La Semana de la Crítica de Cannes 2016 en cinco pasos

Del 20 al 27 de mayo, internautas de todo el mundo podrá ver, gratis, los mejores cortos de la Semana de la Crítica de Cannes 2016. Seleccionamos los que más nos han gustado.
La Semana de la Crítica de Cannes 2016 en cinco pasos
La Semana de la Crítica de Cannes 2016 en cinco pasos
La Semana de la Crítica de Cannes 2016 en cinco pasos

Sección paralela del Festival de Cannes, la Semaine de la Critique ha continuado un año más con su tradición de poner a disposición del gremio una cuidada selección de directores en su primer o segundo corto, medio o largometraje. Un modelo que ha demostrado su efectividad a lo largo de las décadas, como se comprueba al consultar la larga lista de descubrimientos que ha favorecido: Chris Marker, Bernardo Bertolucci, Philippe Garel, Ken Loach, Leos Carax, Wong Kar-wai, Guillermo del Toro, François Ozon o Gaspar Noé, entre otros nombres conocidos que en algún momento no lo fueron.

Este 2016, aprovechando la consolidación de nuevos modelos de distribución internáutica, ha introducido la novedad de las butacas digitales. Doscientas claves de acceso a repartir entre cinéfilos de todo el mundo —dos de ellas a través de CINEMANÍA— que permiten ver casi todos los cortometrajes y mediometrajes de manera gratuita. Se ha empezado, por lo tanto, a compaginar el glamour del in situ con la difusión del online, fórmula que esperamos que se repita y amplíe en ediciones venideras. De momento animamos a los usuarios afortunados a verse todo el material disponible y, si tal, a prestar atención a:

Ascensão, de Pedro Peralta

Los pasos del agua, de César Augusto Acevedo

De los 1.500 cortos presentados este año se han proyectado diez en competición, tres en clausura y los dos en la subsección Séances 50+5. Esta mirada amplia de foco estrecho permite ver bien los nombres por los que se apuesta y también, interés particular de críticos y programadores, articular mejor los análisis a partir de temáticas coincidentes. Es el caso de Ascensão del portugués Pedro Peralta y Los pasos del agua del colombiano César Augusto Acevedo, que han presentado dos variaciones sobre el motivo de la muerte y lo que no es la muerte pero ya tampoco es la vida. Sus relatos pueden unirse mediante un sencillo click de ratón para formar un conjunto precioso. A pesar de recurrir a paisajes opuestos narran el tránsito de las almas valiéndose de un mismo estado mental como de duermevela en el que se intuye la influencia de las fantasmagorías de Apichatpong Weerasethakul. Los muertos parpadean y miran atónitos el panorama que se abre ante ellos. Ese que no está a la vista de ningún espectador.

Arnie, de Rina B. Tsou

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La cineasta filipino-taiwanesa ha completado su formación en los talleres y encuentros de Berlín y Locarno, festivales a los que está decidida a volver para hacer acopio de prestigio y, ya en casa, intentar sacar adelante un cine que no responda a los almibarados taquillazos taiwaneses, a lo Cape N.7, ni a las omnipresentes taquillazos hollywoodienses. Ese es el objetivo último. Mientras, en este tercer cortometraje, vuelve a explorar las relaciones entre sus dos patrias a partir de la historia de un grupo de pescadores filipinos en territorio taiwanés. En concreto del desengaño amoroso que se lleva uno de ellos y de la consiguiente evaporacion de la vida mejor que soñaba y le mantenía a flote. Para ello ha contado con un grupo de pescadores de Kaohsiung, de los que ha sabido sacar provecho coral. Rina B. Tsou puede convertirse en una voz autorizada para hablar de la compleja realidad de Asia Pacífico, por lo que estaremos atentos a Raining Roses, el proyecto de largometraje en el que se está centrando en estos momentos.

En Moi, de Laetitia Casta

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Desde su aparición en Astérix y Obélix contra César (1999), la modelo que había acaparado portadas de Cosmopolitan, Vogue, Rolling Stone, Elle y Glamour, una de las figuras más recordadas de Victoria Secret y, por recalcarlo aunque lo sepan de sobra, una de las mujeres que más miradas atrajo durante la década de los 90, dio paso a una carrera como actriz que la ha convertido en una presencia habitual del cine francés. Con En Moi aprovecha su condición de directora creativa de La Maison Cointreau para apostar muy fuerte por la dirección. El resultado asimila gestos de Assayas y Desplechin y no queda lejos del —por poner un ejemplo relacionado con la moda y el nuevo establishment cinematográfico galo— Saint Laurent de Bertrand Bonello. Casta demuestra capacidad para relatar el oficio de modelo y nos hace soñar con el día en que pueda contar su propia historia no mediante entrevistas sino mediante un largometraje autobiográfico dirigido en primera persona. Ambición no falta y parece que, tan pronto como quiera, puede hacer que todas esas miradas de los demás pasen por la suya.

Campo de víboras, de Cristèle Alves Meira

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La muerte de una anciana por picaduras de serpiente y la inmediata desaparición de su hija, Lurdes, levantan sospechas en el pueblo en el que ambas vivían, una pequeña localidad cerrada sobre sí misma y, a su manera, algo viperina también. Esa es la premisa con la que juega Cristèle Alves Meira en esta historia premiada en el festival IndieLisboa. La directora franco-lusa hace un cine desenvuelto, sin rastro de la rigidez esteticista que, por exceso o contención, lastra algunas de las otras propuestas en exhibición. Recupera el tema de la emigración, presente en sus documentales sobre Angola y Cabo Verde, y lo inserta sutilmente en un drama con puntos de suspense e incluso con un acento entre humorístico e inquietante a propósito de Depredador. Sin duda, uno de los talentos a tener en cuenta.

O delírio é a redenção dos aflitos, de Fellipe Fernandes

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La situación política que atraviesa Brasil fue denunciada por el equipo de Aquarius sobre la alfombra roja de La Croisette. Con un sentido de la urgencia menos acentuado, las pantallas también reflejaron el presente del país. Fernandes resume en este cortometraje la realidad de los suburbios de Pernambuco, un entorno que cuenta con dinámicas distintas a las de Río o São Paulo pero en el que las promesas de inclusión social a través del consumismo tampoco han terminado de cumplirse del todo. La historia tiene que ver con una mala mudanza, consecuencia de un mal matrimonio que, a su vez, vive en un edificio tan malo que amenaza con derrumbarse. Todo con el mismo calor pegajoso con el que se celebra Año Nuevo por allá, año tras año.

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