Teresa Portela logró su gran sueño tras 20 años en la élite: una medalla olímpica. La piragüista gallega acumula 34 metales entre europeos y mundiales pero el olimpo de la cita deportiva más importante se le había resistido en su larga trayectoria.

De Sidney a Río, cinco diplomas olímpicos para la natural de Cangas, que, a sus 39 años y en el último año que su prueba, el K1 200m, forma parte del programa olímpico, tocó por fin la gloria.

"Mami, gana". Estas dos palabras fueron las que resonaron en la cabeza de Portela desde el momento del inicio de la prueba. Son las de su hija Naiara quien, en las últimas semanas de preparación para Tokio, le había hecho a su madre esa petición. Y 'Teri' cumplió.

Su emoción es la de todo un país que ha visto cómo durante dos décadas una piragüista gallega ha crecido a golpe de Juegos, colándose en casa de miles de españoles cada cuatro años, quedándose siempre a las puertas de la leyenda. Hasta que se cumplió el gran sueño.

Cinco diplomas antes del gran salto

Portela debutó en los Juegos Olímpicos de Sidney en el año 2000, aunque no fue hasta Atenas 2004 cuando rozó sus primeros podios con dos diplomas por concluir quinta en las pruebas de K2 500 m y K4 500 m. 

Cuatro años después, en la cita olímpica de Pekín, repetía quinto puesto en el K4 500m y rozó la medalla por primera vez en Londres 2012, en su estreno en la categoría que este martes le dio su mayor satisfacción. 

Tuvo que conformarse con un sexto puesto en Río 2016, y, con 39 años, a las puertas de decir adiós a la competición y tras haberlo logrado todo, Portela ganó, como su hija le pidió, para cerrar su ciclo olímpico elevándose a la categoría de leyenda.