Así se hizo 'La sociedad de la nieve', la gran triunfadora de los Goya 2024

El filme de J. A. Bayona arrasó con 12 de las 13 estatuillas a las que estaba nominado y va camino de ganar el Oscar. En 2022, CINEMANÍA estuvo en el impresionante rodaje que ya auguraba un éxito sin precedentes
Rodaje La sociedad de la nieve
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Rodaje La sociedad de la nieve
La película de J.A. Bayona fue la gran triunfadora en la noche más importante del cine español, alzándose como ganadora en la mayoría de categorías a las que estuvo nominada.
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El espacio es tan angosto que los periodistas, en asientos enfrentados, tenemos que intercalar las piernas como en una cremallera. Las ventanas de la cabina enganchada a la máquina pisapistas están cubiertas de nieve así que, los que vamos de espaldas al sentido de la marcha, tardamos un rato en darnos cuenta de que nos vamos a marear. Estamos subiendo por una ladera de la montaña tan empinada que tenemos que esforzarnos en no caer sobre nuestros compañeros. Hace poco que ha amanecido. 

Cuando salimos del hotel era de noche y, desde la telecabina, veíamos las pistas de la estación de Sierra Nevada cerradas, impolutas, vacías de los esquiadores que unas horas más tardes se deslizarían por ellas. El transporte para llegar al rodaje de La sociedad de la nieve, la nueva película de J. A. Bayona (Lo imposible) para Netflix, es, como todo en esta producción: espectacular.

Tras una marcha de 40 minutos, la máquina pisapistas frena de pronto. Salimos al exterior y hay una inmensidad blanca con un avión roto en medio. A pesar de los guantes y las botas apreski, los dedos de las manos y los pies tardan poco en adormecerse por el frío. La ventisca nos incordia tanto como la luz brillante en los ojos. Estamos a más de 3.000 metros de altura en la Laguna de las Yeguas. 

No hace falta estar en Los Andes para hacerse una idea de la odisea que tuvieron que sufrir los 29 supervivientes del accidente del avión 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, el equipo de rugby Old Christians Club que en 1972 se estrelló en un glaciar en el extremo occidental de Argentina que tenía ya entonces el fatídico nombre de Valle de las Lágrimas.

El Milagro de Los Andes, el relato de cómo 16 de esos 29 supervivientes consiguieron ser rescatados tras setenta y dos días perdidos en las cordilleras, es la historia que J. A. Bayona ha decidido contar en su siguiente película. Una historia que casi todos conocemos por ¡Viven!, la impactante película de Frank Marshall basada en el libro de Piers Paul Read. 

Sin embargo, La sociedad de la nieve es una adaptación de otro libro, uno en el que los supervivientes del accidente se ven mejor reflejados y que escribió 36 años después de la tragedia su compañero de colegio en el Stella Maris Pablo Vierci, a quien conocemos en el rodaje y que no puede disimular su entusiasmo con que sea Bayona quien lleve a la gran pantalla la historia de sus amigos en una película de la que además es productor asociado.

J.A. Bayona se ha desplazado hasta El Valle de las Lágrimas en los Andes, donde sucedió el trágico episodio.
J.A. Bayona se ha desplazado hasta El Valle de las Lágrimas en los Andes, donde sucedió el trágico episodio.
Cinemanía

La sociedad de la nieve es un libro magnífico. Son los 16 supervivientes quienes relatan su historia, cada uno con su propia voz y sus recuerdos de lo ocurrido, dándole a la narración una estructura circular que, por su crudeza, por su mezcla de tragedias y golpes de suerte, pero también por sus reflexiones existenciales, es imposible sacarse de la cabeza. 

