¿Merece la pena ver 'Titanic' en 3D?

¿Merece la pena ver 'Titanic' en 3D?

Era cuestión de tiempo que James Cameron intentara hacernos pasar de nuevo por taquilla para ver la niña de sus ojos, Titanic, con la excusa de una conversión tridimensional. Al fin y al cabo fue él quien predijo que el futuro del cine comercial sería el 3D y se puso a producir Avatar cuando el parque de salas todavía no estaba adaptado para esta tecnología.

Algunos reestrenos han funcionado (El rey león) y otros no (Star Wars: la amenaza fantasma), pero James Cameron se enfrenta a tres problemas: 1) Un público reticente al 3D por malas experiencias con conversiones de dudosa calidad que oscurecen la imagen sin realzar la profundidad de campo –léase la Alicia de Tim Burton o Furia de Titanes-. Eso sumado al incremento del precio de la entrada, 2) Los hábitos del espectador han cambiado y la sala ya no es el único lugar donde consumir cine con buena calidad de imagen y sonido. Ahora existen equipos domésticos estupendos, 3) A muchos todavía les dura la sobredosis de agua, carpetas forradas con Leonardo DiCaprio y canciones de Celine Dion que tuvimos en su día. A su favor tiene una de esas obras maestras del cine popular que -como Lo que el viento se llevó- tienen el poder de encandilarnos una y otra vez. CINEMANIA fue invitada a un pase especial para valorar la calidad de su conversión estereoscópica y dar claves sobre si merece la pena o no ver Titanic en 3D.

Un reestreno inevitable, con o sin 3D. El centenario del hundimiento del transatlántico ha sido la excusa perfecta para materializar una idea que llevaba tiempo rondando por la cabeza de James Cameron, más allá del plus del 3D. Una forma de descubrírsela a una generación de adolescentes que no la ha visto en pantalla grande y de calentar la salida del Blu-ray, todavía inédito. Así que el oportunismo (estereoscópico) es relativo.

La experiencia Total y Definitiva. Titanic fue un prodigio de construcción dramática que conseguía que (casi) todo el mundo entrara en ella. Su director nos convertía en pasajeros del barco, nos enamoraba de los protagonistas y, finalmente, nos colocaba en medio de la catástrofe. En este reestreno primero se ha encargado de limpiarla, fijarla y darle esplendor remasterizándola en soporte digital a 4K, por lo que la imagen es prácticamente perfecta. La conversión al 3D, por su parte, está bastante lograda y la experiencia resulta más real y espectacular que nunca: permite apreciar la suntuosidad del lujo o pasearnos por la sala de máquinas como si estuviéramos en el reloj del Hugo de Scorsese.

La dama y el vagabundo lucen mejor. Aunque parezca mentira, el 3D de Titanic gana en las distancias cortas. En los grandes planos generales del barco pasa inadvertido, porque el mar tiene la mayor profundidad de campo posible, es decir, el infinito, y esta es imposible de reproducir con una conversión estereoscópica. Es en las miradas entre los tortolitos, los carnosos labios de Rose o las arrugas de la anciana donde se puede redescubrir un detallismo y una magia hasta ahora inapreciables.

Con el agua hasta el cuello. Las escenas en las que Jack y Rose intentan salvarse durante el hundimiento siempre nos angustiaron gracias a la habilidad narrativa del director. Aquí eso no cambia, pero sí nos permite apreciar las (desesperadas) acciones de figurantes de los segundos términos en los que antes no habíamos reparado. El impacto de algunas secuencias –como la inundación de la cabina del capitán– también se acentúa.

¿Merece la pena? Sí, pero no por el 3D. El estreno de Titanic en 1997 fue uno de esos acontecimientos mundiales que ya no se van a repetir nunca más. Todo el mundo recuerda cuando y con quién la vio. Es verdad que muchos le cogimos tirria, pero este reestreno es una buena ocasión para redescubrir su grandeza y todo el cine que alberga de la mejor forma posible: en pantalla grande. Partiendo de la base de que el 3D no son cosas saliendo de la pantalla y que llega un punto en el que te acostumbras y ni lo notas, este logra que la experiencia sea más lo más real y espectacular posible. Si crees que por ello vas a ver otra película, mejor quédate en casa. Sino, por el precio de un cubata te pasas tres horas en el cine sin pestañear y con una buena llorera de colofón. ¿Alguien da más?

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