Y después de la final de París, llegó el infierno: "Eran ejércitos de atracadores a la caza de los aficionados"

La historia la cuentan cinco aficionados del Real Madrid: José Francisco Iglesias, su mujer Arancha Cortés y su hija Jimena Iglesias, César Aranguren y Alfredo Gómez. Podrían ser ellos como cientos de aficionados más que a estas horas regresan a Madrid o Liverpool con varias sensaciones entremezcladas.
Un policía intenta controlar a los viajeros tras un robo en el Metro de París.
Rául Rioja
La historia la cuentan cinco aficionados del Real Madrid: José Francisco Iglesias, su mujer Arancha Cortés y su hija Jimena Iglesias, César Aranguren y Alfredo Gómez. Podrían ser ellos como cientos de aficionados más que a estas horas regresan a Madrid o Liverpool con varias sensaciones entremezcladas.
Un policía intenta controlar a los viajeros tras un robo en el Metro de París.
RAÚL RIOJA

La historia la cuentan cinco aficionados del Real Madrid: José Francisco Iglesias, su mujer Arancha Cortés y su hija Jimena Iglesias, César Aranguren y Alfredo Gómez. Podrían ser ellos como cientos de aficionados más que a estas horas regresan a Madrid o Liverpool con varias sensaciones entremezcladas. Hay de todo: una parte, la madridista, que habla de celebración, fotos en la Torre Eiffel o un grito hasta la afonía tras el tanto de Vinícius y la decimocuarta. Pero el viaje a Francia y la final de la Champions en Saint-Denis tiene un recuerdo secundario, una película de terror en la que miles de hinchas fueron protagonistas.

Amanecía el sábado cuando estos 5 amigos aparcaron la furgoneta en el barrio de Saint-Denis. Habla José Francisco: "Aparcamos en el barrio y llegó un chico que se plantó frente a nosotros y con el traductor de google nos dijo ¿sabéis dónde estáis aparcando? y nos pidió 50 euros para proteger la furgoneta. Le terminamos dando 40, así que echó una foto y la pasó a su banda, supongo". Terminaría intacta.

Después llegó el partido, y el caos: "Allí no había anillos de seguridad ni nada parecido, podía colarse cualquiera y los que se vieron saltando vallas era gente del barrio, de varias razas, a los que ya se veía mirar a todo el mundo, tocar, buscando relojes, móviles", recuerda José Francisco, que apunta: "Así pasó luego, había muchísima gente sin entrada, los vomitorios llenos, aficiones mezcladas. La gente se colaba y podía ponerse donde quisiera".

La situación empeoró al acabar el partido, especialmente para Arancha Cortés y su hija, que no habían entrado al estadio: "Nos fuimos de un bar hacia el metro y ya empecé a ver a cientos de personas del barrio mirándonos, acechando a todos los aficionados, buscando que robar. Llegó la primera carga y todo empeoró, porque alrededor todo estaba cerrado. Llamé a mi marido y le pedí que saliera del estadio porque teníamos mucho miedo, y así estaban centenares de aficionados de los dos equipos".

Y cuando José Francisco salió fuera del campo, se encontró el escenario: "Veías riadas de gente de este tipo yendo hacia el estadio, robando, atracando, con cúters para cortar bolsos. No podía creer lo que estaba pasando, es que eran cientos y cientos. Llegué al metro y la gente salía despavorida de allí abajo, imagínate lo que estaría pasando allí. Lanzaron gas pimienta y nos afectó de lleno".

El puro instinto de supervivencia llevó a los aficionados a buscar la suma de personas, la autodefensa: "Los hinchas se juntaban unos con otros para formar escudos y defenderse mejor, hinchas del Real Madrid y del Liverpool incluso. Luego me enteré de que a muchas chicas las habían desnudado y robado".

La peripecia del grupo no quedó ahí. Ya era madrugada cuando intentaron reunirse para buscar la furgoneta y escapar: "Y entonces desapareció César", recuerda José Francisco. Y le esperaron, y le esperaron, y César no aparecía.

90 euros por salir del barrio

"Yo había salido del estadio cuando noté que alguien metía mano en el bolsillo y me quitaba el móvil. Mi primera reacción fue salir a correr de inmediato tras él y lo perseguí hasta cruzar una esquina: allí había decenas de chicos del barrio mirándome con una cara que no sabía que esperar. Yo grité pidiendo ayuda y la policía llegó pronto, entraron en la casa donde se suponía que estaba el chico y le sacaron ya esposado y todo. Eran las dos de la mañana y solo quería irme pero me obligaron a ir a la comisaría a poner la denuncia. Allí había cientos de hinchas denunciando, sobre todo del Liverpool. Al salir, eran ya las tres y busqué como un loco un coche que me sacara del barrio. Paré a un tipo y me pidió 90 euros para ayudarme. Le hubiera pagado mil euros en esos momentos". 

Pasaban ya varias horas de la noche cuando el grupo volvió a reunirse para poner rumbo a Madrid con muchas cosas que contar: "La gente no puede imaginarse lo que era eso. Eran ejércitos de atracadores a nuestra caza. Allí había peleas, atracos, robos, cargas. Una película de miedo", recuerda Alfredo Gómez. "Ahora lo cuentas, porque no te ha pasado nada, pero no querrás volverte a ver en una así. Y a mucha gente sí le pasó algo".

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