Jovencísimos actores argentinos y uruguayos interpretan a estos miembros de la sociedad de la nieve: Juan Caruso es Álvaro Mangino, Agustín Berruti es Bobby Françoise, Esteban Bigliardi es Javier Methol, Rocco Posca es Moncho Sabella, Andy Pruss es Roy Harley, Luciano Chatton es Pedro Algorta, Benjamín Segura es Vasco Echevarren, Fernando Contigiani es Arturo Nogueira, Simón Hempe es Coche Inciarte, Valentino Alonso es Pancho Delgado, Agustín Della Corte es Tintín Vizintín, Felipe González es Carlitos Páez, Rafael Federman es Eduardo Strauch, Francisco Romero es Daniel Fernández Strauch, Esteban Kukuriczka es Fito Strauch, Tomas Wolf es Gustavo Zerbino, Agustín Pardella es Nando Parrado, Matías Recalt, Roberto Canessa y Enzo Vogrincic, Numa Turcatti. Cuando los conocemos en el rodaje, están sometidos a un régimen estricto con el fin de adelgazar con la misma rapidez con la que lo hicieron sus personajes, lo que ha implicado además que se ruede en orden cronológico.

El libro de Pablo Vierci, como la buena literatura latinoamericana, tiene ese tono lírico que contrasta con los hechos durísimos que se narran. Nada se oculta por crudo que sea: La primera noche que el equipo de rugby pasó en el glaciar tras el accidente, aterrorizados por la oscuridad absoluta y los gritos de los moribundos, la decisión de alimentarse de sus amigos muertos, las fallidas expediciones en busca de ayuda hasta que Roberto Canessa y Nando Parrado llegaron a Los Maitenes y al primer contacto humano le espetaron: "Vengo de un avión que cayó en las montañas". 

Una muestra aquí, precisamente de Nando Parrado que explica su determinación a la hora de salir a buscar ayuda: “Yo podía ver el guion de la película completa, y sabía que más tarde o más temprano se terminarían los cuerpos y tendríamos que usar el de mi madre y mi hermana. Imposible. Había que huir antes que eso sucediera. Después estaba mi padre, que pensó que había perdido a toda su familia en la montaña, pero como yo estaba vivo, tenía que regresar para decírselo”.

"Vengo de un avión que cayó en las montañas”

Pero volvamos a la Laguna de las Yeguas, localización en la que se ruedan los exteriores del avión y en la que se acortan las jornadas de rodaje por la dureza climatológica; los equipos ruedan siempre con arnés, para atarse a una cuerda por si se desorientan en medio de la nieve, como ha pasado alguna vez. En esta visita nos acompañan Sandra Hermida, productora junto a Belén Atienza de La sociedad de la nieve, y Alain Bainée, el diseñador de producción de películas como Blancanieves o Loving Pablo y responsable de los decorados en este flime, verdaderas obras de ingeniería. 

El avión que estamos viendo es solo uno de los tres que se han construido para recrear el Farichild FH-227FD accidentado. Aunque los otros dos son igual de importantes este goza de la peculiaridad de haber tenido que ser transportado a más de 3.000 metros de altura pesando 7000 kilos y midiendo 14 metros. “Subimos el avión en dos trozos. Lo construimos tumbado y sobre un trineo metálico, que está debajo”, explica.

Ahí es donde entra Lluna Yuvé, directora de localizaciones que sirve de enlace entre la producción y la estación de esquí. “Primero transportamos el avión con camiones pluma 4x4. Esperamos a que nevase y lo arrastramos con la máquina pisapistas pero fue muy complicado porque pesaba muchísimo y no teníamos suficiente nieve –explica la directora de localizaciones de Way Down o Alma, serie que se estrena próximamente en Netfilx–. 

Movimos cielo y tierra para encontrar aviones militares que pudiesen llevar el avión en helicóptero, pero era demasiado pesado. Así que limpiamos la mitad de la carretera de la Hoya de la Mora y subimos con el avión de 14 metros y 7000 kilos hasta un cruce. Hicimos venir dos máquinas, y una lo empujaba y otra lo arrastraba, a eso de las seis de la tarde, que había caído el sol y la nieve estaba dura para que no se hundiera”.

