Zinebi 2022 | 'Anhell69': una película trans para una generación sin futuro

El cineasta colombiano Theo Montoya retrata Medellín como una ciudad cementerio en un documental que configura su identidad mediante la mezcla de formatos, texturas, tonos y géneros
'Anhell69', de Theo Montoya.
'Anhell69', de Theo Montoya.
Cinemanía
'Anhell69', de Theo Montoya.

El cineasta Víctor Gaviria (Rodrigo D: no futuro, La vendedora de rosas) conduce un coche fúnebre. En el féretro que transporta por las calles de una Medellín inhóspita y oscura, yace Theo Montoya, director de Anhell69, autodefinida como película trans, una suerte de poema mortuorio para una generación privada de futuro en el que conviven el cine de denuncia, la ciencia-ficción distópica, el ejercicio metalingüístico y el libérrimo alegato queer, una obra que hace de la mixtura genérica gesto emancipador. La voz del propio Montoya sutura esta reflexión apedazada – de impetuosos brochazos sci-fi al sampleo de los filmes colombianos que el director admira, pasando por una colección de desalentadores testimonios- cuyo origen se encuentra en un cortometraje previo, Son of Sodom (2020), que documentaba el proceso de casting para un proyecto de largometraje en el que aparecía Camilo Najar, un joven de 21 que falleció de sobredosis una semana después de concluir las audiciones. Sobre esa base trágica, el realizador colombiano orquesta la sinfonía de una Medellín decadente, corazón negro de un país que parece moverse al compás de los latidos de la violencia, un nido invivible del que los jóvenes solo pueden escapar soñando con el dinero y el exilio o buscando cobijo en paraísos artificiales.

El poder de# Anhell69 emana de su feliz indefinición genérica, de su libertad para apelmazar texturas y tonos, también de los agudos textos de Montoya (“¿Qué futuro hay para un país que nunca conoció la paz?”), todo para conformar un collage que se resiste a cualquier clasificación porque, como sus protagonistas, necesita de nuevos horizontes – horizontes en los que la muerte no sea vista como un descanso ni el suicidio como una salvación – para florecer. Tras su paso por los festivales de Venecia o Mar del Plata, el primer largometraje de Theo Montoya se presenta en la competición de óperas primas de Zinebi (ZIFF) como una suerte de brújula editorial y de película desafío, una obra que hace bandera de la hibridación y el desprejuicio y que encuentra continuidad en otros títulos de la misma sección como puedan ser Have you seen this woman? (Dusan Zoric & Matija Gluscevic, 2022) o de otros apartados: ahí están los casos de A flower in the mouth (Éric Baudelaire, 2022), encuadrado en esa panorámica sobre los mejores documentales del año que es Beautiful Docs, o de los cortometrajes de la sección oficial I didn’t make to love her (Anna Fernández de Paco, 2022) o Alas (Maddi Barber, 2022), todos ellos vistos en las dos primeras jornadas de proyecciones del siempre aperturista certamen vizcaíno.

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