Salas X, ¿los últimos cines de barrio?

El documental 'Paradiso' retrata el día a día en un cine porno de Madrid. Acompañando a sus responsables, entramos en uno de los siete locales españoles que aún venden sexo en sesión continua. Por YAGO GARCÍA / Fotos: MAYI G. COBO / Y. G.
Salas X, ¿los últimos cines de barrio?
Salas X, ¿los últimos cines de barrio?
Salas X, ¿los últimos cines de barrio?

David Lynch se lo pasaría muy bien en este lugar. Rafael Sánchez, de profesión proyeccionista, ha creado durante muchos años un entorno complejo en su puesto de trabajo: el Cine Alba de Madrid. En este local, junto a la plaza de Tirso de Molina, hay un maniquí al que se le ilumina el corazón cuando se aprieta su entrepierna. Los carteles que anuncian el programa del día están pintados a mano. Y en el ambigú del primer piso se ven un cuadro en homenaje a Luis García Berlanga (el cineasta español favorito de Rafael) y un proyector de 36 milímetros, el primero empleado en el local. El aparato es un trasto venerable, cuya lámpara iluminó desde clásicos como Casablanca a innumerables spaghetti western y comedias de Gracita Morales. La cinta, la última que el Alba exhibió en celuloide, es una película porno: estamos en una de las siete salas X que permanecen activas en España. Como es la norma en el negocio, hace mucho que el Alba cambió los rollos por los dvd.

Hombre de cine hasta el final, el proyeccionista no se corta en definir el ambiente: “A veces tenemos un punto Torrente, otras un punto Almodóvar y otras somos Berlanga”, comenta Rafael, quien ha publicado un libro (Cartelex / Posterx, 2009) con su obra gráfica. Mayi Gutiérrez Cobo y Omar A. Razzak sonríen al oírle, y asienten: hace un año y medio que ambos trabajan en este cine. Pero no como parte del personal, sino como productora y director de Paradiso, un documental que preparan junto al guionista Daniel Remón y que han bautizado en honor a Cinema Paradiso, la película favorita de Rafael. El cual, según nos comentan, sueña con proyectar el filme de Giuseppe Tornatore en el local, y “a veces pone la banda sonora [de Ennio Morricone] en los descansos”.

SIEMPRE SESIÓN CONTINUA

En el Alba hay pocos descansos: aquí se trabaja en horario de sesión continua, ofreciendo un programa doble de 10.00 a 22.00, de lunes a domingo. Este local, y las otras dos salas X de Madrid, el Cine Postas (próximo a la Plaza Mayor) y el Cine Cervantes (en la Corredera Baja de San Pablo) son los únicos cines de la capital que siguen usando este sistema. Y todos fueron, en su día, locales populares, de barrio. “No tengo nada contra los cines de estreno, pero defiendo la sesión continua”, apunta Rafael, señalando que en una multisala “te sientas, te ponen la película y te echan”. La sala ha sido escenario de ocasiones especiales: películas como Arrebato (el clásico underground de Iván Zulueta) y Johan (el primer filme gay europeo) presentaron aquí sus ediciones en dvd, y el artista Antonio de la Rosa ha realizado algún montaje que otro.

Pero el Alba no es una instalación en una galería de arte. Es un cine porno. Aún así, en él sigue habiendo sorpresas como una terraza (con mesas, y alguna planta) habilitada como zona de fumadores. En sus paredes, colgados, están los discos que animaban el local cuando aún era un cine de barrio: alguno valdría unos euros en eBay. Y también hay una televisión. “En verano, algunos espectadores pasan de entrar en la sala y se quedan aquí viendo el fútbol, o películas del Oeste”, comenta Omar. Concebido a raíz de un artículo de prensa sobre la sala, su documental se estructura en torno a la construcción de la terraza: la relación entre los responsables del filme y el Cine Alba ha crecido con ella, a razón de dos sesiones de rodaje semanales. Todas de noche, cuando el cine ya está cerrado. “Como la gente que viene no quiere ser grabada, hemos recreado situaciones con el personal y algunos clientes”, explica Mayi.

