El Mundial de Catar se celebrará entre noviembre y diciembre de 2022 en el país árabe y, a un año de su inicio, la polémica salpica más que nunca al evento futbolístico más importante del planeta. Manchado desde su elección, el torneo genera ruido por los presuntos miles de migrantes muertos que arrastra en la construcción de los estadios y por los oídos sordos de la cultura catarí con respecto a los Derechos Humanos. 

Catar 2022 es objeto de llamamientos al boicot en todo el mundo y organizaciones como Amnistía Internacional están encima de sus ideólogos, especialmente tras las palabras esta semana del director del comité impulsor del Mundial, Nasser Al-Khater, que no sólo niega la cifra de fallecidos que se denuncia sino que anima a los aficionados pertenecientes al colectivo LGTBI a acudir al Mundial, pero sólo si no muestran afecto en público. El escándalo cuenta con varias aristas que repasamos a continuación.

Un Mundial elegido a dedo: intereses económicos y corrupción

El gran problema con Catar no ha surgido este año a raíz de salir a la luz las irregularidades en su preparación, ni con los conflictos occidentales con la cultura del país; todo viene de lejos, en concreto, desde su elección en 2010.

Ya hace once años sorprendió que Catar le ganara el pulso a Estados Unidos en la elección de sede en segunda vuelta de votación, pero años después, en 2019, saltó la bomba: con la detención de Michel Platini, presidente de la UEFA en el momento de la votación, se ponía sobre la mesa un caso de corrupción activa y pasiva que revelaba que se habían comprado votos desde Catar para ganar la partida.

Joseph Blatter, expresidente de la FIFA inhabilitado en 2015, también fue salpicado y suspendido, junto a Platini, ocho años con la prohibición de ejercer cualquier cargo relacionado con el fútbol.

Catar 2022 fue un Mundial comprado y este fue sólo el primero de los problemas, un inicio ya turbio que se ha ido llenando de más y más de lodo con el paso de los años. 

Más de 6.500 migrantes fallecidos en las obras

En febrero de este año, un reportaje de investigación del diario británico 'The Guardian' estremecía al mundo con un dato: alrededor de 6.500 obreros de la construcción habían muerto a lo largo de los años, en pésimas condiciones laborales, mientras trabajaban en la construcción de los estadios e instalaciones de Catar 2022.

De nuevo, Nasser Al-Khater ha salido al paso de estas graves acusaciones y sorprende a todos reduciendo esa brutalidad de cifra a sólo tres fallecidos.

"En Catar han fallecido tres trabajadores del Mundial. Tres. Son datos que nunca hemos escondido. Los datos que ofrecen varios medios se utilizan para crear negatividad y responden a intereses personales. Son absolutamente falsos. Nosotros no reconocemos estos datos. Es un periodismo irresponsable. Parece que todo el que muere en Catar lo hace por el Mundial", ha asegurado.

Pone los pelos de punta la ligereza de sus palabras con un asunto tan delicado y esa sensación de convicción de que la alerta del planeta fútbol con los problemas de Catar se debe a un rechazo sistemático, a modo persecutorio, a la cultura catarí.

Amnistía Internacional denunció en un comunicado en noviembre abusos contra los trabajadores migrantes y exigió medidas "urgentes" para agilizar el proceso de reforma del sistema kafala, legislación laboral basada en el patrocinio. De hecho, desde que comenzó la construcción de grandes infraestructuras para el Mundial han muerto cerca de 6.500 migrantes de países como India, con 2.711 fallecidos, Nepal (1.641) o Pakistán (824), entre otros.

Por si fuera poco, Al-Khater saca pecho con los avances sociales que Catar ha hecho en los últimos años para acondicionarse a los tiempos.

"La gente también debe reconocer las responsabilidades que Qatar ha asumido para avanzar, promulgar leyes, proteger los derechos de los trabajadores y su bienestar", comentó esta semana en su entrevista más tensa.

Una llamada al blanqueamiento de un país que en tema de derechos sociales está muy lejos de lo que se espera de una sede de un evento que aboga por la unión de todos, independientemente de raza, sexo u orientación sexual, pilares del espíritu deportivo, al menos sobre el papel.

En España hemos asistido en reiteradas ocasiones a declaraciones de deportistas patrios, véase el caso de Xavi Hernández, en las que se llega incluso a poner a Catar como ejemplo de avance y democracia. Todo esto cuando hablamos de un país en el que las mujeres necesitan el permiso de sus maridos para trabajar y la homosexualidad está penada con hasta cinco años de cárcel.

Los aficionados que sean LGTBI pueden ir a los partidos... pero no mostrar efecto en público

La última gran polémica, candente esta semana, está igualmente relacionada con la cultura y las leyes de la 'democracia' catarí, ese gran país, en el que la homosexualidad está penada, como apuntábamos, con cárcel.

De nuevo Nasser Al-Khater, en polémicas palabras, anunció con mucha tolerancia que se permitirá a los aficionados LGTBI a viajar al país e incluso acudir a los estadios. Eso sí, bajo ningún concepto se aceptarán muestras de afecto en público porque "está mal visto para todos".

El director del comité organizador del Mundial explica que esto se debe a la naturaleza de su país, "modesta y conservadora" (que no homófoba) y, además, pide respeto:

"Esto es lo que pedimos a los aficionados que respeten. Estamos seguros de que lo harán. Así como respetamos las diferentes culturas, esperamos que sean respetadas", reclama.

Clamor en redes sociales

A la voz cantante de Amnistía Internacional, se suman miles de anónimos en redes sociales que aseguran tener cero interés en la cita mundialista, llamando al boicot del evento.

Pese a todo, el 21 de noviembre de 2022, en principio, echará a rodar el balón en el que, de momento, y con el silencio y la complicidad de FIFA y federaciones, es sin duda el peor Mundial de la historia.