Josh Thomas: "Los americanos están obsesionados con sus sentimientos"

El comediante australiano, que ya ha triunfado con 'Please Like Me', se muda a EE UU con 'Todo va a ir bien', su nueva serie que se estrena en Movistar+.
Josh Thomas con Kayla Cromer y Maeve Press en 'Todo va a ir bien'.
Josh Thomas con Kayla Cromer y Maeve Press en 'Todo va a ir bien'.
Cinemanía
Josh Thomas con Kayla Cromer y Maeve Press en 'Todo va a ir bien'.

Tras el éxito de Please like me, llega Todo va a ir bien (Movistar+), la nueva serie de Josh Thomas. Cómico prodigio, referente en todo el mundo por su forma de entender la realidad, deja su Australia natal para conquistar una América más sensiblera. Nosotros pedimos nacionalidad en la cabeza de Josh Thomas, esté donde esté.

Tus dos series parecen muy similares y, al mismo tiempo, tienen elementos que los separan por completo. ¿Qué intentaste hacer en Todo va a ir bien que no pudiste completar en Please like me?

La mayor diferencia entre ellas fue pasar de hacer una serie en Australia a hacerla en Estados Unidos. La personalidad, la cultura y la forma en la que los americanos hacen televisión es diferente. Pero por supuesto que los dos se parecen. Vamos a ver: el protagonista soy yo, no sé actuar, tengo estas pintas y esta voz, no soy Meryl Streep.

En Please like me había agotado todas mis experiencias como veinteañero. Todo lo que se podía usar, está en la serie. Así que me quedaba hablar de lo que se siente al ser un adolescente. Y quise contar con el personaje de una niña adolescente.

¿Sientes que te estás quedando sin material de tu propia vida para incluirlo en tus proyectos? ¿Es este el primer paso para contar historias de otros?

Sí, cuando empecé a grabar Todo va a ir bien, aún no había sido diagnosticado con autismo. Tras años contando mi propia historia, me sentí preparado para abordar las experiencias de otros. Lo hice a través de Matilda, mi hermanastra en la ficción, una niña autista de diecisiete años interpretada por Kayla Cromer, una actriz con autismo. 

No es algo que habría incluido de no ser por la experiencia con Please like me. Aunque, pensándolo bien, es bastante fuerte haber contado la historia del intento de suicidio de tu madre en la tele sin tener ni idea de hacer televisión.

Alcanzaste el éxito como monologuista muy joven, y desde entonces has triunfado. ¿Cómo se siente uno en estas circunstancias?

Es cierto que empecé con el stand up hace quince años y no he parado desde entonces. Pero, a ver, no siempre he tenido éxito. También he tenido que participar en programas como Celebrity Splash, donde juntan a varios famosos para enseñarles a hacer saltos de trampolín. Lo hice para pagar facturas [ríe]. 

Lo que ocurre es que, habitualmente, tus fallos pasan desapercibidos. Nadie compraba entradas para mis shows cuando era malísimo, así que nadie sabe nada de ellos. Esta es una lección importante : te hace más valiente.

Siempre he creído que la gente que tiene éxito más tarde en la vida es capaz de disfrutar que aquellos que tienen éxito muy jóvenes, ¿estás de acuerdo?

No necesariamente: yo me lo paso muy bien. Mucho de lo que hago lo hago solo, y eso me hace sentir cómodo y me estresa menos. Cuando era joven era muy vago, es algo contra lo que tengo que luchar. Tienes que encontrar el equilibrio entre estar lo suficientemente agobiado como para querer trabajar y sacar nuevas ideas, mientras no dejas que el trabajo arruine tu vida.

¿Qué significa ser australiano? ¿Qué hay en tu humor, en tu estilo, que está presente en tus series y es diferente a otras culturas?

Todo va a ir bien habla mucho de sentimientos, porque los americanos están obsesionados con abrirse, con sus sentimientos. En Australia evitamos hablar de ese tipo de cosas, por eso en Please like me realmente no se comentan, sencillamente se muestran. 

