'Mortal Engines': de batacazo en la taquilla para Peter Jackson a fenómeno en Netflix

La producción de Peter Jackson se estrelló en cines pero el streaming le ha insuflado una merecida nueva vida.
Mortal Engines
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Si la primera década de los 2000 fue un camino de rosas crítico y comercial para Peter Jackson, la segunda sería un vía crucis cuyo máximo exponente fue Mortal Engines, inicio de una serie de películas destinadas a adaptar la saga literaria de Philipp Reeve; una colección de novelas Young Adult en la línea de otros éxitos juveniles contemporáneos como Los juegos del hambre, Divergente o La brújula dorada. Todas ellas fueron adaptadas al cine con mayor o menor fortuna, pero ninguna recibió el mismo desprecio que la cinta producida por Jackson.

Cierto es que tenía unos fuertes contendientes en esas fechas. En primer lugar, su rival directo fue Spider-Man: Un nuevo universo, la cinta animada producida por Chris Miller y Phil Lord que dejó atónitos tanto a seguidores del personaje como a aquellos que los superhéroes no eran lo suyo. Además del entrañable trepamuros, Mortal Engines tuvo que batirse el cobre con Aquaman, de James Wan, o esa magnífica reinvención de la franquicia Transformers que fue Bumblebee, de Travis Knight.

Pero aún con los fuertes rivales de una temporada navideña tan competitiva, el fracaso de Mortal Engines fue estruendoso. Con un presupuesto estimado de 100 millones de dólares y unos gastos publicitarios que rondaban los 60, la cinta consiguió en su estreno estadounidense unos míseros 15 millones de dólares. La taquilla mundial ayudaría (levemente) a superar este mal trago, recaudando casi 70 millones de dólares. La suma de ambas, 85 millones de dólares, no dio ni para cubrir la ambiciosa producción amparada por Jackson.

Por supuesto, Universal cancelaría inmediatamente toda posibilidad de continuar produciendo las tres secuelas que completaban la saga. Pero, casualidades de la vida, la cinta ha obtenido una segunda vida en Netflix, donde se ha convertido en uno de los éxitos veraniegos del amplio catálogo de la plataforma de streaming. Algo que nos sirve para recuperar un trabajo y reevaluar si su fracaso fue merecido.

Orígenes de 'Mortal Engines': de Peter Jackson a Christian Rivers

Los orígenes de Mortal Engines se remontan a 2001, con el lanzamiento de la primera novela de la saga, y finalizan en 2006, año de publicación de su cuarta y última entrega, hasta la llegada en 2018 de una quinta (compuesta por una antología de relatos cortos) para aprovechar el posible tirón comercial de la adaptación cinematográfica.

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La obra no estaba en un principio destinada a un público juvenil. Pero los múltiples rechazos por parte de las editoriales hicieron que el novelista Philip Reeve aceptara la propuesta de Scholastic de reconvertirla en un relato de fantasía dirigido al público juvenil. El resultado fueron unas novelas de fantasía que tendrían el suficiente éxito para que Peter Jackson, recién salido de los extenuantes rodajes de su trilogía de El señor de los anillos y King Kong, comprara los derechos en 2009 con la intención de adaptarlas al cine.

La salida fulminante de Guillermo del Toro de la trilogía de El hobbit, que provocó que Jackson tuviera que ponerse a los mandos de su dilatada reinterpretación de la novela de Tolkien, hizo que el proyecto se retrasara una década. Cuando ya estaba en marcha, Jackson, agotado, decidió quedarse únicamente como productor y guionista, junto a sus colaboradores habituales, Philippa Boyens y Fran Walsh, cediendo la realización a Christian Rivers, novato en tareas de dirección pero hombre de confianza del neozelandés. La experiencia profesional de Rivers hasta ese momento destacaba en los departamentos de dirección artística o efectos especiales de las películas de Jackson.

Es por eso que lo más destacable de Mortal Engines sea su memorable diseño de producción y sus impecables efectos digitales, posiblemente entre los más reseñables de la última hornada de blockbusters salidos de Hollywood. Una conjunción entre preproducción y postproducción que dan como resultado una de las experiencias visuales más majestuosas vistas últimamente en una pantalla de cine, trasladando de manera fastuosa y brillante las descripciones del mundo creado por Phillip Reeve.

Referencias de 'Mortal Engines': entre el 'steampunk' y el anime

Un mundo que, como toda saga épica contemporánea que se precie, bebe de un sinfín de referentes de la cultura popular del siglo XX. De las maneras, en sus primeros compases, del Mad Max: Furia en la carretera de George Miller, fusionado con la estética steampunk del Steamboy de Katsuhiro Otomo, a lo que habría que sumar la definición en escala de grises de los dos bandos en conflicto.

