Rafa Nadal, a tres peldaños del cielo

  • El tenista español jugará los cuartos de final de Australia ante el griego Tsitsipas, tras batir a Fognini.
  • Su espalda sigue mejorando y el sueño de los 21 Grand Slams se acerca.
Rafa Nadal durante los octavos de final del Open de Australia.
Rafa Nadal durante los octavos de final del Open de Australia.
EFE
Rafa Nadal durante los octavos de final del Open de Australia.

Y allí estaba Rafa Nadal, en pleno ritual, colocando sus botellas de agua en el milímetro preciso cuando llegaron a su vera el médico y el fisio del torneo. Ay que la espalda vuelve a doler, malo malo. Y Nadal, venga a reír: "No, no, esto no es para mí. Yo no he pedido nada". Los dos tipos miraron al juez de silla, último vistazo a Rafa, otra carcajada, y se fueron por donde habían llegado, convirtiendo en anécdota el susto de la previa del choque de octavos que medía al mallorquín con su ‘amigo’ Fognini.

Uno no sabe qué versión de Fabio Fognini puede encontrarse cuando se encuentra al otro lado de la red. Colecciona talento a espuertas el tenista italiano, casi tanto como mala leche: puede sacarte de la pista a raquetazos y cinco minutos después fugarse tras uno de sus cortocircuitos mentales. El diccionario tenístico le cataloga como tenista genial y Nadal conoce sus dos versiones: Fognini ha sido el único tenista capaz de doblegar al español en un partido a cinco sets tras haber perdido los dos primeros. Pero mejor no andar muy cerca cuando hierve su sangre latina. "No me rompas los huevos, si haces siempre lo mismo, cada vez. No hables conmigo. Siempre lo mismo", le soltó a grito pelado a Nadal en pleno partido, allá por 2015, harto de que Rafa se tomara su buen tiempo antes de cada saque. Nadal, ni caso. Ganó.

La estrategia en el banquillo español estaba clara: ni un respiro para Fabio y dedos cruzados para que la espalda aguantase. Nadal salió embalado y tomó pronto ventaja en el marcador, un 3-0 que Fognini no pudo remontar en todo el primer parcial, pues su ‘drive’ alternaba a menudo con errores infantiles y eso cobra peaje ante un rival como el número dos del mundo, que cerró el primer set en el momento justo.

Errores de Fognini y partido encarrilado

El segundo tomó los mismos derroteros. Rafa seguía caminando por línea recta mientras Fognini daba tumbos a base de una inspiración que le sirvió, no obstante, para ponerse con un 4-2 de cara. Pero nada. Cada resquicio que abría el italiano para disputar el partido se iba por el desagüe, y no volvió a sumar más juegos en ese set. Y eso que gozó de otro 0-40 al resto para ser feliz. Pero nada.

El tercer set cayó ya por inercia. Todo fueron buenos síntomas para Nadal, que sumó los cuatro primeros juegos del tirón, elevó el cuentakilómetros de su saque por encima de los 200 por hora y no tuvo noticias de su quejosa espalda. Fognini persistió en su resistencia, pero no hubo opción para recordar viejas historias: terminó sucumbiendo en 140 minutos ante su rival (6-3, 6-4 y 6-2).

Y así, Rafa Nadal se adentra en la segunda semana del torneo australiano con el modo cambiado. Ya no se trata de sobrevivir, pues los días pasan y la carrocería aguanta. Se trata de subir los últimos tres peldaños, llegar a la final del Abierto de Australia, ganarlo y abrir las puertas del cielo, pues ya nadie quedará por encima con más Grand Slams que él.

Tan bonita suena la metáfora como difícil se presenta llevarla a cabo. Porque el listón sube en cuartos, con el griego Tsitsipas listo para el combate. Y porque en el otro lado del cuadro habita Novak Djokovic, que se queja mucho de sus dolores pero no engaña a nadie: tiene tanta hambre como Rafa Nadal y sueña con lo mismo.

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