Las mejores películas de 1922: joyas con un siglo de máxima calidad

Comedia, terror, aventuras, drama y suspense con mayor eficacia que cualquier algoritmo.
Las mejores películas de 1922
Las mejores películas de 1922
Cinemanía
Las mejores películas de 1922

Continuando la tradición que iniciamos con las mejores películas de 1921, empezamos 2022 repasando lo mejor del cine de hace cien años, una de las épocas más fructíferas del séptimo arte.

Esposas frívolas (Erich von Stroheim)

Esposas frívolas (Erich von Stroheim, 1922)
Esposas frívolas (Erich von Stroheim, 1922)
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El pulso de Denis Villeneuve con WB por Dune no es nada comparado con el que mantuvo Erich von Stroheim con Universal para sacar adelante este sórdido dramón psicosexual, la película más cara hasta la fecha (¡más de un millón de presupuesto!), que debía durar de 6 a 10 horas y proyectarse dos noches seguidas. Se la recortaron entera, claro. Próxima parada, Avaricia.

El doctor Mabuse (Fritz Lang)

El doctor Mabuse (Fritz Lang, 1922)
El doctor Mabuse (Fritz Lang, 1922)
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La primera obra maestra de Fritz Lang emplea un despliegue apabullante de iconografía expresionista y efectos especiales para narrar las tropelías de un genio del mal, maestro del disfraz y hábil hipnotizador (espeluznante Rudolf Klein-Rogge) que daría collejas a cualquier villano de Bond.

Häxan (Benjamin Christensen)

Häxan (Benjamin Christensen, 1922)
Häxan (Benjamin Christensen, 1922)
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La brujería a través de los tiempos es el suculento título español de uno de los filmes de terror más insólitos de la historia. A partir de un manual inquisidor del siglo XV, el cineasta danés Benjamin Christensen (que se reserva el papel del diablo) traza una genealogía de la superstición como raíz de intolerancia.

Nosferatu (F. W. Murnau)

Nosferatu (F. W. Murnau, 1922)
Nosferatu (F. W. Murnau, 1922)
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La historia del cine de terror conserva un cimiento clave gracias a que la viuda de Bram Stoker no logró destruir todas las copias de esta adaptación pirata de Drácula, realizada por una modesta productora alemana de nombre ocultista (Prana Film). Reconstruida a lo largo de las décadas a partir de fragmentos hasta formar una sinfonía del horror, sus imágenes persiguen de noche como la sombra de las garras del conde Orlok de Max Schreck. Los vampiros temen la luz solar desde que Murnau y su guionista Henrik Galeen dijeron que les quemaba.

La prueba del fuego (Victor Sjöström)

La prueba del fuego (Victor Sjöström, 1922)
La prueba del fuego (Victor Sjöström, 1922)
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Jenny Hasselqvist –actriz fetiche de Mauritz Stiller, protagonista de Johan (1921)– decide liquidar a su marido, que muere por el disgusto antes de beber el veneno (inocuo) que le sirve. Es el punto de partida de una brutal disección de la culpabilidad, el perdón y la turba de los juicios populares. Fuego camina con ella.

La mudanza (Buster Keaton & Edward F. Cline)

La mudanza (Buster Keaton & Edward F. Cline, 1922)
La mudanza (Buster Keaton & Edward F. Cline, 1922)
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Un año antes de centrarse en los largos, Buster Keaton hizo algunos de sus cortos más sofisticados, como La casa eléctrica; y temerarios, como Sueños imposibles. Si destacamos este no es solo por su descacharrante desarrollo in crescendo, una persecución final con la que años después soñaría Bugs Bunny o la feliz recuperación de la clásica estampa antiautoritaria de los Keystone Cops (un tumulto de policías ineptos corriendo de aquí para allá), también por las briznas de vida real que se cuelan en sus escenas filmadas en localizaciones reales de Los Ángeles en 1922.

Phantom (F. W. Murnau)

Phantom (F. W. Murnau, 1922)
Phantom (F. W. Murnau, 1922)
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Un hombre se enamora de la mujer que le ha atropellado con su coche de caballos (chúpate esa, Ballard) y se obsesiona hasta tal punto que su existencia pasa a girar en torno al abatimiento del desamor y estafas para conseguir dinero con el que llevar un tren de vida que la seduzca. Él mismo, que va de poeta, reconoce estar persiguiendo un fantasma, una idealización que Murnau ni siquiera presenta de manera atractiva para que tanta obnubilación resulte aún más chocante cuando nos mete en su febril subjetividad; el aspecto de pánfilo de Alfred Abel (futuro dirigente de Metrópolis) también ayuda. Thea von Harbou firma el guion, adaptación de una novela del nobel Gerhart Hauptmann, de esta película eclipsada por la fama de su predecesora, Nosferatu, pero igual de audaz en su relato de vampirismo, aquí autoinfligido.

