Toni Servillo: “A veces en la vida basta con ser un poco diletantes"

El protagonista de 'La gran belleza' explota su vis cómica en '¡Déjate llevar!', filme de Francesco Amato que protagoniza junto a Verónica Echegui
Toni Servillo: “A veces en la vida basta con ser un poco diletantes"
Toni Servillo: “A veces en la vida basta con ser un poco diletantes"
Toni Servillo: “A veces en la vida basta con ser un poco diletantes"

Déjate llevar es la primera comedia ligera que haces para el cine. ¿Te apetecía cambiar de registro?

Sí, en una ocasión expresé el deseo de hacer una comedia de estas características. Como sabrás, yo soy un hombre de teatro y en teatro me he medido frecuentemente con la comedia, pero nunca había tenido esa oportunidad en el cine. El director Francesco Amato me ha propuesto este guion que me pareció una comedia inteligente que bebe de Lubitsch, de Billy Wilder. En definitiva, una comedia sofisticada, inteligente, de humor refinado, y yo la he hecho con mucho gusto. Deseaba enfrentarme a otro aspecto de mi oficio, un poco menos serio.

En la película interpretas a un psicoanalista. Si no me equivoco, estudiaste Psicología en la universidad.

Sí, estudié varios cursos cuando era joven, hasta que el teatro se convirtió en una ocupación más importante.

¿Aprendiste más de la psicología humana con Freud y Jung o con Molière y Eduardo de Filippo?

He aprendido mucho más con Molière, al menos lo poco que he aprendido [ríe]. Aunque no se puede comparar. En otras palabras, he aprendido de unos y de otros y quizá los primeros han ayudado a que comprendiera mejor a los segundos.

¿Y cómo acabaste decantándote por el teatro?

Durante la universidad ya me dedicaba al teatro de manera profesional. En la víspera de un debut tenía un examen de Psicología evolutiva y la noche anterior había participado en el ensayo general. El sacerdote me vio cansado y me preguntó qué me ocurría. Cuando le conté el motivo, me respondió: “Deje estos estudios, que le revuelven el espíritu”. Es una frase interesante que merece una reflexión. A veces saber demasiado puede revolver el espíritu, estorbar nuestras acciones. Y eso es un poco lo que les sucede a los personajes de esta película. La cosa más interesante, en mi opinión, es que se cruzan los destinos de dos personas muy diferentes entre sí, por extracción social, por cultura, y estas dos personas se acaban ayudando, se dan una mano el uno a la otra ejerciendo involuntariamente sus respectivos oficios. Dejarse llevar significa que a veces no hace falta ser profesionales de la vida, sino que basta ser un poco diletantes.

Y de eso es una experta Claudia, el personaje que encarna Verónica Echegui. ¿Cómo le ha ido en su primera experiencia italiana?

Si no hubiésemos contado con la alegría, la vitalidad y la irresistible simpatía de Verónica, la película no habría sido la misma. Verónica ha regalado su talento a la película y ha sido fundamental. De ella solo puedo decir cosas buenas, es una actriz formidable.

Hace un par de años interpretaste a un monje en Las confesiones de Roberto Andò. En ¡Déjate llevar! en cambio tu personaje, que es judío, en realidad no es muy espiritual y sufre particularmente las exigencias vecinales con motivo del sabbath. ¿Con quién te sientes más identificado?

La religión ocupa un lugar privado, naturalmente, y no me gusta hablar de ello en público. Pero seguramente es un aspecto de mi vida sobre el que reflexiono con mucha seriedad.

¿Y cómo es tu relación con otro templo contemporáneo: el gimnasio?

No, el gimnasio lo contemplo con mucho menos interés, en ese sentido me parezco mucho al personaje [ríe].

¿Has tenido que hacer mucho esfuerzo físico para seguir las clases de Claudia?

Sí, esa parte del papel me ha salido muy natural porque comparto las mismas dificultades que el personaje.

Dicen que eres el único heredero de una tradición de grandes actores italianos: Marcello Mastroianni, Vittorio Gassman y Gian Maria Volonté. ¿Cómo se lleva ese peso sobre los hombros?

Considero un honor que me comparen con esos actores, a los que siempre he mirado con admiración y como referentes. Lo que puede decir es que seguramente me he inspirado a ellos, no tanto en el modo de recitar, que es único e inimitable, como en su modo de interpretar el oficio de actor en la sociedad.

Compartes con ellos también la fidelidad al teatro.

Esa es la tradición a la que me refiero. Nuestros mejores actores vienen del teatro. Algunos han intentado compaginar los dos medios y eso es lo que modestamente trato de hacer también. No considero el teatro una antecámara del éxito cinematográfico. Lo que intento hacer es confundir a los dos públicos de forma que quien me haya descubierto en el teatro, venga a verme al cine y quien me descubra el cine, venga a verme al teatro.

¿Y consideras que esta tradición se ha perdido, no solo en Italia?

Bueno, sobre todo entre las generaciones más jóvenes, que ya no contemplan a este oficio como uno en el que haga falta especializarse. Veo a demasiados actores que se muestran disponibles a hacer cualquier cosa: la comedia, la serie, el teatro, el cine. Yo siempre he pensado que el actor es el actor de teatro y yo me he especializado y continuo a razonar y a reflexionar sobre este oficio del actor de teatro. De ahí irradian las posibilidades de hacer otras cosas, pero es muy importante tener esto como centro. No sé si me he explicado bien [ríe].

Fenomenal. Ya para terminar, una curiosidad: Loro, la nueva película de Paolo Sorrentino, ¿se estrenará antes o después de las elecciones en Italia [que se celebrarán el próximo 4 de marzo]?

Esas son cosas que los actores no saben, debería preguntárselo a la producción. Pero he leído en los periódicos que el estreno está previsto para la próxima primavera.

No me podrá adelantar nada de la película, ¿verdad?

No, de esto hablaremos con mucho gusto cuando haya visto la película y yo también. Es que todavía no lo ha visto nadie y no sabría qué decirle [ríe].

Déjate llevar se estrena el 2 de febrero.

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