Con más y mejores tollinas que nunca, un concierto hair metal de Dee Snider, easter eggs a granel y la usual alternancia entre la nostalgia y la crítica al imaginario ochentero, Cobra Kai ha debutado en Netflix con una tercera temporada aplaudida de forma casi unánime. Pero para qué nos vamos a engañar: a los fans talluditos de la saga Karate Kid, lo que más nos ha emocionado han sido sus regresos.
Algunos de esos retornos (los de Tamlyn Tomita como Kumiko y Yuji Okumoto como Chozen) eran algo con lo que ya contábamos. Pero el que de verdad nos ha dejado clavados al asiento es uno del que no podemos hablar sin caer en SPOILERS.
Si ya has visto la nueva temporada de Cobra Kai, sabrás a qué nos referimos: el retorno de Elisabet Shue como Ali, la chica por cuyos amores se peleaban Ralph Macchio y William Zabka en la primera Karate Kid, hace 36 años.
"Es el Triángulo de las Bermudas de nunca acabar", ha comentado Zabka a raíz de la aparición de la actriz de Leaving Las Vegas. Por suerte, eso sí, las apariciones de Shue no han desembocado en una nueva pelea entre su personaje y el Danny LaRusso de Ralph Macchio, sino que han permitido lanzar unos cuantos guiños a la primera película (el regreso al club de campo Red Oaks, esa bandeja de espaguetis que casi acaba con el modelito Tony Montana de Johnny Lawrence) y también dejar claro que, a según qué edades, uno no puede andarse con las mismas.
Así, el reencuentro entre los ex ha llevado a una bonita reunión en el parque de atracciones, con alguien tan poco tecnológico como Johnny haciéndose el primer selfie de su vida. Ojo a su sonrisa.
Por supuesto, como mandan los cánones del romance nostálgico, también ha tenido su 'casi beso'.
Pero al final... pues tanto Johnny como Ali deciden dejar las cosas como están. Al final, por mucho que la famosa teoría de Barney en Cómo conocí a vuestra madre no anduviese del todo equivocada, ambos parecen haber llegado a ese punto de madurez que aconseja dejar las cosas como están. Tratándose de ella, esto no nos sorprende demasiado, pero viniendo de Johnny Lawrence, desde luego que estamos ante un triunfo de la madurez.
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