No hay nada en este país como morirse. Una enorme fotografía en blanco y negro de Carlos Saura abría la gran noche del cine español. Merecidísimo. No hay duda. Pero imposible no recordar la ausencia de Berlanga en el centenario que los Premios Goya le dedicaron el año pasado. Otro genio. Pero no murió ayer. Tampoco era entonces presidente de la Academia Fernando Méndez-Leite, la persona que más sabe de cine español y qué mejor entiende el vacío que Saura deja en nuestro patrimonio. Su discurso fue como él, impecable.
El aplauso, el discurso de Eulalia Ramón y Carmen Maura estuvieron a la altura del maestro, como también resultaron esos fragmentos de sus películas que ojalá despierten la curiosidad de los espectadores. Pero empezamos tristes. Y no ayudó la versión de Porque te vas de Natalia Lafourcade. Ni el discurso inaugural de los presentadores de esta 37 edición de los Premios Goya celebrados en Sevilla, Antonio de la Torre y Clara Lago, sobre la imposibilidad de salir airoso del bolo más difícil sobre la faz de la tierra. Una pregunta, ¿dónde dejaron los chistes?
La cosa se estaba poniendo fea pero salió Luis Zahera (As bestas) y dio el discurso más corto de la historia de los Goya. Levantó los ánimos. Y Susi Sánchez, que fue igual de concisa pero con un mensaje feminista de lo más contundente a juego con la película que ha protagonizado, Cinco lobitos. La guinda del pastel fue ver sobre el escenario al gran Telmo Irureta, protagonista de La consagración de la primavera. Reivindicando un cine más inclusivo, no pudo decirlo más claro: “Las personas con discapacidad existimos y follamos”.
Llegaron los premios técnicos (maquillaje y peluquería, vestuario, diseño de producción y efectos especiales) que Modelo 77 le arrebató a Los reglones torcidos de dios, la otra favorita en estas categorías. Pero la remontada de As bestas llegó con el mejor sonido, la música, fotografía y montaje, un poco después del bonito homenaje de Lolita a su madre, Lola Flores, y del golazo de los argentinos que se llevaron el Goya a mejor película iberoamericana sin olvidar a Messi en su discurso.
La fórmula de los premios (una película arrasa con los técnicos hasta que la gran favorita empieza a remontar) amenazaba con que esta edición se pareciese tanto a la del año pasado que estuve tentada de sacar la crónica de 2022 y utilizarla como plantilla, cambiando los números musicales.
Y llegó el Goya internacional, ese premio por el que la Academia tiene que pedir favores a sus cineastas con amigos en el extranjero. En este caso, Coixet sacó la agenda y consiguió que viniese Juliette Binoche, que dio el mejor discurso de la noche. Con permiso de Elías León Siminiani, que se acordó de las salas de cine (¡al fin alguien!) al recoger el Goya por su maravilloso corto Arquitectura emocional.
La escasa sorpresa del Goya a la mejor dirección novel (Alauda Ruiz de Azua) y la mejor actriz protagonista (Laia Costa) por Cinco lobitos, se vio compensada al escuchar a Isaki Lacuesta (mejor guion adaptado por Un año, una noche) sobre el escenario citando a Joaquim Jordá y a Bayona acordándose de Pacifiction, la película de Albert Serra ninguneada por la Academia.
También nos pilló con el pie cambiado el Goya que Unicorn Wars, del siempre estimulante Alberto Vázquez, le arrebató al reincidente Tadeo Jones. Y más aún, que El techo amarillo, el documental de Isabel Coixet, se fuese de vacío. Una ocasión perdida para poner el foco en las exalumnas del Aula de Teatro de Lleida que sufrieron abusos sexuales por su profesor entre 2002 y 2008.
Sí que estaba cantado ese arreón final de As bestas. Denis Ménochet alzó el cabezón al mejor actor protagonista, Rodrigo Sorogoyen el de mejor dirección y As bestas el de mejor película. El regusto amargo lo dejó Alcarrás, la película ganadora del Oso de Oro en Berlín, que se fue de vacío. Carla Simón no fue profeta en su tierra. Qué duda cabe, esto a Carlos Saura no le habría gustado.
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