‘El señor de los anillos: Los anillos de poder’: Lo mejor y lo peor de la gran apuesta de Prime Video

Nada es perfecto en este mundo, y tampoco en la Tierra Media. Te lo contamos SIN SPOILERS. 
Tráiler definitivo de 'El señor de los anillos: Los anillos de poder'
Tráiler definitivo de 'El señor de los anillos: Los anillos de poder'
Tráiler definitivo de 'El señor de los anillos: Los anillos de poder'
Tráiler definitivo de 'El señor de los anillos: Los anillos de poder'
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Un mundo cuyo poder de seducción no cesa, la maña con las imágenes de J. A. Bayona y los millones de Jeff Bezos (es decir, de Prime Video) para darle solidez al conjunto. Está claro que El señor de los anillos: Los anillos de poder lo tiene todo para ser el acontecimiento televisivo de la temporada, por mucho que eso le fastidie a HBO Max y sus dragones

Ahora que se ha levantado el embargo sobre las críticas del show, nosotros podemos hablar acerca de las impresiones que nos han dejado sus dos primeros episodios: las buenas, y las no tan buenas. Porque, pese a los esfuerzos de los showrunners Patrick McKay y John D. Payne, ninguna serie es perfecta, y a Los anillos de poder pueden ponérsele tantas pegas como a cualquier otra.

Bueno: los créditos

Imagen de 'El señor de los anillos: Los anillos de poder'.
Imagen de 'El señor de los anillos: Los anillos de poder'.
Prime Video

Las comparaciones son odiosas, pero, justo como La casa del dragón, Los anillos de poder nos hace esperar hasta su segundo capítulo para ver sus créditos iniciales. Y, aunque es probable que estos decepcionen a muchos, por contenidos, su concepto resulta original, lo cual ya es algo.   

En lugar de mostrarnos la Tierra Media en toda su gloria CGI, Los anillos de poder comienza con motas de polvo dorado que se mueven para formar motivos y tramas, como limaduras de hierro agrupándose en torno a los polos de un imán. Por evidente que sea la metáfora ("¡cielos, esos hilos se entrecruzan como los destinos de los personajes!"), la imagen resulta sugerente y evocadora: este debe ser uno de los pocos momentos en los que el show de Prime Video apuesta por insinuar en vez de por apabullar. 

No tan bueno: los diálogos

Robert Aramayo como Elrond en 'El señor de los anillos: Los anillos de poder'.
Robert Aramayo como Elrond en 'El señor de los anillos: Los anillos de poder'.
Prime Video

Menuda les cayó encima a los guionistas de Los anillos de poder: además de la ya considerable tarea de llevarnos a la Segunda Edad del Sol (un mundo más complicado, si cabe, que el que vimos en las películas), han tenido frente a sí ese laberinto legal merced al cual muchísimas figuras y eventos tolkienianos no pueden ni mencionarse en la serie.

Aun contando con estos escollos, una de las cosas que más chirrían del show (y nada más empezar este, además) son unos diálogos que suenan artificiales en demasiados casos. Entre ponerle las cosas fáciles al espectador y saturarlo todo de exposición hay un término medio, al igual que entre emplear un registro elevado y dejarse llevar por la pomposidad. Esperemos que esto cambie en futuras temporadas. 

Bueno: ¡Esa Galadriel!

Morfydd Clark como Galadriel en 'El señor de los anillos: Los anillos de poder'.
Morfydd Clark como Galadriel en 'El señor de los anillos: Los anillos de poder'.
Prime Video

Pasmosa noticia la que nos trasmite Los anillos de poder en sus primeros minutos: durante los felices días  de los elfos en Valinor, cuando los árboles Laurelin y Telperion iluminaban el mundo, el sol y la luna aún no existían, pero el bullying infantil sí. Y la víctima de dicho acoso era nada menos que la futura señora de Lothlorien y protagonista (hasta cierto punto) de esta serie.

Las burlas de sus amiguitos de orejas puntiagudas, sumadas a ciertas desgracias familiares por cuenta de Sauron, hacen de la Galadriel que vemos en el show una antiheroína con muchas cuentas pendientes que ajustar y una preocupante obsesión por la venganza. 

Allá cada uno con si esto se ajusta o no al canon: el carisma del personaje y la interpretación de Morfydd Clark se encuentran entre los ganchos más poderosos de Los anillos de poder para mantenernos pegados a la pantalla. Aunque solo sea por enterarnos de cómo esa furia armada hasta los dientes se transformó en la señora divina y estupenda a la que conocimos en novelas y películas. 

Esperemos, eso sí, que el trabajo de Charlie Vickers como Halbrand mejore con los episodios, porque, de momento, el chaval es demasiado estólido como para justificar ese rollete humano-élfico al que apuntan los indicios. O eso, o que a la chica le gustan espesos: todo puede ser.