Además de los tres aviones, Alain Bainée ha diseñado también la cola del avión, que salió volando durante el accidente y los supervivientes encontraron tiempo después en una de sus expediciones. “En Madrid harán el avión antes del accidente. Y el impacto del avión al chocar”, añade en lo alto de la montaña mientras nos azota la ventisca. 

“Los aviones tienen las medidas exactas del Fairchild real porque nos parecía fundamental que el espectador sintiese la claustrofobia que sintieron ellos al tener que resguardarse allí setenta y dos días. Es un avión pequeño. Lo que queríamos es transmitir mucha verdad”, asegura.

Transmitir mucha verdad

Esa es la frase que más se repite a lo largo de nuestra visita al rodaje de La sociedad de la nieve, pronunciada por cada uno de los responsables de departamento, por Bayona cuando hace un alto en el rodaje para atendernos, por las productoras: “Transmitir verdad”. Por eso, se ha decidido rodar en una montaña, en la nieve, con todas las complicaciones que conlleva. 

Sin ir más lejos, el día que subimos a la Laguna de las Yeguas dos unidades se preparan para rodar en la montaña. "Es una proeza porque lo tenemos que mover todo en las máquinas pisapistas. Diez personas de la tercera unidad van esquiando, entre ellas Lluna, que es una esquiadora fantástica”, explica Sandra Hermida.

Esa misma verdad impregna el segundo set de rodaje al que acudimos. Es un enorme hangar construido en uno de los parkings de la estación de esquí expresamente para la película y que se desmontará cuando termine el rodaje. El segundo de los tres aviones está ahí dentro, entre un humo que simula el frío helador de Los Andes. 

Debajo hay nieve real mezclada con otra artificial que, al pisarla, parece nubes de chuchería. El avión partido es un amasijo de cables, maletas apiladas y el algodón que los supervivientes le sacaron a los asientos para calentarse.

Rodaje de 'La sociedad de la nieve'; de izquierda a derecha en el fuselaje: Coche Inciarte (Simón Hempe), Álvaro Mangino (Juan Caruso), Javier Methol (Esteban Bigliardi), Carlitos Páez (Felipe González Otaño), Pancho Delgado (Valentino Alonso), Bobby Françoise (Agustín Berruti), Roberto Canessa (Matías Recalt)
El avión en la Laguna de Las Yeguas, en Sierra  Nevada. Rodaje de 'La sociedad de la nieve'; de izquierda a derecha: Coche Inciarte (Simón Hempe), Álvaro Mangino (Juan Caruso), Javier Methol (Esteban Bigliardi), Carlitos Páez (Felipe González Otaño), Pancho Delgado (Valentino Alonso), Bobby Françoise (Agustín Berruti), Roberto Canessa (Matías Recalt)
QUIM VIVES

Si en el set de la montaña se ruedan los exteriores del avión, en este decorado se filma el interior del avión y también las entradas y salidas. Pero, de nuevo, para garantizar la máxima verdad, las paredes están forradas de unas pantallas en “ele” en las que se proyectan Los Andes. 

"Uno de los retos era no hacer toda la montaña digital", explica Laura Pedro, supervisora de VFX junto a Félix Bergés que acudió a Los Andes con una unidad destinada a fotografiar lo que se veía desde el fuselaje a todas las horas posibles de luz. “Tenemos toda la montaña fusilada desde todos los ángulos, por así decirlo, para luego no tener que inventarnos nada. Esa piedra es una piedra real, con retoques si es necesario, pero partiendo de la realidad, de esa piedra que está allí”.

"En la película, el primer término va a ser Sierra Nevada, y el fondo, va a ser Los Andes”, añade Bergés y vuelve a insistir en que lo más importante para Bayona es que el espectador tenga la sensación de estar allí. “No es estar en una montaña grande que no sabes cuál es. Es estar allí, en el sitio donde ocurrió”. 

