Sevilla y PSG protagonizaron un bochornoso espectáculo al fin de los 90 minutos de la eliminatoria a partido único de octavos de la Youth League, que finalizó con una batalla campal tras el pitido del colegiado. Tras perder por 2-0 en un partido de máxima presión en el estadio Stade Georges Lefèvre, el conjunto andaluz perdió los estribos y sus opciones en Europa.

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El encuentro, arbitrado por Nicholas Walsh, tuvo todo lo que podía tener un partido de máxima tensión. Durante la hora y media de juego se llegaron a contabilizar dos penaltis, once amarillas y dos rojas, un caldo de cultivo que derivó en la pelea colectiva en la que participaron jugadores y técnicos de ambos conjuntos.

Dos goles -precisamente desde los once metros- del PSG, ambos muy protestados por los sevillistas, dieron la victoria al conjunto francés frente al Sevilla, que jugó toda la segunda parte con diez. El combinado hispalense comenzó bien el encuentro y, aunque dio en todo momento la cara, poco a poco se le fue complicando en el feudo del Paris Saint-Germain.

La tensión comenzó a crecer a los 29 minutos de partido, cuando el Sevilla reclamó sin éxito un posible penalti sobre Carlos Álvarez que el árbitro escocés no consideró punible, e incluso amonestó al sevillista por una supuesta simulación. Alrededor de un cuarto de hora después, señaló una pena máxima a favor del PSG, en una acción en la que vio su segunda amarilla el defensa Diego Jiménez.

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El penalti lo convirtió en el 1-0, en el tiempo añadido de la primera parte, el delantero francés Xavi Simons, que engañó al meta Alberto Flores, mientras que en la reanudación el partido se volvió más áspero. En un derroche de energías, el Sevilla, con uno menos, aguantó bien el tipo e incluso buscó el empate, sobre todo en acciones a balón parado, pero fue el PSG, subcampeón en 2016, el que acertó con otro gol de penalti por un agarrón de Sergio a un contrario, marcado esta vez por Sekou Yansané a los 86 minutos, lo que acabó con el sueño del equipo juvenil sevillista.

Tras el pitido final, el árbitro no pudo contener la crispación que había mantenido a raya a lo largo del encuentro, iniciándose una batalla campal que finalmente no pasó de varios empujones.