No tan bueno: los elfos, en general

Benjamin Walker como Gil-galad en 'El señor de los anillos: Los anillos de poder'.
Benjamin Walker como Gil-galad en 'El señor de los anillos: Los anillos de poder'.
Prime Video

La especie humanoide más detestada (y no sin razón) de todos los universos de fantasía siempre ha sido muy difícil de abordar. Algo que se entiende demasiado bien viendo Los anillos de poder, porque la aproximación de McKay y Payne tropieza en demasiadas ocasiones con una suma de clichés.  

Aunque algunos aspectos de los elfos de la Tierra Media aparezcan bien representados (Galadriel es un excelente ejemplo de su capacidad para guardar rencor durante milenios), los habitantes del reino de Lindon se quedan bastante lejos de esa fascinación inhumana y ese aire trágico que debería corresponderles. El joven Elrond de Robert Aramayo, o Celebrimbor (el futuro forjador de los anillos, a cargo de Charles Edwards) son buenos ejemplos de esto. 

Esta sensación fallida se incrementa cuando escuchamos unos diálogos que vuelven a patinar por sus ínfulas poéticas, y, especialmente, cuando observamos un diseño de vestuario que roza lo cursi y, en muchos casos, lo sobrepasa ampliamente. Porque, para evocar una cultura milenaria y con raíces en lo sobrenatural, no basta con llenarlo todo de colorines. 

El cénit de esta decepción llega cuando vemos a un Gil-galad (Benjamin Walker) cuya apariencia general (túnica similar a una bata de cola, corona plantada a guisa de peineta) nos recuerda, más que a un todopoderoso rey élfico, a María del Monte en sus momentos de más tronío. ¿Alguien sabe cómo se dice "yo iba de peregrina y me cogiste de la mano" en sindarin?

Bueno: los pelosos

Markella Kavannagh como Nori en 'El señor de los anillos: Los anillos de poder'.
Markella Kavannagh como Nori en 'El señor de los anillos: Los anillos de poder'.
Prime Video

Hagámosle caso a Gandalf, que de esto sabe lo suyo: si los hobbits tienen una virtud, esa es su capacidad para sorprendernos. Algo que, como vemos en Los anillos de poder, se aplica también a sus antepasados más remotos.

Ya sea porque J. A. Bayona los encontraba más afines a su imaginarios que otros grupos más solemnes, ya sea porque los showrunners no estaban atados por el canon a la hora de abordar sus historias, los fragmentos de la serie centrados en estos protohobbits nómadas presentan una sencillez que se echa de menos, y cómo, en otras líneas argumentales. 

Es posible, sin embargo, que todo esto acabe poniendo de los nervios a muchos espectadores, porque en muchos momentos hace pensar en una posible influencia de Willow (o, en el mejor de los casos, de Cristal oscuro). A otros, entre quienes nos contamos, nos ha parecido de lo más entrañable. En cuanto a la aparición del Extranjero (Robert Weyman), dejémoslo en que la clave del asunto se ve venir, pero la disfrutas igual. 

No tan bueno: demasiado CGI, poca emoción

Imagen de 'El señor de los anillos: Los anillos de poder'.
Imagen de 'El señor de los anillos: Los anillos de poder'.
Prime Video

Con respecto a Los anillos de poder pueden decirse muchísimas más cosas: que si los enanos de Moria huelen un poco demasiado a alivio cómico, que si la trama protagonizada por Bronwyn (Nazanin Boniadi) tiene algunos de los momentos más satisfactoriamente terroríficos de la serie... Pero, para no aburrir, mejor nos centramos en el mayor problema de este show, al menos para nosotros.

No es ningún secreto que El señor de los anillos: Los anillos de poder está constreñida por asuntos de derechos que le impiden abordar muchísimas historias y personajes de la Tierra Media. No en vano la serie arrastra ya la reputación de ser el fan fiction más caro de la historia. Y esto, que no debería suponer necesariamente un problema, se convierte en uno ante la sensación de que la actitud de los showrunners ha sido "el brilli brilli primero, la historia después". 

La saturación de efectos digitales, la ambición por dejarnos picuetos a cada plano con una exhibición de potencia visual (y de millones aportados por Jeff Bezos), llevan al show a resultar muchas veces demasiado primoroso, demasiado calculado al milímetro como para hacernos viajar a su mundo. Un error que, aun con sus defectos, las películas de Peter Jackson supieron esquivar (de El Hobbit hablamos otro día, gracias). 

Aunque no podamos permitirnos el lujo de ser tajantes, el comienzo de Los anillos de poder transmite una sensación muy paradójica: la de ver cómo la Tierra Media, un mundo nacido en buena parte del rechazo a la industrialización y el amor por la naturaleza, se convierte en producto de laboratorio. Esperemos que el show sepa corregir esto con el tiempo.

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