En América hablan de todo, se miran mucho a los ojos. Es casi obsceno, falso para mi gusto. Estuve en EE UU durante el COVID, y mientras aquello estaba en crisis, en Australia la cosa estaba muy calmada. Despertó en mí un patriotismo que no sabía que tenía [ríe].

¿Te refieres que te sentiste orgulloso de tu país por su buen rendimiento frente al COVID?

No solo por eso, supongo que lo echaba de menos, echaba de menos mi hogar. El patriotismo, para mí, siempre ha sido algo con lo que no me he sentido identificado. No sé si en España ocurre igual, pero en Australia ser patriota siempre ha estado relacionado con los deportes, o con cosas muy heterosexuales. Nunca se identifica con nada gay.

En EE UU también ocurre, los seguidores de la extrema derecha de Trump siempre se definen como patriotas. Nunca he tenido nada que ver con esa gente, pero estando fuera de mi país y viviendo esta pandemia, sí me siento patriota, aplaudo nuestra capacidad de reacción.

¿Crees que alguien puede sentirse orgulloso de ser australiano gracias a tu trabajo, o que tu carrera puede, de alguna forma, despertar un nuevo tipo de patriotismo?

En mi carrera, nunca me he visto como un australiano, ni como un activista, ni he pensado en mi sexualidad o en mi edad a la hora de trabajar. Estaba contando mi historia, lo que conocía, sin pensar en las consecuencias. Jamás habría imaginado que estaría bebiendo vino tinto en una taza de té mientras como jamón y hablo con un periodista español [ríe]. 

Please like me se ve en todo el mundo, y en todo el mundo hay gente que conecta con su historia, es decir, conmigo. Y eso, me hace sentir increíblemente bien. Soy raro, pero todo el mundo es raro. La mayoría de la gente en televisión es bastante normal, así que solo con ser un poquito raro se puede viajar entre culturas de maneras que jamás imaginé posibles.

En tus series, hablas de tus experiencias. Has hablado de la enfermedad de tu madre, de las relaciones con tus amigos, etc. ¿Tienes miedo de que tus contactos se enfaden?

La mayoría de las veces la gente no sabe que salen en mis series. Normalmente lo cambio lo suficiente para que no se den cuenta. Y, aun así, en general les gusta. Nadie se ha enfadado jamás.

Bueno, una vez. Un exnovio. Copié el diálogo que tuvimos cuando rompimos y luego volvimos cuatro horas después. Lo puse en el guion, lo juro, pensando en cambiarlo, pero se me da muy mal recordar qué es real y qué no, así que se me olvidó. Pero más allá de ese enfado, incluso mi madre está contenta de ver su bipolaridad representada. Se siente orgullosa de saber que gente con enfermedades mentales se está viendo reflejada en su personaje. O al menos, eso es lo que le vendí para convencerla de que me dejase contar su historia [ríe].

Cuando veo tus series, siento que no hay nada de lo que no puedas hacer humor. Utilizas el humor para coger elementos como el autismo o la muerte, para colocarlos en el lugar que se merecen y, al mismo tiempo, restarles dramatismo. ¿Hay algo que jamás usarías para hacer comedia?

Intento tratar al espectador de la misma forma que trataría a un amigo que vive una experiencia similar. Animándole, no estando de bajona. No creo que nada sea completamente serio o totalmente divertido. No me queda claro si algunas escenas de mi serie son comedia o drama. 

Sencillamente, no haría humor de aquello que no fuese mi historia. No creo que nadie quiera ver un episodio en el mi personaje se lo pasa bien en una manifestación del Black Lives Matter. Si no es mi historia, no pienso buscarle el lado cómico. Me parece seguro hablar de lo queer o de enfermedades mentales porque conozco ese mundo y sé tratarlo de manera realista.

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