'Doctor en Alaska': 6 razones para volver a Cicely 33 años después

Las aventuras de Joel Fleischman y sus vecinos llegan a Filmin: ¿merece la pena recuperar un título clave de la TV de los 90?
El reparto de 'Doctor en Alaska'.
El reparto de 'Doctor en Alaska'.
Cinemanía
El reparto de 'Doctor en Alaska'.

Un alce con cara de circunstancias, un poblacho en mitad de ninguna parte y una melodía pegadiza: para muchos espectadores, estos elementos son un pasaporte al buen rollo, porque así es como empiezan los 110 episodios de Doctor en Alaska. Tras muchos años fuera del radar, la serie protagonizada por Rob Morrow vuelve a estar disponible en España gracias a Filmin, algo que (esperamos) la ayudará a recuperar la fama de la que gozó en los 90.

Ganadora de siete premios Emmy y dos Globos de Oro, Doctor en Alaska tuvo estupendas críticas en su día, y se ganó a un público enganchado a su humor surreal. Así pues, ¿por qué desapareció del mapa después de su cancelación en 1995? Aunque es una larga historia, podemos decir que en ella intervinieron los caros derechos de su banda sonora... y el odio que le tenía David Chase, futuro creador de Los Soprano.

Pero no adelantemos acontecimientos: lo importante es que, tras décadas de espera, por fin tenemos entre manos un billete de vuelta a Cicely, el pueblo donde transcurre la serie. Si no tienes la suerte de conocer este lugar, échale un vistazo a estos motivos para pasar en él unas vacaciones alejadas del mundanal ruido. 

Su insufrible protagonista

Rob Morrow en 'Doctor en Alaska'.
Rob Morrow en 'Doctor en Alaska'.
Cinemanía

A estas alturas, que el personaje principal de una serie cómica resulte cuestionable, cuando no antipático, supone poca novedad. Pero Joshua Brand y John Falsey, los creadores de Doctor en Alaska, echaron el resto imaginando al doctor Joel Fleischman (Rob Morrow). 

Para este joven galeno, mudarse a Cicely obligado por una cuestión de becas es un destino peor que la muerte. En parte porque Joel es más neoyorquino y más judío que Woody Allen y Barbra Streisand juntos, así que un villorrio tan minúsculo se parece mucho a su idea del infierno. Por otra parte, nuestro héroe estudió Medicina con la noble intención de forrarse, y las tarifas que cobra en su consultorio rural están muy lejos de las de Park Avenue. 

A pesar de esto, el doctor Fleischman termina resultando entrañable, en parte por su tensión sexual no resuelta con la piloto O'Connell (Janine Turner). Lástima que de Rob Morrow no pudiera decirse lo mismo: su mal carácter en el plató y sus exigencias salariales llevaron a que los responsables de la serie minimizaran su papel a partir de la cuarta temporada. Con sustitutos como el doctor Capra (Paul Provenza), las tres etapas restantes no fueron lo mismo.

Su marco incomparable

Cuando Brand y Falsey proyectaron Doctor en Alaska, lo hicieron con el encargo de llenar un hueco en la parrilla de CBS, y no esperaban que esta aguantase más de una temporada. El éxito de la serie, que acabó aupándose al ranking de lo más visto en la emisora, les pilló por sorpresa. Y, además de la calidad de sus guiones, en ello debió influir el hecho de que contara con algunos de los exteriores más bonitos jamás vistos hasta entonces en la pequeña pantalla.

Ahora bien: si quieres buscar la auténtica Cicely, no te vayas a Alaska (aunque el pueblo está basado en uno de la vida real llamado Talkeetna). La serie se rodó en una localidad del estado de Washington, cerca de Seattle, llamada Roslyn: en la ficción, este nombre sirvió para bautizar a una de aquellas dos mujeres que fundaron el pueblo y que, según afirman algunos con sospechosa insistencia, eran solamente buenas amigas. 

Sus adorables vecinos

En inglés, el título de Doctor en Alaska era Northern Exposure, algo que servía para recalcar que, aunque Fleischman funcionara como álter ego del espectador, no era un protagonista al uso. Una de las mayores virtudes de esta serie era su forma de jugar con eso que se llama a veces "un reparto coral".

