Genio del romanticismo, hombre de personalidad compleja, siempre a contracorriente de los academicismos y una de las mayores figuras creativas del siglo XIX. Todo lo anterior define a la perfección al pintor francés Eugène Delacroix (1798-1863), de quien Van Gogh dijo en 1885: "Lo que me parece más importante de Delacroix es que revela la vivacidad de las cosas, la expresión y el movimiento, que está completamente fuera de la pintura".
EUGÈNE DELACROIXY así fue. A través de su elección de temas, de su paleta de colores vibrantes y de sus pinceladas audaces, cambió el curso de la historia del arte. Su genialidad invade estos días el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York MET donde se celebra la primera retrospectiva dedicada en América del Norte al artista galo.
EUGÈNE DELACROIX"Delacroix fue una figura transformadora en la historia de la pintura europea, y su influencia dio forma significativa a lo que hoy consideramos moderno", dice Max Hollein, director del museo neyorkino. "Esta exposición es una oportunidad única para experimentar el talento impresionante y el alcance notable de una de las fuerzas más creativas del siglo XIX”.
EUGÈNE DELACROIXLa completísima muestra, que ocupa doce galerías del centro expositivo, repasa a conciencia y de manera cronológica las más de cuatro décadas de carrera del pintor. Desde sus años de formación en los que le dominó su sed de novedad, fama y libertad creativa; seguidos de un periodo de 20 años (1835-1855) donde exploró los temas históricos, los grandes murales y triunfó en la Exposición Universal, para acabar en una última etapa de creciente interés por la naturaleza y el papel creativo de la memoria.
EUGÈNE DELACROIXLos visitantes podrán contemplar, por ejemplo, dos de los lienzos monumentales con los que triunfó en el Salón de París: Grecia expirante entre las ruinas de Missolonghi (1826) y Cristo en el jardín de los olivos (1824-26), que se ha trasladado desde la iglesia parisina de Saint-Paul-Saint-Louis con motivo de la exposición. También está su famoso autorretrato de 1837, donde la expresión de su rostro recuerda la frase con la que le definió el escritor Théophile Silvestre: "El carácter de Delacroix es violento y sulfuroso, pero su autodominio es total".
EUGÈNE DELACROIXPor primera vez en Estados Unidos también se exhibe una selección representativa de los diarios manuscritos del artista, cedidos por el Instituto de Historia del Arte de París; así como pinturas al óleo, lápiz, tinta y acuarelas de su etapa de aprendizaje al lado del pintor neoclásico Pierre Narcisse Guérin.
EUGÈNE DELACROIXNo acaban aquí las joyas de esta exposición. Su fascinación por el mundo animal se recoge en la obra Tigre joven jugando con su madre (1830). Las escenas de guerra, algunas inspiradas en poemas de Lord Byron y otras en hechos históricos, se resumen en cuadros sublimes como La muerte de Sardanápalo (1845-46). Su inventiva como grabador se muestra en las 17 litografías que produjo para la edición francesa de 1828 del Fausto de Goethe (que nunca antes se habían exhibido en su totalidad).
EUGÈNE DELACROIXLa mitología griega tiene una de sus mejores representaciones en Medea a punto de matar a sus hijos (1838) y el sentir místico religioso en el San Sebastián atendido por las mujeres santas (1836). De su última etapa, en la que abrazó las naturalezas muertas, las composiciones florales y las escenas de la literatura renacentista, destacan obras como Cesta de flores (1848), los bocetos al óleo para el techo de la galería Apolo del Louvre (1950), la Crucifixión de Cristo (1846) y La caza del león, pintada para la triunfal retrospectiva de Delacroix en la Exposición Universal de 1855.
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