GRX from Oscar Girón on Vimeo.

No son sólo los clientes quienes rehúsan el contacto con los medios: María Pérez, propietaria de la sala X de Granada (la única de Andalucía), ha pasado de protagonizar un documental en internet (puedes verlo arriba) a hacer caso omiso a las llamadas de la prensa, mientras que el Ayuntamiento de la ciudad no puede confirmar si su cine sigue abierto. El personal de las salas X de Barcelona (reconvertida en sex-shop), Las Palmas de Gran Canaria y Valencia (ciudad en la que dos cines porno cerraron entre 2009 y 2010) mantuvo las distancias al ser contactado por CINEMANÍA. “Yo soy la excepción a la regla”, confirma Rafael, que aceptó sin reparos nuestra solicitud. “A la mayoría de los que trabajan en esto les da corte hablar”.

Pero el personal de las salas X existe. Los clientes también existen, aunque cada vez queden menos. Mientras internet no para de bullir con webs y descargas calientes, y los videoclubes se defienden con alrededor de 943 títulos en circulación, estos locales amasaron un total de 997.805 euros en 2010, según datos del Ministerio de Cultura. Esto supone un descenso considerable en relación el millón y medio de euros recaudados en 2008. Nada nuevo: la caída se prolonga desde los años 90, y va en proporción a la venta de entradas. Si hace tres años, cuando operaban nueve salas X en España, se registraban 360.000 localidades vendidas en un año, las cifras oficiales indican que 239.718 clientes pasaron por estos locales durante 2010. El cine Alba acogió a 142.715 de ellos.

Rafael, que trabaja en el Alba desde 1980, recuerda la fecha en la que la sala cambió de rumbo: “El 10 de marzo de 1986”. Este local llegó un poco tarde al boom de las salas X, legalizadas en la llamada 'Ley Miró' de 1982, y de las que llegó a haber 85 en toda España (quince en Madrid). “Era una época [el auge del vídeo doméstico] en la que los cines andaban mal, y suponía una novedad: en las películas eróticas como Emmanuelle se veía de todo, pero no se enseñaba nada”, explica el proyeccionista. Ahora bien: quienes imaginen una primera clientela compuesta por jóvenes en busca de emociones fuertes, o émulos de Robert De Niro en Taxi Driver, andan desencaminados. Según el proyeccionista, aquí siempre han venido varones de cierta edad. No obstante, conforme el celuloide iba perdiendo rentabilidad, los aparatos de proyección se iban haciendo más jóvenes: “ primero pasamos al Super VHS, y después al dvd a finales de los 90”.

Rafael Sánchez en el Cine Alba. Foto: M. G. C.

Hace mucho que el Cine Alba vende aproximadamente unas 160 o 200 entradas al día (cerca de 70.000 al año) a 7 euros el ticket, con un aforo total de 380 localidades. Sin ser desorbitados, estos datos son mucho más halagüeños que los que arrojó la sala X de Palma de Mallorca en 2008: durante su último período de actividad, el poéticamente llamado Cine Fantasio sólo tuvo 820 espectadores. La pregunta: ¿sigue siendo rentable el negocio de las salas X? “Si lo haces de una forma impersonal, no”, sentencia Rafael Sánchez. "Si lo haces como aquí, sí".

Además de tener buen trato con sus parroquianos, el personal fideliza al público mediante regalos: “En navidad, por ejemplo, regalamos una corbata o una carterita con la entrada”. Otras salas X españolas optan por atraer clientes mediante ofertas económicas, como el Cine Postas: según informa Mariola, su contable, este local próximo a la Plaza Mayor de Madrid ofrece un día del espectador los jueves y los miércoles, apañándose para ocupar sus 70 butacas. Por su parte, la única sala X de Valencia se fija en un target mercantil muy concreto: cada jueves, los jubilados que acuden a este local pueden comprar su entrada a mitad de precio, por unos módicos cuatro euros.

