[FICX 2021] 'Palestra': depilación y castigo en la película más extrema del festival

Los argentinos Juan Pablo Basovih y Sofía Jallinsky firman una comedia tan sádica y pegajosa como la crema de depilar.
Palestra
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Cinemanía
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Para Godard el cine era una chica con una pistola, pero tres chicas con una olla llena de cera de depilar caliente también valen. Son los únicos ingredientes que hacen falta para configurar una de las películas más extremas del año, vista en el Festival de Gijón dentro de la sección Terres en Trance. Así es Palestra, la ópera prima de los argentinos Juan Pablo Basovih y Sofía Jallinsky. 

En Palestra, los primerísimos primeros planos de depilación genital actúan como dardo en el ojo, imagen violenta y agresiva que, sin embargo, forma parte de la experiencia cotidiana de millones de mujeres. Es evidente que el debate sobre la libertad de la depilación femenina como decisión personal o sanción social de la cultura del patriarcado sobrevuela todo el desarrollo de la película, pero Basovih y Jallinsky son lo bastante inteligentes como para no hacer una aburrida pieza de exploración sociológica. Lo suyo es pura agitprop.

Verónica Gerez, Cecilia Marani y Constanza Herrera son las estupendas protagonistas de esta especie de La chinoise (Jean-Luc Godard, 1967) de la cera de depilar. Son tres amigas que han quedado para una tarde de depilación a la cera, ocasión para la que ha contactado con ellas un fotógrafo (Sebastián Romero Monachesi) con la intención de retratar el proceso para hacer una exposición artística. 

Salvo por un breve prólogo en el que una de las muchachas aparece manteniendo relaciones sexuales con su novio antes de la cita –una secuencia muy eficaz al establecer el tono de adictiva incomodidad que mantendrá el filme– y un epílogo que habría sido mejor descartar durante la fase de edición, el resto de la acción de Palestra se concentra en el piso de la chica que organiza el ritual de depilación. 

Un evento que las amigas suelen aprovechar para quedar y ponerse al día de sus vidas, pero que no tarda en convertirse en un aquelarre en cuanto entra en escena la figura externa del fotógrafo, intruso bajo sospecha de querer explotar (artística o comercialmente) el dolor de las entrepiernas irritadas de las muchachas. Mientras ellas se aplican cera a 60ºC sobre la piel y se arrancan vello a tiras, mantienen diálogos que pulverizan cualquier tabú; algunos de ellos, inspirados en la obra literaria de Mariana Enríquez y Juan José Becerra.

Cuando las protagonistas interactúan con el fotógrafo, la víctima parece un ratón rodeado de felinos. Desde Du côté d'Orouët (Jacques Rozier, 1971) no se veía una humillación tan inclemente del tipo pánfilo que pretende ligar y sale trasquilado tras una tormenta de sororidad. La tensión y el crescendo de incomodidad alcanza unos niveles de abstracción que llevan a pensar en la aterradora cena de La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974) incluso antes de que una de las amigas aparezca con una mascarilla facial como si fuera el mismísimo Leatherface.

Con muy pocos medios, las cosas muy claras y tres actrices estupendas, Palestra consigue ser una experiencia extrema de tensión dramática y reivindicación con furia feminista. El origen del mundo enrojecido e irritado, sufriendo de dolor para que Courbet lo pinte, aquí tiene su revancha. Una comedia negra con tan pocos pelos en la lengua como en los genitales.

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