La mujer de ninguna parte (Louis Delluc)

La mujer de ninguna parte (Louis Delluc, 1922)
La mujer de ninguna parte (Louis Delluc, 1922)
Cinemanía

Frente a los retorcimientos expresionistas de los alemanes estaba el cine impresionista francés, donde la simple caricia de un pensamiento de adulterio podía expandirse hasta el infinito, tocando emociones y resonando en el espacio-tiempo.

Kino-Pravda (Dziga Vertov)

Kino-Pravda (Dziga Vertov, 1922)
Kino-Pravda (Dziga Vertov, 1922)
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Las 23 entregas del noticiario Cine-Verdad de Dziga Vertov, con su hermano Mikhail Kaufman como camarógrafo y la maestría de Elizaveta Svilova en la mesa de montaje, forman el alfabeto de una nueva lengua, otra manera de entender las imágenes. Se abre el Cine-Ojo del hombre de la cámara.

Érase una vez (Carl Th. Dreyer)

Érase una vez (Carl Th. Dreyer, 1922)
Érase una vez (Carl Th. Dreyer, 1922)
Cinemanía

En el mismo año de la ambiciosa (y muy griffithiana) Los estigmatizados, con la recreación de un progromo antisemita en Rusia, Dreyer también hizo este cuento de hadas, solo parcialmente conservado, que comienza como sátira cortesana y acaba con drama forestal de gran lirismo.

Nanuk, el esquimal (Robert J. Flaherty)

Nanuk, el esquimal (Robert J. Flaherty, 1922)
Nanuk, el esquimal (Robert J. Flaherty, 1922)
Cinemanía

Antes de que nadie teorizara sobre la difusa línea entre documentar una realidad y modificarla radicalmente con la cámara, Flaherty fue al Ártico a filmar a una familia inuit, recrearon escenas de su vida cotidiana y le dio a todo forma narrativa. Nacía un género que sigue en prime time.

Día de paga (Charles Chaplin)

Día de paga (Charles Chaplin, 1922)
Día de paga (Charles Chaplin, 1922)
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El último corto de dos bobinas de Charles Chaplin, con su Phyllis Allen como esposa tiránica siempre acechando a las espaldas del protagonista para exprimirle hasta el último centavo del jornal, se atraganta cuando conecta con el lado más misógino del genio, que lo rodó tras dejar plantada a su prometida May Collins. En cambio, brilla como es habitual en la construcción de gags y el aprovechamiento del lenguaje audiovisual (el proceso de colocación de ladrillos), además de contener un antecedente directo del afamado meme del novio distraído. Tenía que ser Chaplin.

Robin de los bosques (Allan Dwan)

Robin de los bosques (Allan Dwan, 1922)
Robin de los bosques (Allan Dwan, 1922)
Cinemanía

Douglas Fairbanks, quien ya había sido el Zorro y D’Artagnan, escribió y pagó de su bolsillo este centelleante blockbuster, lleno de escenarios colosales donde lucir sus acrobacias. Tan definitorio de las futuras versiones del alegre forajido del bosque de Sherwood que su origen ocupa media película.

The Three Must-Get-Theres (Max Linder)

The Three Must-Get-Theres (Max Linder, 1922)
The Three Must-Get-Theres (Max Linder, 1922)
Cinemanía

Con juegos de palabras dignos de Austin Powers, el francés Max Linder intentó por última vez abrirse hueco en Hollywood con esta parodia de Alexandre Dumas y las pelis de Douglas Fairbanks. Merecía haber tenido más suerte, como demuestra la de gags que se le han sableado años después.

EXTRA: Fábulas animadas

Con sus cuentos de hadas y batracios, 1922 fue un año de gran variedad para la animación occidental. Dicen que Walt Disney iba tan mal de dinero que dormía en la oficina y se duchaba en los baños públicos de la estación de tren de Kansas City. Allí había fundado Laugh-O-Gram Studio, donde pioneros como Ub Iwerks o Friz Freleng trabajaban en cortos animados de Caperucita Roja (primera aparición no oficial del gato Julius), Los músicos de Bremen o Cenicienta que se proyectarían en centros escolares pero no serían suficiente para salvar al estudio de la ruina.

Aschenputtel (Lotte Reiniger, 1922)
Aschenputtel (Lotte Reiniger, 1922)
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Mucho mejor le iba en Alemania a Lotte Reiniger, que ya gozaba de éxito y estrenó Aschenputtel, su propia versión de Cenicienta con la técnica de animación con siluetas que caracterizaba su estilo. En Francia, el ruso de origen polaco Wladyslaw Starewicz adaptó a Esopo mediante stop-motion en Las ranas que querían un rey, un prodigio técnico con docenas de ranas en escena haciendo movimientos independientes a la vez.

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