Elogio de la carne: guía para saberlo todo sobre 'La matanza de Texas' antes de ver la 'recuela' en Netflix

El estreno de un nuevo apéndice de este emblema de terror es el momento perfecto para desmembrarlo y degustarlo como se merece.
La matanza de Texas
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Cinemanía
La matanza de Texas

Precaución: hay fragmentos de este artículo que pueden perturbar a algunos miembros de la audiencia. A otros, les abrirá el apetito. En todo caso, ya tienes tema de conversación para la próxima barbacoa.

La carnicería inaugural

La matanza de Texas (Tobe Hopper, 1974) es un filme canónico que ya forma parte de nuestro imaginario. Una obra perteneciente a la corriente del nuevo cine de terror surgido a finales de los años sesenta a la sombra de la guerra de Vietnam, las tensiones sociales, el desvanecimiento del sueño hippie o la brecha entre las dos ‘Américas’ –la rural y la urbanita–. 

Las célebres pinturas Gótico americano (Grant Wood, 1930) o El mundo de Cristina (Andrew Wyeth, 1948), han servido de inspiración para contextualizar y aglutinar este movimiento en el que la violencia golpeaba las retinas con una crudeza inédita y el villano no era un marciano, sino el vecino. 

Montaje entre Andrew Wyeth y 'La matanza de Texas'
Montaje entre Andrew Wyeth y 'La matanza de Texas'
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En su estreno se convirtió en un fenómeno social que atrajo y repelió a partes iguales. Hoy se sigue rindiendo culto a esta “peliculita morbosa con pretensiones de orgía de sangre”, como la tildó el crítico Pedro Crespo en su crítica en ABC del viernes 1 de abril de 1977.

Pesadilla para ‘veggies’

La historia es elemental: un sofocante día de agosto de 1973 un grupo de jóvenes viaja en furgoneta al cementerio de la población ficticia de Newt, Texas, en plena ola de profanaciones, para comprobar si el sepulcro del abuelo de dos de ellos ha sido vulnerado. 

De paso visitarán la vieja casa familiar abandonada. Tendrán la mala suerte de toparse con un clan de tarados caníbales y saqueadores de tumbas dispuestos a masacrarlos y devorarlos. La película es una experiencia agresiva: sabe y huele, ataca los sentidos, no ha perdido ni un ápice de su poder turbador.

La matanza de Texas
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La matanza de Texas es visceral y al mismo tiempo cerebral: se distingue por su sutilidad, no cae en la tentación de dejarse llevar por el exceso al que invitan las ya de por sí eméticas imágenes. Como dicta la vieja escuela, prefiere provocar sensaciones a través del sonido y el montaje, que son ejemplares. 

Nunca se había visto nada así y hoy es muy difícil –más bien imposible– imitarla, repetirla o crear algo parecido: su premisa se ha copiado hasta la saciedad; pero la energía que emana, la densa textura de la imágenes, su malsano humor negro, el jadeante ritmo... son indisociables del espíritu de su época y de las particulares circunstancias de su gestación.

La historia real

Plainfield, condado de La Crosse ­–Wisconsin–, 1945. La madre de Edward Theodore Gein, Augusta, fallece. Hasta entonces adoctrinado por ella, una fanática religiosa, Ed se queda solo en su granja y en el mundo, con 39 años. 

Nunca se había relacionado con una mujer aparte de su progenitora y el cuerpo femenino era su obsesión, atrayéndole y repugnándole a la vez. Devoto de las revistas eróticas, de los libros de anatomía y de los experimentos nazis, en los siguientes años se dedicó a saquear tumbas de mujeres del cementerio de la localidad. Decoró su granja con huesos y otros restos, confeccionó particulares prendas con órganos sexuales cercenados y elaboró máscaras de piel humana con las que se disfrazaba. 

