De las 24 lágrimas de Llull a la pausa de Vinícius

Sergio Llull y Vinícius.
Sergio Llull y Vinícius.
EFE
Sergio Llull y Vinícius.

Si echábamos de menos los domingos de altos vuelos, no imaginábamos que íbamos a contemplar al monoplaza de Verstappen sobre la cabeza de Hamilton para recobrar el glamour de antaño en la Fórmula 1, con los dos mejores pilotos del Mundial peleando cada centímetro. Una nueva imagen icónica para este deporte, también necesitado de reconectar con los nuevos públicos.

En cuestiones más domésticas, la Liga siempre debería empezar cuando las plantillas ya están confeccionadas y el mercado cerrado. Entonces, con el primer parón de selecciones ya superado, empezamos la primera Liga DM, o sea después de Messi.

Para empezar, el vigente campeón se presentó en Cornellá con un equipo más imponente en sus nombres que viendo su fútbol. Juntar a Oblak, Koke, Llorente, Carrasco, Griezmann, Correa y Suárez son palabras mayores. 

De momento, donde no alcanza el juego, llega el cronómetro extendido de la Liga europea donde menos minutos se juega y donde se ha decidido estirar los tiempos suplementarios. El Cholo también tiene un pedazo de plan B y Lemar es su mejor exponente, pero el gran técnico rojiblanco debería medir sus palabras, cuando se trata de criticar el intentar dormir los partidos. Puede dar una Masterclass en esa materia.

Mucho ojito al Valencia. Si alguien duda de la importancia de un entrenador en la dinámica de un equipo solo tiene que mirar al club de Mestalla, que asombra por su impresionante arranque. Bordalás ha conseguido implantar su personalidad en tiempo récord. El otro nombre es Guedes. La confianza es la gasolina del futbolista y el portugués vuelve a volar en Mestalla. Alguno de los que se quedó a cinco millones de ficharle ya se está tirando de los pelos.

Mientras, en el paraíso canario de Tenerife donde me encuentro, disfrutamos atónitos del majestuoso resurgir de Sergio Llull. El Barcelona parecía imponer la superioridad de su plantilla en la final de la Supercopa Endesa, pero con 19 puntos abajo, emergió el espíritu del Madrid reencarnado en la figura de otro héroe sin capa. 

El nuevo capitán blanco levantó dos trofeos, el de mejor jugador y el de campeón de la Supercopa, que dedicó a los profesionales que están y no se ven en cualquier equipo profesional. Sin embargo, toda la verdad de su actuación estuvo en las 24 lágrimas que dejó caer, después de superar una vez más una de esas lesiones de las que solo se levantan los elegidos, cuando cayó en lo que había conseguido para su equipo. 

El Madrid, con la frescura de Alocén y la contundencia de Poirier, volvió a ser todo corazón y al Barcelona le menguan los gigantes, cuando más necesitaba hablar de baloncesto y menos de salarios.

A más de 2.000 kilómetros de distancia, en el poco edificante aspecto del Santiago Bernabéu, a pesar de los grandes esfuerzos en plenas obras, otra remontada del Real Madrid alegró el regreso del público al templo blanco. Cimentado en el extraordinario momento de forma de Karim y en la trabajada pausa de Vinicius Jr., el equipo de Ancelotti demuestra que también tiene ese gen distintivo. El joven brasileño acelera como siempre, pero ha aprendido a frenar como nunca. Empieza a ver la portería grande y esa grandeza puede ser proporcional a su dimensión como futbolista.

Al Madrid, en baloncesto o en fútbol, es una temeridad cavarle una tumba antes de tiempo. Siempre resucita…

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