'El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro': 'La autopsia' es una lección maestra con poca carne en la que clavar el bisturí

David Prior ('The Empty Man') vuelve a demostrar tras la cámara que es uno de los talentos más superlativos del género.
'La autopsia', de David Prior
'La autopsia', de David Prior
Cinemanía
'La autopsia', de David Prior

Una telaraña, un cielo estrellado y las paredes centelleantes de una mina. No hace falta nada más que este glorioso encadenado triple en sus primeros segundos para que La autopsia establezca de manera precisa las tres imágenes que encapsulan su relato. En el tercer episodio de su antología El gabinete de curiosidades, Guillermo del Toro nos permite recuperar el talento tras la cámara del director David Prior y desear que vuelva a caer en sus manos la posibilidad de dirigir otro largometraje.

Prior –autor de la malograda y altamente recomendable The Empty Man (2020), la película de terror primordial mejor dirigida de los últimos años– toma la adaptación escrita por el veleidoso David S. Goyer de un relato aparecido en el volumen Polyphemus (1987) de Michael Shea y maneja con mano maestra desde el dispositivo formal sus escasos elementos narrativos para estirar la breve narración de apenas 20 páginas hasta casi una hora de metraje (elasticidad que parece característica de este proyecto de Del Toro).  

La historia es sencilla: F. Murray Abraham interpreta con todo su porte distinguido y voz profunda a un médico forense con la labor de realizar las autopsias de diez mineros que han fallecido en las profundidades de la tierra a causa de un derrumbe. El objetivo es averiguar si el accidente se debió a una explosión misteriosa, como parecen indicar los controvertidos testimonios de testigos, o a un fallo de seguridad reclamable a la empresa. 

Glynn Turman (The Wire, Fargo) es el sheriff del pequeño pueblo minero, encargado de poner al día a su colega sobre las circunstancias del incidente, que se produjo mientras perseguían a un hombre sospechoso en un caso de desaparición que acabó siendo uno de los fallecidos. Esta puesta en situación narrativa abarca la primera mitad del episodio con una lección de puesta en escena, composición, ritmo interno de los planos y montaje que confirma a Prior como uno de los talentos más superlativos del género de terror.

Igual que sucedía en The Empty Man, Prior destaca por aspectos básicos de narración visual que cada vez son más escasos en la era del contenido: la preocupación por dónde colocar la cámara, dónde cortar y suturar cada plano; su formación como realizador de los making of de las películas de David Fincher desde La habitación del pánico se delata en esa precisión quirúrgica al diseñar encuadres –no solamente los de las incisiones en perfecto detalle que practica el patólogo– y planificar movimientos de cámara que inviten al desasosiego. 

Si bien durante esta primera mitad el director es capaz de generar inquietud simplemente por pasar de un plano fijo a uno en movimiento o con la cámara al hombro, una vez que se resuelve el misterio de lo ocurrido en la mina es inevitable que la narración pegue un frenazo hasta la satisfactoria vuelta de tuerca del giro final. 

Sin entrar en spoilers sobre el monólogo que domina el acto final, se puede destacar, además de la fidelidad a la adaptación literaria, el atrevimiento cuando pulsa teclas de terror muy concretas desde un estatismo deliberado sin que la repugnancia de las imágenes flaquee. Juega a favor que sea una mesa de autopsias el escenario casi único del clímax, pues no hay mejor campo de juego para enfrentarnos con el miedo atávico a nuestra propia carnalidad expuesta, con notorios referentes a la hora de sacarle partido, desde El silencio de los corderos (1991) a La autopsia de Jane Doe (2016).

La autopsia acaba siendo la entrega más interesante y sugerente de este peculiar proyecto apadrinado por Guillermo del Toro, al que es inevitable sacar carencias derivadas de su solvencia como producción de streaming, pero que precisamente por esa falta de pretensiones y ambición en miniatura puede servir como puerta de acceso a la obra de directores y escritores tan interesantes como los que ha conjurado el cineasta mexicano. Ojalá también sirva para que David Prior pueda hacer más películas.

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