8 razones para pasar la Nochebuena con 'Sense8'

¿La serie más rara de Netflix? Pues probablemente. ¿La más original? Seguramente, también. Y, ¿una de las mejores? Nosotros pensamos que sí: con Sense8, las hermanas Wachowski y Tom Tykwer han conseguido el producto más singular de la plataforma de VOD, y un verdadero caramelo para los fans del género fantástico. Así pues, se nos hacen los dedos huéspedes esperando ese capítulo especial de Navidad que se estrenará mañana, 23 de diciembre, y que servirá de prólogo a la segunda temporada, disponible a partir del 5 de mayo. Si no entiendes el por qué de nuestra devoción por estos ocho telépatas y su historia conjunta, échale un vistazo a estas razones (ocho, por supuesto) para engancharte a una de las ficciones más originales del audiovisual moderno.

Tal vez a Sense8 puedan reprochársele algunas cosas, pero entre ellas no está la falta de originalidad. Es cierto que, a estas alturas, hay suficiente hueco en el mundillo de las series para relatos de aventuras a la vieja usanza, y también para historias de género fantástico, pero ¿una historia sobre ocho personas, cada una en un país distinto, unidas entre sí por un vínculo telepático y por una extraña conspiración internacional? Sí: este show riza el rizo. Y bien que nos gusta.

A resultas de esa premisa tan disparatada (en el buen sentido), la serie rebosa con historias extremadamente dispares, mediante las cuales los espectadores más diversos pueden encontrar una razón para engancharse. La historia de Wolfgang (Max Riemelt) es puro noir, mientras que Sun Bak (Doona Bae) tiene sobre sí una trama de artes marciales y venganzas al estilo coreano, y lo de Kala (Tina Desai) es un drama romántico con guiños a Bollywood. Eso, por citar sólo tres ejemplos de ocho. Y, luego, está lo que ocurre cuando se junta toda la pandilla...

En lo que a localizaciones se refiere, Sense8 tampoco aburre: si puedes citarnos otro serial que te lleve de Berlín a México DF, y de ahí a Chicago y a Seúl, dentro de un solo capítulo, nos lo cuentas. La premisa del show permite esta clase de saltos sin que desentonen en la historia, lo cual redunda en unos exteriores de ensueño (o de pesadilla: los bajos fondos de Nairobi en los que habita Capheus -Toby Onwumere- no son un lugar bonito).

A lo largo de la historia, los protagonistas de Sense8 pueden compartir sus conciencias, y, con ellas, sus habilidades. Lo que implica que cada momento de la serie está a dos pasos de una escena de acción de las que quitan el hipo: persecuciones de coches a todo trapo, tiroteos marca de la casa Wachowski, taekwondazos de los que te duelen hasta a ti en tu sofá... nómbralo, y, probablemente, ya haya salido. Y, probablemente, todo dentro de una sola escena.

Uno de los aspectos más comentados de Sense8 es la presencia en su reparto principal de Jamie Clayton, una actriz transgénero que interpreta a la hacker del equipo. Una hacker que, mira tú, tiene una novia muy guapa (Freema Agyeman). El hecho de que dos de sus responsables sean mujeres trans tendrá algo que ver en eso, pero señalemos que, además del detalle, estamos hablando de una serie extremadamente picante y desinhibida cuando toca, capaz de poner en pantalla una escena de sexo telepático entre, al menos, dieciséis personajes sin por ello caer en lo zafio. Eso, qué duda cabe, es un logro.

Admitámoslo: los espectadores españoles nos quedamos muy, muy pasmados al ver cómo el actor al que conocíamos por Sin tetas no hay paraíso interpretando a Lito, un actor de culebrones mexicanos encerrado en el armario, y que protagoniza algunas de las escenas más divertidas del show. Basta con recordar ese momento en el cual (por cosas de la telepatía) el pobre Miguel Ángel descubre de primera mano los efectos del síndrome premenstrual para saber que estamos ante un intérprete más capacitado de lo que pensábamos. ¿Se dará cuenta algún productor español?

Desde los ya lejanos días de Matrix y Corre, Lola, corre, ni las Wachowski ni Tom Tykwer han escondido sus inclinaciones políticas. Unas inclinaciones que tienden a la extrema izquierda, y que, en Sense8, siguen ocupando una buena parte del discurso, con referencias abundantes a la desigualdad económica y la discriminación racial y sexual. Pero, ojo, esas referencias se formulan sin sermones y con un tono de gran irreverencia: no hace falta comulgar con ellas para disfrutar de la serie.

Si tenemos que evaluar a las perchas de los golpes en el Hollywood reciente, seguramente Lilly y Lana Wachowski estarían cerca del primer puesto. Es fácil reírse de sus proyectos disparatados, regodearse en la (idiota) polémica sobre sus procesos de transición de género o considerarlas juguetes rotos. Pero estamos hablando de dos directoras con el valor suficiente como para trasvasar el lenguaje del anime al cine occidental (Speed Racer) o marcarse una space opera clásica en El destino de Júpiter. En Sense8, por su parte, las cineastas siguen pisando un terreno tan resbaladizo como siempre, pero el formato de serial les permite exponer sus ideas con más claridad, y, sobre todo, de una manera que capta las simpatías del público. Si aún no conoces esta faceta de su carrera, dale una oportunidad: el disfrute está asegurado.