El equipo de El Ranchito, que ya había trabajado en Lo imposible con J. A. Bayona, tiene mucho trabajo por delante hasta que acabe la película. “Casi todos los planos tendrán retoques. Hablamos de miles de planos y centenares de profesionales trabajando en ello”, explica Bergés, que todavía tiene por delante la recreación del accidente de avión. “Y esperemos que sea bastante original, no voy a decir más”.

Tres unidades. Más de 300 profesionales

Tres unidades y más de 300 profesionales trabajan a la vez en La sociedad de la nieve. En el plató efímero conocemos y vemos rodar al director de la segunda, Alejandro Fadel, guionista argentino de Elefante Blanco y director de Muere, monstruo, muere, que participó en Una cierta mirada del Festival de Cannes en 2018. “En algún punto, lo que hace un director de segunda unidad es aprender cómo mira el otro, serle fiel y a la vez tratar de aportarle algo que trae, esa sensibilidad que puede coincidir o no", explica Fadel.

Nació en Mendoza, la provincia donde se estrelló el avión, y también acompañó a Bayona en ese primer rodaje en Los Andes. "Jota tiene un sentido de la emoción que no es tan cercano a mi cinefilia. Esa conexión más directa y menos intelectual con el espectador me conmueve y me llama. A mí me gusta mucho Bresson y a él, Spielberg”.

En la escena que Fadel está rodando esta tarde los protagonistas de La sociedad de la nieve vuelven a nacer. Diecisiete días después del accidente, una avalancha cayó sobre el avión donde dormían los 29 supervivientes matando a ocho de ellos. El fuselaje quedó completamente enterrado con nieve hasta un metro del techo y, aunque entre todos lograron cavar un túnel hasta la superficie, una tormenta no les dejó más remedio que permanecer allí dentro durante tres días, teniendo que alimentarse de la carne de sus amigos muertos. 

La escena que se rueda hoy es justamente el momento en que consiguen salir del fuselaje. Por el combo vemos cómo los miembros del equipo de rugby cavan y se arrastran por un túnel para salir del avión por la ventanilla de delante.

A unos metros del hangar, Bayona rueda con la primera unidad una de las expediciones en las que los supervivientes intentaron escapar del glaciar. A través de la nieve helada que cae golpeándonos el rostro vemos unos actores subiendo por la montaña. 

“Hemos tenido suerte con el día hoy”, dice el director de Jurassic World: El reino caído. "Hoy el viento y la nieve eran de verdad y los actores lo agradecen mucho. Uno de ellos se ha roto porque no podía más. Si eso lo tiene que hacer en un interior le cuesta muchísimo. Y le cuajaba la nieve en el pelo, esas cosas son muy difíciles de reproducir en un set”.

Eivind Holmboe, director noruego al frente de la tercera unidad, no está rodando el día de nuestra visita. En una caseta prefabricada con decenas de storyboards y mapas en las paredes, nos explica lo que está aportando al rodaje dada su experiencia en rodajes de montaña. 

Así lo presenta Belén Atienza, productora que ha trabajado con Bayona desde El orfanato. “Eivind ha venido a ayudarnos a contar la montaña, porque en cámara es muy complicado –explica–. También para enseñarnos a rodar en los sets más extremos, en condiciones de nieve, para asesorarnos sobre qué tomas se pueden hacer con actores o con dobles".

Hasta ahora, Holmboe, que esquió en el equipo nacional noruego hasta los 20 años, no ha rodado tanto como le gustaría porque han tenido mala suerte con el tiempo. “Hemos tenido dos meses de sol que parecía que nos íbamos a quedar sin nieve y ahora llevamos un mes que no sale el sol ni a tiros”, explica Atienza añadiendo que los próximos días tendrán que lidiar con una borrasca. 

