿Cómo sabes si…?, un trabajo en el que Owen Wilson y Jack Nicholson parecían hasta abochornados de participar? Para una actriz con una estatuilla en la repisa, ¿tiene sentido involucrarse en Agua para elefantes, ese producto que –según se distinguía a kilómetros- sólo tenía como objeto promocionar a Robert Pattinson como actor serio? Y, finalmente, ¿tan poco le gustan los desafíos a Reese Witherspoon que se ha resignado para siempre al mundo de las comedietas, los dramas de boatiné y los productos industriales? Parece que esa es la triste realidad. Culpables, nosotros, por haber confiado en sus posibilidades cuando era más joven.

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