Lo que ‘A dos metros bajo tierra’ nos enseñó sobre la muerte

Hace 20 años que HBO comenzó a emitir la serie que nos habló sin tapujos sobre los significados de la muerte a través de la familia Fisher y su funeraria. 
Intro de 'A dos metros bajo tierra'
Intro de 'A dos metros bajo tierra'
Cinemanía
Intro de 'A dos metros bajo tierra'

La memoria es caprichosa. Comencé a ver A dos metros bajo tierra cuando ya había terminado de emitirse. Y lo hice por la recomendación de un absoluto desconocido con el que tuve una conversación etílica y del que no me acuerdo en absoluto. No me acuerdo ni de su cara, ni de su nombre. 

Lo que nunca se me ha olvidado es la pasión con la que me habló de los Fisher y con la que me dijo: "Esta serie tiene el mejor final de la historia de las series".

No tardé ni 24 horas en ponerme el primer episodio. Puede que incluso aún estuviera de resaca.

Me identifiqué inmediatamente con Claire, esa adolescente que va puesta de cristal a reconocer el cadáver de su padre tras un trágico accidente de coche. Pero en realidad me enganché a todos ellos, a Ruth, a Nate, a David y Brenda. Lo de Brenda fue un flechazo fuerte, me fascinó todo el misterio que rodeaba a ese personaje.

Empecé a beberme los capítulos. Uno tras otro. El motor de la serie era muy sencillo: un negocio familiar, el de una funeraria en Los Ángeles, como punto de encuentro de los miembros de una familia con muchos problemas sentimentales, de desapego, falsas expectativas, una estricta educación católica, deseos frustrados y el descubrimiento de que ninguno conocía realmente al marido o padre y cabeza del negocio que acababa de matarse mientras se saltaba un semáforo buscando un cigarro en el suelo del coche fúnebre: Nathaniel. Quién se aparece a cada miembro de la familia como un fantasma que les empuja a reflexionar sobre sus vidas.

“Cuando tenía trece años mi hermana murió en un accidente automovilístico. Era su vigésimo segundo cumpleaños. Ella me estaba llevando a clase de música, yo estaba en el coche con ella. Esto me puso cara a cara con la muerte y la impermanencia de las cosas. Luché durante años y años para encontrar la forma de lidiar con esto y, finalmente, comencé a desarrollar un sentido innato de desapego”, cuenta Allan Ball en una entrevista que realizó en 2004 (con la serie inacabada) a una revista sobre budismo.

A dos metros bajo tierra fue para Ball una experiencia liberadora y que obviamente le ayudó a despegarse de la ansiedad y el miedo que le producía la muerte. El camino lo anduvo junto a los espectadores llegando a las cotas más altas de su genio como escritor: afilado en muchos de sus diálogos, que en su mayoría son de un humor negro exquisito, nunca los cargaba de filosofía barata, en vez de eso ponía en boca de sus personajes comportamientos contradictorios lo cual es mucho más coherente y natural. De hecho, Alan Ball es uno de esos guionistas y directores que ama a sus personajes por encima de todo, aunque los maltrate constantemente. 

La serie tenía unas cuantas características que la hacían única:

- Una muerte como prólogo de cada capítulo. A veces eran repentinas, otras más tranquilas, había muertes de todo tipo: por enfermedades, accidentes, vejez… Y recuerdo la sensación de ansiedad cuando en algún prólogo de estos aparecía un personaje conocido ¿morirá o solo estaría presente en la muerte de otro?.

- Los fundidos de la serie son en blanco para hacer un homenaje a ese supuesto resplandor que uno ve cuando se encamina al más allá.

- En momentos determinados los personajes se comportan de manera salvaje o tribal rompiendo las normas sociales y acentuando su represión sentimental.

- Las cenas en familia son piezas maestras de guión, la tensión es insostenible y todo lo que no se dice sale al exterior enfangando las relaciones entre ellos.

Aunque es cierto que dos décadas después de su estreno la serie ha envejecido regular, muchos planos parecen torpes y la puesta en escena no resulta tan estimulante como en el recuerdo, sigue siendo divertidísima, reveladora y adictiva.

Escena de 'A dos metros bajo tierra'
Escena de 'A dos metros bajo tierra'
Cinemanía

¿Para qué es la vida y por qué morimos?

Esta pregunta es una constante en la serie. Todos los personajes giran alrededor de ella continuamente preguntándose por el sentido de todo esto.

Hay un capítulo especialmente conmovedor en el que Nate consuela a una cliente, Tracy, que acaba de perder a su tía Lillian en un extraño accidente. Tracy reflexiona tristísima sobre la vida de su tía, la única persona que la amó de verdad. Nate, que tiene un don para consolar a los demás, la escucha con atención. 

Entonces ella pregunta: “¿Por qué la gente tiene que morir?” Nate hace una pausa y en vez de dar por hecho que la pregunta es retórica la piensa de verdad y contesta:

“Para hacer la vida importante".

Nate continúa diciéndole a Tracy que ninguno de nosotros sabe cuánto tiempo tiene y que por eso mismo debemos hacer que cada día importe: “Parece que tu tía Lillian hizo precisamente eso”.

Por la respuesta de Nate en este diálogo podríamos intuir que su personaje tiene una visión moderna y naturalista de la muerte. Parece suponer que no hay existencia más allá de la vida y que por ello hay que vivir al máximo, sin embargo Nate y el resto de personajes se hacen estas preguntas de diferentes formas a lo largo de la serie y siempre parecen insatisfechos con las respuestas que encuentran.