Contando con esas condiciones climatológicas tan cambiantes, se construyó el tercer avión en una suerte de búnker en un olivar a 1000 metros de altura. “La función del backlot es rodar escenas que no se pueden rodar al natural, por ejemplo efectos metereológicos –explica Bainée–. Construimos un ascensor para subirlo al nivel de tierra o bajarlo según necesitásemos. Y también se hizo en caso de que nunca llegase a nevar”.

El noruego nos explica en un castellano perfecto que “su misión es adaptar el lenguaje de Bayona a la montaña, donde no se pueden usar grúas”. "El rodaje de montaña es muy lento, muy prolijo. Y Jota es un director que tiene un storytelling con mucho plano y mucho detalle –explica Atienda–. En eso Eivind nos está ayudando mucho. Porque puede rodar los planos detalle que para Bayona son fundamentales para contar la historia y también los grandes planos generales que se pueden rodar con dobles”.

Una vez más, la productora incide en la importancia de contar con verdad el Milagro de los Andes. “Se han hecho muchas películas de montaña con cromas. Pero aquí el objetivo es que todo sea real en la medida de lo posible. Por eso, tenemos una unidad específica de montaña, las pantallas o el set en la cima. Para que el espectador sienta que está allí, que sea una experiencia”, explica la productora sobre este proyecto no demasiado alejado de Lo imposible, el último proyecto de Bayona tras su participación en la saga jurásica y en la serie de El señor de los Anillos de Amazon Prime Video, donde ha dirigido un par de episodios.

"Hay algo en el trauma de la gente que convive muy cerca con la muerte después de un desastre –explica Atienza, que descubrió el libro de Pablo Vierzi durante la documentación de Lo imposible–. Pero esta película transcurre durante mucho más tiempo y la manera en la que se procesan los traumas y la comunión entre los que los sufren es muy diferente. Lo imposible era el shock, aquí pasamos por todos los estados de ánimo. Además de que es una película más ambiciosa y con mayor presupuesto".

Los muertos están llenos de nieve

En una caseta prefabricada cerca de allí nos espera Montsé Ribé, maquilladora de efectos especiales junto a David Martí, su compañero que no ha podido encontrarse con nosotros en el rodaje. En la sala hay tres cadáveres sobre unas camillas. Los muertos están llenos de nieve. Visten pantalones de pana, camisas con cuellos de los años 70. Las uñas, las cejas, las narices rojas, el rictus de muerte, todo es de una veracidad inquietante.

“Ficticios de muertos hemos hecho unos 16 con la calidad que veis aquí”, explica la ganadora del Oscar a mejor maquillaje por El laberinto del fauno que lidera un equipo que ha llegado hasta las 20 personas. Los cadáveres tienen pelo natural y están hechos de silicona a partir de un molde que les hicieron a los actores. “Bayona nos pidió que pesasen porque los personajes los trasladan de un lugar a otro y quería que el esfuerzo de hacerlo fuese realista”.

Alguien pregunta si los actores han visto sus cadáveres. “Sí. A Liliana por ejemplo le daba mucho yuyu”, recuerda Ribé sobre la única mujer que sobrevivió al accidente pero que tristemente murió en el alud sin que su marido pudiese hacer nada para salvarla. En las paredes de la sala hay prótesis de las llagas en la espalda de uno de los personajes o de las heridas infectadas y otros elementos que no mencionaremos.

Dejamos que los protagonistas hablen por si mismos, en este caso Daniel Fernández, como lo hicieron en el libro de Vierci: "Pero en cuanto al funcionamiento del grupo, para quien nos observara desde afuera, era como una manada de monos. Setenta y dos días sin lavarnos, sin quitarnos la ropa, comiendo carne humana, que en un primer momento era un cortecito pero después se transformó en una ración de comida y más adelante ya quedaba el hueso pelado tirado por ahí y venía uno y lo agarraba y se lo metía en el bolsillo del saco y después se ponía a chuparlo delante de los otros".

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