Ed Gein
Ed Gein
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En 1957 fue detenido, acusado de asesinar a dos mujeres a las que desolló y destripó en su granja, aunque se le atribuyeron hasta una decena más de homicidios. Le diagnosticaron esquizofrenia y fue recluido en una institución mental, falleció en 1984 a los 78 años. El escritor Robert Bloch se basó en él para escribir la novela Psicosis, que Alfred Hitchcock convirtió en la legendaria película homónima.

A Tobe Hopper le obsesionaba el caso desde los 4 años, cuando sus familiares de Wisconsin, de visita en su casa, le contaban los escabrosos detalles de la historia. Sería su principal inspiración para su debut cinematográfico. Ed Gein (Chuck Parello, 2000), ganó del premio a la mejor película y al mejor actor –Steve Railsback– en el Festival de Sitges. Se aproxima a la figura del conocido como el Carnicero de Plainfield desde el punto de vista humano, indagando en su retorcida psique y en su tormento interior sin caer en el morbo, pero de manera demasiado rudimentaria y apocada.

Vietnam en Texas

Austin, 15 de julio de 1973. Uno grupo de veinteañeros y treintañeros provenientes de la universidad estatal, desbordados de talento e ilusionados con hacer su primera película, arrancan el rodaje de La matanza de Texas. 

Rodaje de 'La matanza de Texas'
Rodaje de 'La matanza de Texas'
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Pusieron toda la carne en el asador: fue caótico, exigente, divertido, cruel, infernal, miserable, inconsciente y creativo, multiplicado por infinito: apenas 140.000 dólares de presupuesto, un equipo ínfimo, una media de 16 horas diarias de trabajo durante 32 días y 45 grados de temperatura al aire libre, a cambio de un sueldo irrisorio. 

La producción, prácticamente artesanal, se convertiría en una de las más rentables de la historia del cine. Todo lo que ocurrió durante la financiación, distribución y el reparto de beneficios se merecería un artículo aparte.

A flor de piel

La gran mayoría de la historia acontece en el siniestro hogar de los caníbales y en sus alrededores. Se alquiló la mitad de una bonita casa prefabricada –en la otra vivían los dueños– originaria de finales del siglo XIX, que fue decorada para que diera miedo a Ed Gein. 

El genial director de arte Robert A. Burns la cubrió de cochambre y la atestó de cadáveres de animales provenientes de un refugio cercano, carcasas de ganado que encontraba en el campo, huesos, embalsamientos y espeluznantes esculturas y muebles hechos con estos elementos por él mismo. En esta atmósfera enrarecida y cargada de efluvios, las interpretaciones se convirtieron en reacciones que traspasan la pantalla.

La protagonista, Sally, encarnada por Marilyn Burns, scream queen por derecho propio, fue la que más sufrió en un rodaje arriesgado: se desgañitó y aguantó golpes o caídas durante días, llevando su resistencia física y mental al extremo. Hooper impresionaba mucha película para cubrir todos los ángulos posibles. 

La matanza de Texas
La matanza de Texas
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La jornada más extenuante fue la de la célebre y climática secuencia de la cena, capaz de crispar los nervios al más pintado. Sally está sentada a la mesa con la familia de sureños antropófagos, amordazada a una silla. Antes de filetearla, la torturan. 

El equipo pasó en aquel salón unas 27 horas seguidas de filmación con las ventanas cerradas y tapadas. El atrezzo –restos de animales, esqueletos, las salchichas de los platos, etc.– se pudría por el calor de los focos y el vestuario de los actores hedía tras llevarlo puesto durante semanas, ya que no disponían de cambio.

La sierra es la familia

‘Que salga sangre con serrín’ / ‘La sierra es la familia’ / ‘Qué aparato tan feliz’ / ‘El menú que hay para hoy’ / ‘Sabe mejor si siente terror’. La sierra es la familia es uno de los cortes del álbum Made in Japan (1993), de Siniestro Total. El título de la canción es una sentencia robada al personaje conocido como el cocinero –Jim Siedow– en La matanza de Texas 2 (Tobe Hopper, 1986), el único actor que repite su papel de la primera película.