Desde el ricachón Maurice (Barry Corbin), un exastronauta al que cabe describir como "el Partido Republicano hecho carne", hasta Chris (John Corbett, Mi gran boda griega), el locutor exconvicto, literario y macizorro de la radio K-Oso, pasando por el cinéfilo Ed (Darren E. Burrows) o Holling (John Cullum), el dueño del bar, uno acaba conociendo a los vecinos de Cicely como si estos vivieran en su misma (y única) calle.

Este elenco, sin embargo, no sería lo mismo si no fuera por las relaciones que unen a sus miembros. De forma parecida a los pueblos de Calabuch o Un tipo genial, Cicely es un lugar ajeno a cualquier jerarquía: no hay figuras de autoridad, los conflictos se dirimen en asamblea y lo más parecido a una coacción organizada que llegamos a ver son esas miradas fijas con las que Marilyn (Elaine Miles), la enfermera de Fleischman, castiga a su jefe cuando este se pasa de listo (es decir, todo el rato). 

Su fantasioso humor

Sorprende saber que Doctor en Alaska ganó el Emmy a la mejor serie dramática en 1992: si hubiese que dar una razón definitiva para ver esta serie, esta sería "porque es divertida". Aunque sus tramas estén más enfocadas a sacarte sonrisas que carcajadas, sus diálogos punzantes, su regodeo en el enredo y sus situaciones absurdas pertenecen, sin discusión, a la comedia. 

Y una comedia con ribetes de fantasía, además: en Cicely no faltan los fenómenos inexplicables (la maldición que hace estragos entre los novios de O'Connell) o, como poco, sorprendentes. No en vano el mismísimo Satán gusta de pasar temporadas en el pueblo de vez en cuando. A esto hay que sumar las abundantes escenas oníricas, como el sueño en el que Fleischman conoce a los hermanos Coen, los pistoleros más kosher del Lejano Oeste.  

De hecho, la serie patina a veces cuando trata de incorporar la mitología amerindia a sus historias. Pero esto se le puede perdonar gracias a personajes como Leonard (Graham Greene), el curandero que ve a Fleischman como un estimado colega, o ese Día de Acción de Gracias que los habitantes nativos de Cicely celebran tirándoles tomates a sus vecinos blancos.  

Su melodiosa banda sonora

Al igual que otros shows clásicos (Luz de luna, sin ir más lejos), Doctor en Alaska lleva décadas sufriendo por culpa de su banda sonora, llena de temazos. Licenciar las canciones para la edición de la serie en formato doméstico resulta carísimo, con lo que Universal ha preferido mantenerla descatalogada o (todavía peor) publicarla sustituyendo la ambientación original por otra más barata. 

Esto último fue lamentable, y no solo por suponer una mutilación: también porque este show fue pionero a la hora de incluir música pop en sus episodios. Ahora bien, que nadie se espere vanguardismos, porque aquí lo que suena es, o bien jazz (a O'Connell le chifla John Coltrane), o bien rock clásico, o bien cantautoras como Iris DeMent, cuya canción Our Town hizo llorar a muchos cuando sirvió de cierre al último capítulo.

Su 'sopranesco' final

Los fans de Los Soprano lo saben bien: David Chase tiene un carácter dificilillo y muy poca tolerancia hacia las cosas que no le gustan. De ahí que nos cueste entender por qué los jefazos de CBS decidieron nombrarle showrunner de Doctor en Alaska en 1993, cuando el productor había dejado claro que odiaba la serie con toda su alma. 

"La gente de Doctor en Alaska se portaba como si estuviera curando el cáncer", ha declarado Chase, recordando sus dos años al frente de un título que le parecía "melindroso", "autosatisfecho" y "un fraude". Así pues, Chase se planteó sus dos años en Cicely como una misión de sabotaje, tomando a caso hecho decisiones que perjudicaban al show y que (junto a la marcha de Rob Morrow y los cambios de horario) acabaron provocando su cancelación.

El hecho de que algunos elementos de esta serie reaparecieran en las andanzas de Tony y su famiglia es algo de lo que David Chase prefiere no hablar, por mucho que sea una verdad como un templo: Doctor en Alaska se adelantó en muchísimas cosas a la fiebre por la TV 'de calidad' que asaltó al mundo poco después de su final. Y esa es una de las razones por las que vale la pena recuperarla... aunque ni mucho menos la única.

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