[#littlesecretfilm] Dos piezas de cámara a puerta cerrada

'Nuestro porno favorito' y 'La pájara' son dos cápsulas cortas, enclaustradas en espacios cerrados y audaces retratos de ese infierno que son los otros. Por DANIEL DE PARTEARROYO
[#littlesecretfilm] Dos piezas de cámara a puerta cerrada
[#littlesecretfilm] Dos piezas de cámara a puerta cerrada
[#littlesecretfilm] Dos piezas de cámara a puerta cerrada

Nueva entrega del repaso de CINEMANÍA a las mejores propuestas realizadas bajo los preceptos del modelo de producción #littlesecretfilm. Ya hemos hablado de Piccolo Grande Amore, Manic Pixie Dream Girl y Undo Infinito. Esta semana juntamos en una misma entrada las obras de menor duración del proyecto: Nuestro porno favorito, de Carlo Padial, y La pájara, de Jimina Sabadú. Recuerda que, como el resto de filmes, puedes verlos de forma completamente gratuita a través de la página web de #littlesecretfilm.

Nuestro porno favorito es una pieza más que se engarza con naturalidad dentro del inmenso mosaico caleidoscópico y efervescente que Los Pioneros del Siglo XXI, entidad bajo la que encontramos al realizador Carlo Padial y al productor Carlos de Diego, han desarrollado durante los últimos años en internet, poniéndose a la vanguardia del humor audiovisual lo-fi español (después de la adjetivación, tres ejemplos: uno, dos y tres). Tras el brillante largometraje Mi loco Erasmus, la aportación de Padial al proyecto #littlesecretfilm es un corto de 11 minutos que no cuesta nada vincular a la tradición del teatro del absurdo. Una pieza beckettiana en la que un puñado de personajes se dedican a abrir y cerrar puertas declamando disculpas y fórmulas de cortesía a destiempo. Con formas de falso documental, Nuestro porno favorito supone la creación de un género cinematográfico insólito e imposible que podría ser el parto aberrante como consecuencia de una noche de borrachera loca, sexo sin protección y arsénico por compasión entre Ernst Lubitsch y Luis Buñuel.

[#littlesecretfilm] Dos piezas de cámara a puerta cerrada

De la sofocante huis clos de Padial pasamos a un relato con espíritu de cuento infantil y una división en capítulos marcada por acuarelas: La pájara. Jimina Sabadú traslada a la perfección el espíritu de su faceta como escritora y consigue una mezcla del costumbrismo-gotelé de sus artículos para Mondo Brutto con la ternura decadente de la novela Celacanto, añadiendo una pizca de realismo mágico (cogiendo el tono adecuado a un recurso habitualmente tan molesto y malgastado) y un ramillete de actuaciones memorables (mis favoritas: la enfermera y el murciélago), lo que ya se está convirtiendo en un lugar común de los littlesecretfilms. Lo mejor de este reconocible retrato de mezquindad familiar, aparte de una ingeniosa respuesta radical al peterpanismo de la mayor parte de su público objetivo (me resisto a adelantar el argumento: debe verse), está en los detalles de ambientación que la directora y su equipo integran en el piso 100% periferia donde sucede la acción: espumillón, muñecos de plástico, jerseys navideños, tapetes de cartas... La pájara transmite a la perfección un tipo de opresión cotidiana con voz personal y el suficiente humanismo como para dar a sus personajes la opción de mejorar (que alguien le pase un link a Todd Solondz). Al contrario de lo que ocurría en la A puerta cerrada de Sartre, aquí el encierro sí se rompe; salen los parásitos y el happy end más extraño del momento tiene posibilidades de pasar.

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