Luis Tosar: susto o muerte en Netflix con 'Los favoritos de Midas'

Luis Tosar vuelve a la televisión de la mano de Mateo Gil. Una miniserie de Netflix, Jack London y la denuncia social tienen la culpa.
Luis Tosar en 'Los favoritos de Midas'
Luis Tosar en 'Los favoritos de Midas'
Luis Tosar en 'Los favoritos de Midas'

¿Recuerdan el Efecto 2000? ¿El milenarismo? El mundo se iba a acabar y Mateo Gil, devoto apocalíptico, lo estaba gozando. El guionista Miguel Barros le había prestado el relato Los favoritos de Midas, de Jack London. Eran apenas unas páginas, la historia de un perverso chantaje a un multimillonario por parte de una misteriosa organización criminal: o paga, o asesinan a un desconocido al azar.

Con esta premisa Barros y Gil se pusieron a escribir. Había que rellenar una historia que London dejó abierta a infinitas posibilidades. Fuera, la vida se desmadraba: al cambio de milenio le sucedió la crisis de las subprime, y las desigualdades sociales se acentuaron todavía más, aproximándose al volcánico contexto de principios del XX del relato. Hace poco llegó el tercer aviso y el proyecto se convirtió en impostergable para Mateo Gil: “Los chalecos amarillos han sido mi principal inspiración. Pero hace 10 años hubo unas revueltas muy violentas en París. Luego tocó Londres. Son momentos que anuncian algo a lo que no le estamos prestando el caso que deberíamos: el hartazgo de la gente sin esperanza”. 

Una cuestión a la que también era muy sensible su superestrella, Luis Tosar, en la piel de Víctor Genovés, el chantajeado protagonista: “Tanto Mateo como yo tenemos mujer chilena y boliviana. Mientras rodábamos, se producía un estallido social en Sudamérica”.

Un aroma a conspiranoia empapa los seis episodios de la miniserie... Acrecentado por la distopía en tiempo real a la que nos ha conducido la pandemia. Nos hemos quedado todos pasmados. Y Tosar el primero, como cuenta entre bromas: “Soy muy fan de Cuarto Milenio. Estamos en uno de los momentos más extraños que haya vivido la humanidad, y eso no deja de ser muy sospechoso: ¿De dónde viene este virus? ¿Dónde va a conducir esta crisis? ¿A quién beneficia? Estoy convencido de que el mundo se maneja... y no es por nosotros”. 

A Jiménez & Porter Asociados también podríamos preguntarles por la extraña carrera de Mateo Gil: del terror de sus colaboraciones con Amenábar, al western (Blackthorne) o el thriller (Nadie conoce a nadie). “Artísticamente, no sé quién soy. Me embarco en los proyectos, dejo que la historia hable y... veo. Eso sí, en televisión necesitaba trabajar con una miniserie. Para construir mis historias necesito saber cuál es el final, porque construyo desde ahí”.

La serie sorprende por sus escenarios: alterna las Torres de la Castellana con las calles de Madrid, llegando al cénit en una escena rodada en la plaza de Isabel II, donde el Teatro Real. “Que fuera allí fue un empeño de Oskar Santos, director de la segunda unidad (y autor de largos como El mal ajeno o los últimos Zipi y Zape)”. Todo un problema logístico con el Cine Real todavía sin demoler (sniff, sniff), insertos digitales... y un poco de morro: “Hemos utilizado figurantes pero la mayor parte de escenas de calle son robadas”. 

Crimen, política... y periodismo, pues este es el último elemento de la triple trama creada por Gil: la reivindicación del papel de un oficio en vías de desaparición. Se usa por romanticismo, pero también por exigencias del guion: “La idea era tener una trama económica que reflejara cómo el sistema está en una transformación de mucho calado. Y los medios de comunicación son los que mejor la ejemplifican”. Unos medios que, como Víctor Genovés, también vivimos en un perpetuo “susto o muerte”.

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