En ocasiones parecen agarrarse a la creencia de que existe algo más, y otras veces se apegan a la teoría de que reina el caos, la aleatoriedad y de que la única certeza es la futilidad. ¿La vida tiene un significado trascendental que nos sirve como antesala de algo más grande o la vida son solo momentos? 

Los escritores de esta serie caminan constantemente entre diferentes corrientes filosóficas y varían el punto de vista sobre el significado de todo esto, pero el objetivo es mucho más simple, más puro, en realidad, y más honesto que cualquier galimatías sobre el sentido de la vida:

A dos metros bajo tierra es una serie sobre la aceptación de la muerte.

Nate representa el consuelo y de alguna forma guía a los familiares y amigos del muerto hasta un estado en el que se sienten mejor, David es pragmatismo, todo debe ser perfecto y pulcro, un homenaje a la altura. Claire, como el ser con más luz de toda la serie, nos invita a celebrar. Clare sería la representación de quién sonríe en mitad de la tragedia. 

Y luego está Ruth, la que nos recuerda que aunque hayamos fallado a nuestro ser querido nadie es perfecto y al final del día más largo de nuestra vida tenemos que seguir comiendo porque, maldita sea, nosotros no hemos muerto.

En 20 años hemos perdido a mucha gente y en el imaginario de cada fan del programa de la HBO la familia Fisher se ha convertido también en parte de nuestra propia familia. Así que de alguna forma y durante todo este tiempo Clare, Ruth, David y Nate han seguido estando presentes en los peores momentos. 

Una escena de 'A dos metros bajo tierra'
Una escena de 'A dos metros bajo tierra'
Cinemanía

Existencialismo y liberación

Y una vez que estamos en el proceso de aceptar la muerte como parte de la vida empujados por los Fisher, le llega el turno a los Chenowith. El clan familiar formado por Bernard, Margaret, Brenda y Billy Chenowith son los encargados de liberar a los espectadores de cualquier tabú relacionado con el sexo, las relaciones y en realidad cualquier expectativa vital.

Todo lo que ocurre desde que abandonamos la infancia hasta que nos convertimos en adultos forma parte del mejor relato de nuestras vidas. Por eso hay tantos libros, películas y canciones que nacen de ahí. Es en ese tiempo cuando nos damos cuenta que nos han engañado, nuestros padres no son infalibles, Dios no existe y el mundo se abre ante nosotros con infinitas posibilidades.

Elegir nuestro propio camino en la vida puede provocar ansiedad y angustia, de ahí las denominadas crisis existenciales.

“Así es la vida. La gente tiene crisis, se empujan unos a otros, se infligen dolor unos a otros y alguna vez sacan lo mejor de los demás. Pero sobre todo sacan lo peor”.

Esta frase se la lanza Margaret a Brenda cuando la primera trata de espiar a la amante de su marido mientras su hija le alecciona por ser una auténtica maníaca y ególatra. El espectador accede a la familia Chenowith a través de Brenda, una misteriosa mujer que echa un polvo con Nate en el aeropuerto y que conecta lo suficiente para mantener una relación estable.

Efectivamente todos tenemos crisis y en algún momento somos disfuncionales, erráticos y se nos va un poco la olla, pero esto no es malo en absoluto... Es el precio que pagamos cuando esquivamos los caminos predeterminados y nos reconocemos como sujetos libres para crear nuestra propias vidas.

Todos los Chenowith tienen fuertes problemas psicológicos: Brenda es adicta al sexo, Billy es bipolar, Bernard es promiscuo e incestuoso y Margaret es insensible, tremendamente egoísta y bastante cretina. Y sin embargo uno sería capaz de entrar hasta la cocina para observar a estos seres humanos desafiar todas las normas sociales.

Mientras Brenda no consigue apreciar el comportamiento liberador de su madre, que nunca ha sentido apego por su hija ni respetado los requisitos de la maternidad porque esas normas no son para ellas, Margaret avanza en su viaje por este mundo de manera intelectual, consciente y feliz porque sabe, como la gran existencialista Simone de Beauvoir que “la muerte, aunque hace que la vida sepa a cenizas y polvo, también hace que sea fácil de soportar porque le quita todo valor objetivo”. 

Una escena de 'A dos metros bajo tierra'
Una escena de 'A dos metros bajo tierra'
Cinemanía

Todo es cambio y memoria

Después de superar el miedo a la muerte y liberarnos de los patrones sociales somos seres humanos casi plenos.

Aún nos falta aprender que, al final, todo es cambio y memoria. Porque la memoria no es solo la única relación que podemos tener con los muertos, también es la base sobre la que aceptamos el cambio y decidimos empezar de nuevo.

Como Nate, David o Ruth que tras la muerte de su padre y esposo deciden cambiar radicalmente sus existencias por algo mejor, y lo hacen honrando a ese padre y ese esposo que realmente nunca llegaron a conocer demasiado bien.

20 años han pasado desde que conocimos a la familia Fisher. Hoy nos parecen distintos, con otras inquietudes, seres de otro tiempo… Pero hay algo que no ha cambiado en absoluto. A dos metros bajo tierra sigue siendo la serie con el mejor final de la historia de las series. 

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