Se esperaba un golpe en la mesa de Tadej Pogacar en la undécima etapa del Tour de Francia y quien lo dio fue el danés Jonas Vingegaard, corredor del Jumbo Visma que no sólo se alzó con la victoria en el Col de Granon con un ataque espectacular a falta de cinco kilómetros, sino que le quitó al esloveno el maillot amarillo, que ahora ostenta con una ventaja de casi dos minutos y medio. 

La pájara de Pogacar fue de aupa, la primera vez que el genio adolescente demuestra qué es humano. La táctica del Jumbo, leña al mono, salió a pedir de boca.

El hasta ahora líder mandó sobre el grupo de favoritos durante el ascenso al Galibier, segundo puerto histórico del día después de las curvas del Lacets de Montvernier, que volvieron a dejar espectaculares imágenes y una guerra sin cuartel: mientras los Thomas, Yates y resto de favoritos permanecían en primera fila, Vingegaard y Roglic volvían loco a Pogacar, con interminables ataques siempre respondido por el esloveno. Y cuando los ratones descansaban, el propio gato les atacaba. Un día más, Tadeo pedaleba sobrado. O eso parecía.

En ese grupo de grandes nombres no estaba Enric Mas, que entró a ocho minutos, en otro día para olvidar del corredor español y del Movistar, que no estuvo a la altura de las expectativas que tanto coqueteaban con la opción de podio al inicio de la ronda gala. Tras la undécima etapa, se coloca décimo a 9’ 29 del líder. El cajón de París es misión casi imposible.

De la llanura terrestre, el pelotón fue enfilando las nubes del Col du Granon: 30 grados a la sombra y aires de tormenta. A poco más de cinco kilómetros para el final, todos los ojos estaban puestos en Pogacar, pero el del UAE se quedó totalmente fuera de juego cuando Vingegaard atacó en el último puerto del día, poco después de que lo hiciera Nairo Quintana, que terminó entrando en segunda posición. El colombiano es ya actor secundario, pero le sobra calidad.

A medida que se empinaba la carretera camino a la meta situada en los 2.413 metros de la cima del puerto francés, Vingegaard fulminaba a todo el que se encontraba por delante, desde los iniciales escapados como el líder de la montaña Simon Geschke, hasta al propio Nairo, que subió como un avión pero no pudo hacer nada ante el vendaval danés.

Y por detrás, Pogacar se desabrochaba el maillot, boqueba como pez fuera del estanque y comenzaba a ceder minutos. El último repecho se le hizo eterno antes de cruzar la meta en el día en el que todos daban por hecho que afianzaría el reinado. Está herido, pero no muerto: «No me encontré bien, pero ahora es mi turno de atacar», diría después.

La victoria de Vingegaard, equipo más en forma del pelotón, supone una revolución en la general que pone al esloveno del UAE tercero y en la obligación de dejarse el alma en una de las etapas más esperadas, la quehoy ascenderá al mítico Alpe D’Huez: 21 curvas de herradura y un caballo desbocado.