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Las monstruosas ciudades/vehículo donde viven los protagonistas de Mortal Engines parecen surgidas de una imaginería cercana a El castillo ambulante de Hayao Miyazaki, mientras que el personaje de  Shriek, un híbrido entre muerto viviente y cyborg, recuerda a una fusión de Metallo, el antagonista cibernético de Superman, con el alma del Robot Man de la Doom Patrol. Sin olvidar un clímax que fusiona, sin rubor pero con prestancia, los tour de force finales de dos capítulos de la saga galáctica de George Lucas: La amenaza fantasma y Una nueva esperanza.

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Otros puntos a favor de la adaptación se encuentran en sus momentos más pequeños e íntimos. En la vida pasada de la protagonista del relato, Hester Shaw, junto a su protector cyborg reverbera la poética gótica y tremendamente humana del mejor Guillermo del Toro. También hay planos generales repletos de melancolía y quietud de sus protagonistas mirando al horizonte, en la mejor tradición lucasiana.

Colega, ¿dónde está mi segundo acto?

Pero hay un enorme elefante en la habitación. Y ese es la fragmentada narrativa de Mortal Engines,  su estructura cuarteada; y, sin que sirva de precedente, la extraña decisión de contar con unos exiguos 120 minutos de duración para un relato que necesitaba de mayor desarrollo para ser degustado como es debido. Casi como si los espectadores fuéramos testigos del episodio piloto y la season finale de una temporada televisiva de la que se nos han escamoteado todos y cada uno de los episodios centrales.

Algo curioso viniendo de alguien como Peter Jackson, que tuvo la desvergüenza de estirar ad infinitum una novela de 280 páginas como El hobbit y convertirla en un mamotreto de 9 horas de duración dividido en 3 películas única y exclusivamente por imperativos comerciales. Quizás por eso, y después del mal recibimiento de una trilogía que nunca debía haberse realizado, fue atado en corto en cuestión de metraje, ya fuera por él mismo o por Universal.

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El resultado con Mortal Engines es una película que en su primera mitad te bombardea con background del (por otra parte, interesante y rico) universo postapocalíptico surgido de la imaginación de Philip Reeve. Ese Londres motorizado, fusión de un sinfín de países y poblaciones amontonados como si fuera la pesadilla de un arquitecto intoxicado de absenta de la Revolución Industrial. 

Es destacable su habilidad para integrar diseños surgidos de la imaginación barroca y tenebrosa del Geoff Darrow de la trilogía Matrix, junto con la belleza, entre la fantasía heróica y el shojo, del mejor Final Fantasy, en especial su legendaria séptima entrega.

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Un mundo que pide a gritos un videojuego de mundo abierto y del que solo vemos la superficie de algo mucho más grande y que queda lastrado por un metraje que solo permite dos actos, el de inicio y desenlace, dejando a la audiencia huérfana de un nudo que sirva para desarrollar a los protagonistas del relato.

'Mortal Engines': personajes entre el abandono y el estereotipo

Unos personajes que se sienten desdibujados (el interpretado por Hugo Weaving se merecía un desarrollo a la altura, al igual que el de Anna Fang y su subuniverso de piratas y dirigibles majestuosos) o ignorados tras presentarlos con todos los honores, caso de Katherine Valentine (Leila George); pasa de un protagonismo fundamental en los primeros minutos de la cinta a ser olvidada en la mesa de montaje y recuperada para una secuencia final con Weaving que pierde toda su gravitas por el nulo desarrollo de la relación entre ambos.

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Finalmente, lo curioso es que, con todos sus defectos, Mortal Engines es una adaptación Young Adult infinitamente más rica, cuidada e interesante que productos revientataquillas como las franquicias de Los juegos del hambre, Divergente o Crepúsculo. 

Puede que la respuesta a este misterio es el escaso tino de Jackson al elegir a su casting de desconocidos, exceptuando a Weaving. Un ejercicio arriesgado que puso en práctica por primera vez George Lucas en su Star Wars original y que aquí se cae estrepitosamente. No porque sus estrellas juveniles -Hera Hilmar, Robert Sheehan, Ronan Raferty y Leila George- estén mal, sino porque quizá no tenían el carisma que desprendían en el pasado gente como Harrison Ford, Jennifer Lawrence o Robert Pattinson. 

Pero la nueva vida de Mortal Engines en el streaming puede que les acabe convirtiendo en héroes y personajes de culto de una nueva generación de aficionados que acaben situando a la película en la categoría de culto que otros fracasos del pasado tienen a día de hoy, como Flash Gordon de Mike Hodges o Dune de David Lynch.

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