La matanza de Texas 2
La matanza de Texas 2
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‘La sierra es la familia’ es el lema familiar: la herramienta-máquina –elevada al altar de los fetiches cinematográficos, un icono presente en multitud de muestras del género, como la saga Evil Dead–, que se utiliza para cortar –despiezar– posee una función cohesiva que otorga a los salvajes asesinos su identidad como tribu. 

Es el altavoz, el objeto litúrgico y el arma homicida favorita de Leatherface –Gunnar Hansen–, alias del fortachón de la máscara de piel humana. Viven aislados en lo profundo de un país en recesión que despedía para siempre la edad de oro del capitalismo y comenzaba a ser deshuesado industrialmente.

El mercado de la carne

Al principio de La matanza de Texas, el inquietante autostopista al que recogen los ilusos protagonistas cuenta la historia de su familia –a la que muy pronto conocerán–, extrabajadores del matadero local que se quedaron sin empleo cuando el método de sacrificio tradicional, el martillazo, se sustituyó por el disparo de aire comprimido. ‘Es mejor con el martillo. Como antes. Así morían mejor’.

En 1971 los famosos corrales de la unión –The Union Stockyards– en Chicago, el mayor mercado ganadero de EE.UU., que recibía reses de todo el país para ser sacrificadas y procesadas desde 1865, se clausura. Fue un paso definitivo para la transformación del sector; adoptó métodos industriales para la producción masiva de carne. Los matarifes tradicionales, curtidos en el trabajo sucio de satisfacer a una nación ávida de carne y en pleno desarrollo desde inicios del siglo XX, iban a convertirse en los hambrientos. 

La familia antropófaga es testigo de cómo su mundo se derrumba, representan un país anticuado y brutal. ¿Qué pueden hacer en un mundo que no comprenden, enloquecidos por el olor a vísceras frescas? Zamparse a los idiotas que vayan a molestarlos.

El ‘buzz’ suena de nuevo

La matanza de Texas 2 es un grotesco espectáculo de feria que lleva el humor enfermizo de la original hasta el absurdo. Con un presupuesto más holgado y siendo mucho más convencional en formas que la precedente, explora la fascinación infantil de Tobe Hooper por el terror en su vertiente más teatral y burda. 

La matanza de Texas 2
La matanza de Texas 2
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Nadie esperaba que la segunda parte fuera así, tampoco los productores, los inefables Menahem Golan y Yoram Globus, de la mítica productora de serie B Cannon Films. Relegada al olvido, hoy es un bocado apreciado para algunos gourmets. Le siguieron tres secuelas, una en 3D; un remake, su precuela y una precuela de la cinta primigenia, a la que ahora se suma la 'recuela' de Netflix. 

La inofensiva La matanza de Texas (David Blue García 2021), es otra inevitable actualización, que deja con hambre: su único objetivo parece consistir en ajustar cuentas con el título fundacional para reiniciarse como insípida marca blanca made in Bulgaria.

Baile al atardecer

Quizás, lo más inesperado –y bello– de La matanza de Texas ­–la de los años setenta– sean los últimos segundos de metraje. El ballet colérico y desesperado de Leatherface, ataviado con su traje de gala y su sierra mecánica a máxima potencia, en medio de la cuarteada carretera desierta. 

Filmado cámara en mano, bañado en un ocaso cegador, corta bruscamente a negro como si con su apéndice mecánico cercenara la propia película de 35 mm rompiendo el límite entre realidad y ficción. 

Hay frustración, dolor y miedo en esos pasos descoordinados, también candor, celebración y éxtasis: la locura y el sinsentido se han liberado y viajará en todas direcciones. En este mundo todo es posible y no volveremos a estar seguros. El monstruo sigue bailando.

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