
Dio guerra hasta el final. O, mejor dicho, se dedicó hasta el final a tres de las actividades más placenteras de esta vida: Aimer, boire et chanter ("Amar, beber y cantar") es el título del último filme dirigido por Alain Resnais, el director francés que ha fallecido hoy en París a los 91 años rodeado de su familia. Con dicha película, el quincuagésimo título de su filmografía, Resnais había ganado un trofeo honorífico y el Premio FIPRESCI en el Festival de Berlín 2014.
Nacido en 1922, y por ello un tanto mayor que Jean-Luc Godard, François Truffaut y Eric Rohmer, a Resnais suele asociársele con la Nouvelle Vague francesa. Pero sería más apropiado encuadrarle junto a Chris Marker, Agnés Varda y Jacques Demy en la llamada corriente de la Rive Gauche (alusión a la orilla izquierda del Sena): al igual que sus compañeros y compañeras con esta etiqueta, Resnais solía mostrarse más politizado y radical en sus formas, pero también más juguetón y autoparódico (cuando tocaba) que los muy militantes cachorros de la revista Cahiers du Cinéma.
Así, tras una primera etapa formada casi íntegramente por documentales y entrevistas, entre los que destaca el tremendo Las estatuas también mueren (sobre los efectos culturales del colonialismo, en colaboración con Marker) y Noche y niebla (uno de los trabajos cruciales sobre el Holocausto), el director salta a la fama entre críticos y cinéfilos hardcore con Hiroshima Mon Amour (1959) y El año pasado en Marienbad (1961). Dos trabajos con firmas de prestigio al guión (Marguerite Duras en el caso del primero, Alain Robbe-Grillet en el del segundo) y que se nos pintan, respectivamente, una visión muy sombría del Japón post-bombardeos atómicos y un retrató fantasmal de la decadencia de Europa. Todo ello mediante recursos narrativos, o antinarrativos, que uno podría calificar ahora como precursores de David Lynch y sus pesadillas.
Aunque la carrera de Resnais se ralentiza con la llegada de los 70, en ella siguen hallándose trabajos tan valiosos (y tan delirantes) como Providence (1977) u On connaît la chanson, que se convirtió en un modesto éxito de taquilla en la Europa de 1997 gracias a su vuelta de tuerca al género musical.
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