Una película como acto terrorista en un Hollywood podrido

Tres anuncios en las afueras no es una película de Oscars, sino un coctel molotov que impacta en un Hollywood donde los abusos y la falta de creatividad son la norma
Una película como acto terrorista en un Hollywood podrido
Una película como acto terrorista en un Hollywood podrido
Una película como acto terrorista en un Hollywood podrido

Como Frances McDormand tirando coctels molotov a una comisaría de Ebbing, Missouri, la película que protagoniza es una clase de acto violento que en varios sentidos nace dentro de Hollywood para arreglarlo. Tres anuncios en las afueras se acaba de estrenar en España después de ganar un montón de Globos de Oro y los espectadores irán a verla convencidos de ver el típico título de Oscar. Sin embargo, Martin McDonagh ha dirigido una película reaccionaria.

No es fácil asumir que es lo que cuenta Tres anuncios en las afueras, cómo lo cuenta y que viene a decirnos a nosotros, pobres espectadores que formamos parte de una sociedad en plena revolución, o a un Hollywood enormemente confuso y acongojado frente a la enorme creatividad que se está pasando al bando de las plataformas de video on demand y encima en mitad de una guerra contra el acoso femenino que, tristemente, ha sido la base de una gran parte de sus producciones.

LO QUE CUENTA…

Una película como acto terrorista en un Hollywood podrido

Lo que cuenta Tres anuncios en las afueras es que una joven ha sido asesinada, violada y quemada en un pueblo de Missouri y en un año ningún policía ha conseguido una miserable pista del terrible crimen. Ni un solo sospechoso. NADA. Y su madre, una mujer de 50 años con muy mala leche interpretada por la grandiosa Frances McDormand, está bastante harta de este silencio, de ver como la policía se entretiene dando palizas a negros o latinos abandonando toda esperanza de encontrar al culpable o culpables del asesinato de su hija.

La historia y el guión es de Martin McDonagh. Se lo ha inventado él. Y por algo ha elegido este terrible crimen. Por algo ha elegido a una mujer de 60 años para interpretar a una de 50, porque se puede, porque en Hollywood hay vida para las actrices que pasan de los 40. Y por eso parece que está hablando de un pueblo paleto de Missouri cuando realmente está hablando de todo Estados Unidos. Y dentro de Estados Unidos está Hollywood.

Los tres carteles en las afueras que coloca el personaje de McDormand son una llamada de atención y el golpe que reabre las heridas de un crimen que aún estaba latente… Igual que el artículo de Dylan Farrow desenmascarando a Harvey Westein. Tampoco hay que ir mucho más allá en los paralelismos porque el sheriff Willoughby, que interpreta Woody Harrelson, es una maravillosa persona, un tío pragmático que asume que a veces el bien es derrotado por un mal sin rostro que se escabulle para no ser encontrado nunca.

Pero es inevitable pensar en los abusos, en el silencio y en la rabia silenciada dentro de un sistema podrido cuando Martin McDonagh hace ese retrato tan áspero de sus personajes: del exmarido maltratador y su jovencísima casi adolescente nueva mujer, del policía racista y violento, de su madre aún peor, de los que vienen de fuera con terrible sed de quedarse con un poquito de pastel. Y todo el mundo lo ve pero nadie dice nada.

COMO LO CUENTA…

Una película como acto terrorista en un Hollywood podrido

Tres anuncios en las afueras es un western de John Ford dirigido por Frank Capra.

La mujer que interpreta McDorman es Ethan Edwards en Centauros del Desierto. Dos personajes con la mirada cansada. Dos perdedores que no pueden esconder su desprecio. Dos héroes moviéndose con amargura en dos historias épicas pero que les quedan grandes. Un plantel de secundarios que son mejores personas que ellos. Igual que John Ford, McDonagh se deleita rodando el rostro de su actriz, sus arrugas y sus ojos que miran y piensas, que están tristes y que quieren acabar ya con todo.

En Tres anuncios en las afueras hay duelos inquebrantables como el de Woody Harrelson y McDorman. Ambas escenas, fascinantes, culminan en algo peor que un disparo a bocajarro. Esta violencia típica del western, seca y heroica, que McDonagh ha sabido traducir muy bien, se convierte a medida que avanza la película en otro género completamente distinto.

Y en este cambio reside la provocación frente a la actualidad de Hollywood. Un acto terrorista (entiéndase la brutalidad de la metáfora) que sirve para coaccionar un sistema que está hecho polvo primero creativamente y después a nivel humano.

Todos los personajes relevantes de Tres anuncios en las afueras son buenos. Frank Capra posee el espíritu de Martin McDonagh. Primero nos encontramos con una obra negrísima y en último término somos testigos de una historia edificante y muy sólida, cercana y con la intención de elevarnos el espíritu. Como hacía Capra, en esta cinta se retrata el bien con sencillez pero sin caer en un mensaje edulcorado. El personaje de Sam Rockwell tiene una evolución bestial, y él asume un trabajo complicadísimo para que al final el espectador se identifique y, sobre todo, sienta una admiración inconfundible por el bien en este mundo.

Puro Capra, puro cine clásico de Hollywood basado en nada, sin ser la adaptación de ningún cómic, ni ningún reboot, ni ninguna secuela. McDonagh, que viene de fuera, es lo suficientemente osado para devolver a Hollywood la brillantez de las películas de su etapa dorada sin renegar del presente cinematográfico. Ojo, ahora vivimos en la mejor época cinematográfica posible, con más oferta que nunca, más gente buena que nunca, más subtextos y discursos artísticos, políticos, sociales y con más metalenguaje que nunca. Pero es cierto que el cine lucha febrilmente contra Netflix y amigos y casi siempre pierde por una ausencia de complicidad o vínculo con el espectador medio. Por eso es bueno volver a las pulsiones bienintencionada del pasado.

QUÉ NOS QUIERE DECIR…

Una película como acto terrorista en un Hollywood podrido

Que los monstruos no son monstruos, son hombres. Y esto es muy difícil de asumir.

Significa que Harvey Weistein, Kevin Spacey o el asesino ficticio de la hija ficticia de McDorman en Tres anuncios en las afueras son tipos normales. El atajo es pensar que son monstruos o psicópatas, gente outsider a la que uno puede mirar desde la atalaya de los cuerdos. Pues no, es mentira, todos somos (o podemos ser) Harvey Weistein.

Sin embargo, Tres anuncios en las afueras también nos deja una idea incómoda gracias a la construcción del personaje de Sam Rockwell. Si asumimos que los monstruos de Hollywood son hombres normales, también podemos contemplar una redención. Una redención que solo existiría para el propio individuo, es decir, solo les serviría a ellos ya que para el resto de la sociedad estos criminales deben de pagar por sus abusos el resto de su vida.  Que hombres convertidos en monstruos vuelvan a ser hombres, como el personaje de Rockwell, que pasa de ser un miserable acosador a ser alguien valiente y generoso, es casi una quimera. Al final esto es una película, pura ficción, la vida desgraciadamente es bastante más oscura. Además, al igual que el personaje de McDorman, la sociedad tendría que volver a verles como hombres y de eso ni siquiera Frank Capra sería capaz.

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