PALCOS MUY DISCRETOS

Rodando Paradiso, Mayi y Omar descubrieron que el Alba es una pequeña institución en su rincón de Madrid. Inaugurado en los años 40, en el antiguo local del periódico El imparcial, el cine nació en el circuito de segundo reestreno, exhibiendo cintas que habían figurado en el Palafox de la calle Luchana. Entre 1981 y 1986, fueron las películas clasificadas ‘S’ (eróticas o violentas) las que ocuparon el grueso de su programación. Fogueado en el oficio del cine desde los 15 años ("Con proyectores de arco voltáico: era un trabajo de chinos"), Rafael Sánchez se tomó el cambio al cine porno "con un poco de pena". Según apunta, algunos clientes habtiuales de la sala X ya acudían cuando el Alba era un lugar "al que venían los papás con los chavales".

Foto: M. G. C.

El interior del Alba sigue siendo el de un cine añejo: puede que en la pantalla muestre a Nacho Vidal escenificar una cópula ciclópea con una starlette, pero sus paredes color Burdeos lucen molduras y volutas. Sólo desentonan el olor a desinfectante y unas butacas bastante modernas: además de unos impuestos rigurosos y la prohibición de los carteles con fotos, la ley de 1982 establecía un máximo de 200 localidades por sala X. Cuando un cambio de norma permitió ampliar el aforo, hubo que renovar el patio y el gallinero. Es inevitable pensar en un cine muy cercano que conserva un aspecto similar: el Doré. Según recuerda Rafael, la actual sala de proyecciones de la Filmoteca Española arrastró la fama de lugar socorrido para el amor: “Tenía unos palcos que venían muy a mano”, bromea.

"UNA PELÍCULA ES COMO UN POLVO"

Eso sí: aunque los filmes de su programación son todos de tipo hetero, la mayor parte de la clientela de las salas X es homosexual. En internet, los comentarios sobre estas salas no suelen aparecer en los foros de cinéfilos, sino en los de los aficionados al cruising (sexo entre hombres en espacios públicos). En ellos, los usuarios aconsejan abstenerse de visitarlas a no ser que se disfrute de la sordidez. El contacto carnal heterosexual también puede darse, si nos atenemos a lo que escriben otros desinhibidos, pero esto parece más un recurso al morbo. “A veces ha entrado alguna pareja de hombre y mujer, pero eso es raro”, dice Rafael. Cuando se le pregunta si hay títulos que atraigan a un mayor número de espectadores, el proyeccionista recuerda nombres de actores (Rocco Siffredi) o directores (Marc Dorcel), pero reconoce que “aquí la película es una excusa”.

“Las salas X son zonas de contacto anónimo entre hombres”, confirma Iván Zaro, voluntario de la Fundación Triángulo. En ocasiones, nos recuerda, este organismo ha hecho "pequeñas aproximaciones" para informar sobre salud sexual a una clientela compuesta de "gente mayor, muy metida en el armario, que quiere pasar desapercibida" y por trabajadores del sexo. “Al Alba y al Postas van los chicos que se prostituyen en la Puerta del Sol”, apunta, “y a la Corredera Baja, los que trabajan en la zona de Chueca”. ¿Por qué acuden al cine? "Porque sus clientes no quieren pagar una pensión". Iván también indica que el personal del Alba nunca les ha resultado hostil, a diferencia del Cine Cervantes, donde "es imposible trabajar".

Rafael no menciona este tema. Según afirma, muchos parroquianos acuden al Alba diariamente, y entre ellos hay “un pequeño convenio” de convivencia. “Muchos hablan entre ellos, o con el personal, y se siente parte de una familia: es lo que tiene la sesión contínua”, comenta. El director y la productora describen escenas su filme, como la de aquel cliente “que canta muy bien” arrancándose con una copla (Tengo miedo) frente a la cámara. “Hacer una película es como un acto sexual”, comenta Rafael. “Hay unos preliminares, un planteamiento –la producción- y luego llega el estreno y ¡bum!”. “Entonces ya nos queda menos para llegar al orgasmo”, apunta Mayi, y rodos ríen, porque Paradiso está ya en proceso de montaje y se presentará, en el propio Cine Alba, en septiembre. Al hilo de la conversación, el proyeccionista se pone serio: “LA vida es un sueño”, dice, “y mi sueño es el cine”.

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