Muere Dino De Laurentiis, el 'superproductor'

El responsable financiero de 'Arroz amargo', 'Conan el bárbaro' y 'La Strada' fallece en Los Angeles a los 91 años.
Muere Dino De Laurentiis, el 'superproductor'
Muere Dino De Laurentiis, el 'superproductor'
Muere Dino De Laurentiis, el 'superproductor'

Como un cierto cine europeo, del que fue impulsor, Dino De Laurentiis vivió su vida bajo el signo del exceso. El productor italiano, fallecido hoy en Los Angeles a los 91 años, sumó 166 títulos en una filmografía llena de éxitos, fracasos y, sobre todo, enfrentamientos mortales con sus directores.

Nacido en Torre Annunziata (Campania) en 1919, De Laurentiis consiguió sus primeras dosis de notoriedad en la posguerra mundial: tras haberse forrado combinado la crítica social con las curvas de Silvana Mangano (por entonces su signora) en Arroz amargo, financió a un joven Federico Fellini en La Strada (1954) y Las noches de Cabiria (1956). El aluvión de capital y de premios internacionales le permitió crear su propio estudio (que acabaría cerrando en los años 70) y lanzarse de cabeza al fecundo panorama de la exploitation y el europudding, con alguna deriva erótica (Barbarella) para redondear beneficios.

La influencia de De Laurentiis en el cine moderno abarca todos los ámbitos: de lo más popular (la saga Yo soy la justicia, con Charles Bronson como vigilante urbano) a las alturas olímpicas de Ingmar Bergman (El huevo de la serpiente, la farsa grotesca del director sueco sobre el nazismo). Su temperamento le empujaba a broncas contínuas con talentos de la talla de Bergman, David Cronenberg (La zona muerta), Ridley Scott y, sobre todo, David Lynch.

Porque Dune, el filme del que Lynch ahora reniega y del cual Laurentiis prefería no hablar, fue el principio del fin para su imperio. Caballeroso pese a todo (en los grandes del cine italiano siempre hay algo de condottieri), De Laurentiis produjo en 1986 Terciopelo azul, la cinta que convertiría a Lynch en el único cineasta experimental conocido y apreciado por el público generalista durante los 80. Aunque el gran éxito de su remake de King Kong (1976) y de Conan el bárbaro (1982), entre otros títulos, impidiese diagnosticar un hundimiento total, lo cierto es que la factoría entregó desde entonces títulos de menor presupuesto, entre los que destaca la memorable El ejército de las tinieblas (Sam Raimi, 1992).

Entre los méritos del difunto productor destaca uno fácil, pese a ello, de olvidar: De Laurentiis fue el máximo valedor de un personaje tan turbio como Hannibal Lecter. Pese a no participar en El silencio de los corderos, el italiano había producido ya Manhunter (la primera adaptación del personaje al cine, dirigida por Michael Mann), y después retomaría al psiquiatra antropófago con Hannibal, El dragón rojo y Hannibal: El origen del mal.

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