César Azpilicueta se ha ganado el respeto de sus compañeros no sólo por sus labores futbolísticas, sino por el peso específico en el vestuario. El capitán del Chelsea asume los galones en los partidos que se ponen cuesta arriba, y no solo cuando el marcador va a favor, y también da ese extra necesario para imponerse en momentos críticos.

El Chelsea se impone en una equilibrada final y conquista el Mundial Clubes

El último ejemplo lo dejó en la final del Mundial de Clubes contra el Palmeiras. Acabado el tiempo reglamentario y a siete minutos del final de la prórroga, se pitó penalti a favor de los 'blues'. Algunos compañeros de 'Azpi' se pusieron notablemente nerviosos, pero él no. Todo lo contrario: se echó a los hombros al equipo para quitarles esa presión añadida.

Ocurrió en el momento en el que se pitó el penalti. El español, que había sido víctima de la falta de Luan en el área, cogió el balón y se puso a pasearse en la zona del punto de lanzamiento. Los futbolistas del Palmeiras le rodearon, intentando intimidarle para que se pusiera nervioso antes de chutar. 

Azpilicueta no hizo ningún gesto: sólo iba de arriba abajo hasta que el árbitro separó a sus rivales y les ordenó que se marcharan. En ese momento, el lateral se fue hacia su compañero Kai Havertz y le dio el balón: el encargado de lanzar el penalti iba a ser el joven alemán, no él.

Gracias a esos instantes en los que fingió que iba a ser él el encargado de disparar desde los once metros, Azpilicueta restó toda la presión a su compañero que no falló.

“Fue una táctica porque ya sabía cómo eran los jugadores del Palmeiras. Sabía que irían por el lanzador y por eso cogí el balón. Kai sabía que iba a ser él así que quise quitarle presión. Era un momento decisivo y Kai es de los mejores lanzadores de penaltis. Esperé y escuché todo lo que me dijeron los rivales y funcionó, que es lo más importante”, explicó el exosasunista, que se celebró como el que más el título logrado este fin de semana.