"La casa de papel' dice: 'Ponte la máscara y el mono para luchar contra lo que tú quieras"

"La casa de papel' dice: 'Ponte la máscara y el mono para luchar contra lo que tú quieras"

La serie de habla no inglesa más vista en Netflix, capaz de enganchar al público desde Arabia Saudí hasta Argentina. Un fenómeno internacional sin precedentes que llena las calles de Río de Janeiro, Estambul o Roma de monos rojos y máscaras de Dalí, símbolo de todo tipo de causas y reivindicaciones.

Tras el éxito abrumador de La casa de papel fuera de nuestras fronteras, muchos se cuestionaron si volver a abrir la serie estrella de la industria española era realmente una buena idea. ¿Qué quedaba por contar en una historia tan bien cerrada? ¿Regresaba solo para seguir alargando el chicle? ¿Serían los responsables capaces de estar a la altura de una ficción que había sobrepasado expectativas?

El 19 de julio, la tercera entrega llegará a Netflix (ya se está rodando la cuarta parte) y, solo entonces, los fans podrán responder a todas estas preguntas. Pero antes, CINEMANÍA ha podido hablar con Álex Pina y Jesús Colmenar, creador y director de la serie, esos responsables lo suficientemente locos (o brillantes) como para volver a ponerse el mono rojo y demostrarte que no existe fenómeno intocable si hay una buena historia que contar.

¿En algún momento pensasteis en no reabrir La casa de papel?

Jesús Colmenar: Habíamos hecho una serie cerrada y bien cerrada, una historia bien contada, con su final, y ya como narradores te da miedo abrirla porque tienes que estar a la altura. Pero, al mismo tiempo, La casa de papel es una ficción que emocionalmente nos caló tanto a todos, antes del éxito, que nos quedamos con el gusanillo. Nos decíamos: "¿De verdad el Profesor no va a volver a salir?".

Álex Pina: Nos costó tomar la decisión, pero por vértigo porque se estaba haciendo cada vez más grande. La gente empezó a llevar camisetas de La casa en Brasil y por respeto a esos fans teníamos que estar a la altura. Nos tomamos mucho tiempo para pensar un buen punto de partida y mitigar el efecto decepción.

Durante ese proceso de escritura de la tercera parte, ¿os arrepentisteis de alguna decisión tomada para el final de la segunda? Como haber matado a Berlín o a Moscú...

Á. P.: Yo agradezco no haber sabido en ese momento que la serie volvería, porque probablemente me habría costado mucho más matar a Moscú o Berlín, pero son las reglas del juego hoy en día. Matar es una llamada de atención en la nueva ficción: cuando juegas a esto, cuando atracas, te pueden matar. La muerte debe estar en La casa de papel. Creo que, aunque hubiéramos sabido que volvíamos, los hubiésemos matado igualmente, aunque habría sido más doloroso.

J. C.: El cierre de La casa sin la muerte de Berlín no hubiese sido el cierre. Y, además, hemos recuperado al personaje en esta tercera parte...

Existe cierto paralelismo con la realidad en esta nueva entrega, en la que los protagonistas se han convertido en justicieros para la población. ¿Quisisteis homenajear el éxito de La casa de papel?

J. C.: Lo bonito de esta serie es precisamente que se ha convertido en reflejo para muchas causas. Al final, la iconografía de La casa y lo que subyace en ella es: "Ponte la máscara y el mono para luchar contra lo que tú quieras". Es un icono de batalla, de lucha, y luego cada uno le pone su foco. Era muy importante para nosotros contar que el mundo de ficción de La casa de papel había cambiado tras el asalto a la Fabrica de Moneda y Timbre, que las reglas habían cambiado, y es un reflejo de lo que realmente había pasado con la serie. Hicimos ese ejercicio de metalenguaje también como homenaje a los fans en todo el mundo.

Á. P.: La serie tiene una dimensión subliminal de sensibilidad geopolítica, llámalo escepticismo, llámalo situación o ideología. No es una ficción geopolítica, pero tiene una sensibilidad respecto a lo que está pasando en el mundo, la causa feminista, el escepticismo político y financiero. Pero sabemos que hacemos una serie de ficción, de entretenimiento, de acción y emocional, de personajes.

¿Os sobrepasó la repercusión que tuvo fuera de nuestras fronteras?

Á. P.: Te sobrepasa todo, por ejemplo cuando la gente se empieza a tatuar tus personajes. Es muy loco. Arabia Saudí, uno de los países menos contemporáneos que hay, tenía la pancarta del Profesor en un estadio. Y te dices: "Esto es muy gordo".

J. C.: Nadie podía adelantarse a un éxito así, porque además es es un fenómeno y los fenómenos suceden una vez en la vida. Por más que piensas el por qué... Supongo que ha sido una alineación planetaria que ha hecho que, de repente, se haya dado esto y que estemos aquí otra vez.

¿Qué cambia esta tercera temporada con respecto a las dos anteriores?

J. C.: Es más grande, más espectacular, más trepidante. Creo que va un paso más allá en conceptos narrativos y se vuelve más compleja.

Á. P.: Siempre hacemos bancos de pruebas. Tenemos poco amor al confort, la verdad. Vamos a disparar un tiro en el pie cada vez que hacemos algo. Esta temporada hemos abierto cinco capas de tiempo narrativas, un recurso que está sin explorar. No es complicado sino más atractivo y activo para el espectador, aunque a nosotros nos vuelve mucho más locos.

¿Es difícil robar el Banco de España? 

Á. P.: Yo no sé cómo serán otros, pero, concretamente, el Banco de España está hecho a mala leche para que no se robe. Está a 50 metros del suelo, con cámaras que se inundan… Es una labor de Indiana Jones, y por eso nos gustaba este asalto, porque era imposible. Siempre nos ponemos en sitios complicados. Muchas veces estamos en la pizarra y decimos: "Necesitamos cosas irreversibles a cada paso. Saquemos a Tokio de la Fábrica en la segunda parte. Pero, ¿cómo la vamos a sacar?".

J. C.: No sabíamos cómo hacerlo, pero la sacamos.

Á. P.: Tratamos de sorprender al público con una vuelta de tuerca que muchas veces no sabemos cómo vamos a resolver después, pero lo hacemos. Necesitas cosas imposibles para captar la atención del espectador.

La tercera temporada de La casa de papel se estrena el 19 de julio en Netflix.